MUSICA › EL PERSONAL FEST DEBUTO CON UN CONFUSO INCIDENTE
Lo que arrancó como una consagración del hip hop terminó con un hecho policial: un joven fue apuñalado y debió ser operado.
› Por Roque Casciero
Estaba todo dado para que fuera la noche de la consagración del hip hop en la Argentina, como sucedió con el reggae hace algunos años durante la primera presentación festivalera de los Wailers, pero la sombra de la violencia que acompaña al género se hizo presente en la jornada inaugural del Personal Fest. Snoop Dogg llevaba 80 minutos de retraso en el comienzo de su set y ya volaban algunas botellas de plástico sobre el escenario montado en el Club Ciudad de Buenos Aires, cuando de repente se generó una corrida general en medio del campo. Nadie sabía muy bien de qué se trataba, pero desde arriba de la pasarela que luego recorrería el rapero los fotógrafos apuntaban a un chico herido por un arma blanca. La víctima era un joven de origen libanés llamado Edisson, según le dijeron sus amigos a Página/12, y todo se había originado por una discusión nimia con “un pibe de acento cordobés”. Uno de los acompañantes del herido, llamado Darío, mostraba la herida que el agresor le había hecho a él: también había intentado apuñalarlo, pero el arma había chocado contra su pelvis y apenas tenía un corte. La corrida fue porque los encargados de seguridad salieron a perseguir al agresor, que logró escabullirse y no fue detenido. Afortunadamente no hubo heridos por la estampida, porque la gente que decidió irse tenía espacio para moverse y varias salidas a mano.
Mientras tanto, Edisson era trasladado a toda velocidad al Hospital Rivadavia, donde fue intervenido quirúrgicamente: las autoridades del hospital le informaron a este diario que el joven está fuera de peligro, tiene “un postoperatorio normal” y permanecerá internado en observación. La denuncia por “lesiones” fue radicada en la comisaría 35 y la causa está en manos de la fiscalía de Saavedra-Núñez. El show de Snoop Dogg se hizo, pero en el campo quedaba la mitad de las 25 mil personas que habían hasta ese momento, y el nerviosismo era inevitable, se palpaba en el aire. Los que salieron ya no pudieron volver, aun exhibiendo sus entradas al personal de seguridad.
Y pensar que antes de ese momento horrible todo era una fiesta entre ingenua (con tanto público portando pelucas de colores) y maratónica (correr de un escenario a otro era la norma, tratando de perderse lo menos posible), con un género como el hip hop, que usualmente ocupa sitios secundarios en los festivales, en una noche consagratoria. En el notable escenario montado sobre la cancha de rugby del Ciudad, primero encendió la mecha Dante, más tarde siguió la variante latina de Tego Calderón (que hizo bailar a una multitud), continuó con B. Real de Cypress Hill (que se fumó un tremendo porro en escena y anunció el regreso discográfico de la banda para mediados de año) y terminó con la esperada actuación de Snoop Dogg, el gangsta rapper original, que entre tema y tema hacía el gesto de cargar un arma. Por el escenario principal también pasaron Vicentico y Gotan Project, trasladado a último momento porque sus integrantes no entraban en la tarima en la que se los había programado. Un error: el público que esperaba a B. Real insultó al combo de tango electrónico, que amenazó con irse pero volvió y siguió adelante pese al clima hostil.
Esta vez el rock fue el que estuvo en escenarios menores y ante públicos escuetos. Después del chiste heavy glam de los mexicanos Moderatto, los Dandy Warhols decepcionaron con un show desganado y falto de ensayo, aunque algunos destellos de lo bueno que se les conoce en los discos asomaron con los hits “Not if you were the last junkie on Earth” y “Bohemian like you”. Los parisinos Phoenix, en cambio, fueron una aceitada maquinaria rockera con tanta influencia de Velvet Underground y la new wave como la que tienen los Strokes, pero con un french touch que los exime de cualquier acusación de copia. Pero lo mejor fue el hilarante y energético set de los noruegos Datarock, que vieron menos de trescientas personas: el cuarteto es la nueva joyita new rave y pone a bailar con tanto groove como actitud desenfrenada, como si fueran unos Talking Heads anfetamínicos y vestidos con equipos de gimnasia rojos, dispuestos a divertirse a lo grande como si el mañana no existiera. El final fue con “Dirty dancing” sonando desde el disco ochentoso mientras el cantante hacía karaoke encima y sus compañeros se mezclaban entre el público saludando, bailando y posando para las fotos.
En la isla del Ciudad, las CocoRosie mostraron su extraña mezcolanza arty en la que entran la ópera, los ruidos y ruiditos, el hip hop (uno de los dos acompañantes de las hermanas Cassidy hacía beatboxing), y un aire de inocencia pop encantador, que tal vez hubiera sido más disfrutado en un ámbito cerrado y con menos movimiento de gente. Porque una de las claves del festival era el fluir de personas de un escenario a otro, o las escapadas para clavarse una hamburguesa, sacarse una “foto, foto, foto, foto” con un Chewbacca patrocinado o echarle una mirada al futuro en la carpa de las tarotistas. Para muchos de los asistentes, la música era casi una excusa para estar ahí, y lo importante era que la peluca de color (el nuevo fetiche instalado desde la publicidad del Personal Fest) no se les corriera demasiado. Lástima que un estúpido arruinó el final de la noche. Al cierre de esta edición, se esperaban novedades sobre “el pibe de acento cordobés”, que era buscado por la policía.
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