MUSICA › COSQUIN ROCK, PRIMER DIA
El diluvio sobre Comuna San Roque no impidió que más de veinte mil personas vivieran una fiesta multiestilística.
› Por Cristian Vitale
desde Comuna San Roque
Bautismo de lluvia. Cinco de la tarde, primer día de la octava edición del Cosquín Rock y un diluvio que baja de las montañas, se difumina en el lago y ablanda la tierra... pero no hay vuelta atrás: imposible detener el trabajo de meses. Y entonces el barro, el barro y la gente, como en alguna ocasión del pasado, ganan la escena. Más de 20 mil personas que peregrinan desde todos los destinos posibles. Carpas mojadas, pies descalzos, color negro, olor dulzón, fernet –en cantidad sideral– y una recurrencia repetida pero real: el Woodstock Argentino. Atemporal. Claro que ya, dado el olfato económico del organizador, bastante sponsorizado. Con vip, súper vip y un ejército de promotoras, pero con la gente, rocker e inclaudicable. Con carteles que avisan de celulares, pero también banderas del sustrato popular... como esa que cuelga entre dos árboles, bien al fondo, donde esta noche pisa fuerte el rock pesado: “Almafuerte y Perón... por pasión y por verdad”. Con fotitos de pasarela pero también una mística que no acaba. Que sostiene el placer en el punto exacto y deja fluir. Así es Cosquín.
Y deja llover. Cuando irrumpe Carajo, pasadas las cinco, hay dos posibilidades: o no tocar –el agua cae a baldazos– o tocar con resguardo. Así salen Corvata, Botafogo niño y Tery. A matar, morir y mojar. Los tres vestidos con bolsas de consorcio y cada uno con su símbolo: la cruz de Cristo, la de David y el de la paz. Se suceden “El error”, “El vago”, “Sacate la mierda”, “Chico granada” hasta que las pantuflas, también con bolsas de nylon, dejan su huella en el piso. La pisarán después, entre el crepúsculo y la noche profunda, Los Cafres –con menos agua–, Café Tacuba, Arbol, Catupecu Machu, La Vela Puerca, Attaque 77 y Suicidal Tendencies. Heterogeneidad pura, signo de los tiempos. Sangre nueva y mezcla: al momento de encarar “Dale!”, Fernando Ruiz Díaz invita a Cristian Aldana –esta vez El Otro Yo no forma parte de la grilla– y sale un momento cenit de la noche. Habrá algunos más: la fuerza demoledora con que la banda hardcore de Los Angeles irrumpe hacia el final, por ejemplo. O el show, completo, de La Vela Puerca.
Los uruguayos, afianzados en territorio seguro tras la edición de El Impulso, ofrecen el show más festejado y agitado de la noche. El mix entre pasado y presente pega justo ahí, donde su gente espera. Bellas melodías, pobladas de historias losers, catarsis personales, introspección y brotes del alma, incorporan un matiz que contrasta con la energía pura de Catupecu, la combatividad visceral de Todos Tus Muertos, o el punk rock “fórmula segura”, de Attaque 77. Incluso, hasta con su misma historia. La Vela ya no es aquella que inundaba los pubs de punkies, a base de ska y saltitos, sino la suma vital –y exacta– de los laberintos agridulces de un compositor descarnado. Sebastián Teysera, por carisma y pluma, representa –se nota– el sentir de muchos partiendo de sí. Química pura, de la humana. Y el público lo capta... rabioso con “De atar”, por caso, o sereno, existencial con “El señor”. Amagan irse para no verse más, pero por suerte nunca cumplen.
Otro momento cenit: Almafuerte. Cuando el cuarteto del inoxidable Ricardo Iorio se planta, imponente, en piso seguro, una marea humana –con tierra mojada hasta las rodillas– corre hacia el lado de las montañas. Esta vez, el convite es en el escenario de atrás. Preparan el terreno Lethal, Tren Loco, O’Connor y Horcas. Y corona el cuarteto metalero de los suburbios. A “Patria al hombro” le suceden “Triunfo” y un tendal de cuernos hacia el cielo; a “Del más allá”, “Toro y pampa”, con una bellísima melodía del Tano Marciello, que transforma a la banda en la más “cancionera” del género y, claro, explica su masividad. Se encadenan, después, “Convide, rutero” –otra linda canción–, “Dónde está mi corazón”, “1999”, la fundamental “El pibe tigre” y “A vos, amigo”... una performance impecable y, a su vez, saludable dado un Iorio calmado, tolerante e, incluso, internacionalista. “Eso de el que no salta es un inglés no es positivo. Hay gente buena en todo el mundo, amigo”, reta, en general, cada vez que asoma el cantito.
Anoche, bajo un clima más despejado, cerraban la jornada Ratones Paranoicos, Las Pelotas, Intoxicados y Los Gardelitos, y hoy –el día del epílogo– se espera una asistencia record para ver a León Gieco, Viticus y Los Piojos. Dada la realidad, y pese a los amagues de la organización, al Cosquín le queda tela, y por un buen tiempo: apenas cumplió ocho años, y el rock –a priori– es algo más que la vida biológica del hombre.
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