Vie 04.11.2005
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MUSICA › SERGIO PANGARO PRESENTA “AUTOAYUDA”, SU NUEVO DISCO

El hombre que viaja con la mente

Entre copas y fantasías de ciudades cool, el músico dice que el dandysmo es su forma de resistencia a cualquier agresión.

› Por Julián Gorodischer

No se quita el saco ni en su propio living; posa con la copa de vino entre dos dedos; recuerda, cantando, estadías imaginarias en la Roma de La dolce vita o en la Berlín anterior a la Segunda Guerra: se transporta a lugares en los que nunca estuvo. Sergio Pángaro, líder de Baccarat (que presenta su nuevo disco-libro Autoayuda, hoy y mañana a las 21 en ND/ Ateneo), acentúa su dandysmo, cultor de la anacronía como una forma de la virtud, extrañamente captado por la atmósfera del hotel tropical, el bar de cócteles, el mambo, la guayabera, asociados al lounge que Baccarat difunde entre nuevos públicos. En coquetos escenarios de confitería, proclive a que sus visitantes asistan al show con una bebida entre manos, Pángaro repite, con frecuencia, el rito de dos regalos: una rosa exageradamente roja, un verso robado de algún tema (Tú, tocas mi alma) dedicado sobre una servilleta.
Nunca pierde el control: una vez le vació un Martini en la cabeza a un molesto de la primera fila con total elegancia, porque cuando canta, el respeto debería ser sagrado. En escena exalta los tragos, casi como si todo se tratara de una oda al Campari con naranja, lo cual no es poco. “Voglio un tequila, camarieri”, reclama Sergio, cuando las luces están bajas y el show transcurre, cuando las copas de cristal y la antigua barra de bebidas aportan ese tono fifties que Ba-ccarat promueve. El ars etílico exige unos cuantos requisitos: mantener el exceso en regla, entenderlo como una vía de conocimiento antes que de dispersión. “No es para cualquier temperamento”, limita.
El dandy que interpreta no tiene guión ni libreto –dice–, es una creación personal que le escapa al freakismo de Los Amados y a cualquier otra caricatura de un meloso. “Me quedo con una definición que atribuye al dandy estar caracterizado por la lengua: por cómo habla y qué dice, por cómo se planta frente a los valores institucionales. Gente como Lucio V. Mansilla o Adolfo Bioy Casares están marcados por cierta impronta sajona, por el humor inglés, que puede ser cordial y a la vez hiriente, pero nunca corrosivo.” Para expresarse, Pángaro elige una única melodía en todas sus canciones, que define como música de ascensor o easy listening, y a la que confronta con su aquí y ahora sudamericano. Sus continuas referencias a viajes no anclan en una Europa real, sino en una Viena de los ’60, una atmósfera que no existe más. En su escenario, antecedido invariablemente por un cóctel, abundan el dorado, los cristales, las flores, las referencias a la Navidad. Un trago dispara una anécdota; es la crónica de vivencias y situaciones que podría trazarse a través del Campari Rojo, que habilita un viaje imaginario en Arrivederci Roma, del daiquiri que es excusa para añorar un amor que partió, del tequila que tuvo su propio homenaje en Tekila. El vino lo tranquiliza y conforta; el daiquiri lo pone más alegre... La idea es no perder la elegancia y nunca parecer borracho. El lo consiguió y, a pesar de los halagos y las preguntas sobre “cómo se mantiene en forma”, prefiere la modestia, tal vez el lamento. “Yo, hasta los 30 años, era modelo vivo para pintores y escultores; ahora ya no darían mis proporciones.”
–El cóctel es una artesanía –sigue–, una creación al alcance de la mano. Te permite jugar, hacer algo vos mismo, obtener el sabor que inventó el Martini dry. No me considero cultor del buen vivir, sólo tomo elementos para charlar. ¿Si hago un culto al protocolo? Me quedo con las buenas maneras, que en esta sociedad tan agresiva no son un elemento suntuario. Es construir un lenguaje básico para trascender las fronteras de la agresión inmediata.
Las canciones de Autoayuda, que interpretará hoy en el teatro, lo confrontan con algo para recordar, y pocas veces es grato. La de Pángaro, como correlato, es una vida en solitario: es la del hombre que pasa sus días revisando estantes de librería de viejo, perdiéndose una tarde en las calles de Belgrano, caminando por el bajo Corrientes, esperando con una copa entre dos dedos en el Piazza de Congreso, transportándose a través de algún fluido a otra escena que puede quedar en la Fontana de Trevi o en la playa de Acapulco. Son lugares favoritos aludidos por sus temas, a los que viaja sin moverse. ¿Por qué sus canciones son el eterno retorno al amor contrariado? “El amor consumado no tiene posibilidad de expresarse –distingue Pángaro–, sólo de vivirse.” En el texto de la canción Autoayuda, su favorita, encuentra su clímax poético y confiesa, autobiográfico, que ni la autoayuda ni el diván pudieron detener el constante parpadear, que me hace a mí, distinto de recién....
“Tiene más de psicoanálisis que de autoayuda –dice–, es una confesión: si soy feliz, se terminó, qué voy a decir... los chicos de la banda me dijeron que nunca me expuse tanto en un tema. Pero no habla tanto de mí: aspiro a cierta universalidad. Es lo que decía Platón sobre ideas de las que los demás participan.” Parece que no puede sacarse de encima la imagen del parpadeo; vuelve cuando se enciende “para parpadear, por la exigencia de ser cada vez más brillante, de deslumbrar, de buscar el flash. De querer encandilar, cuando lo que prima es la apariencia, la seducción. Pero como en el fondo no adhiero a ese impresionar, parpadeo...”. La autorreferencialidad se retoma en Porque sí, el hit de difusión de Autoayuda, tal vez su álbum más biográfico. “Aquí hablo de una retórica puesta al servicio de argumentos preconcebidos, sin querer usar la razón para encontrar una verdad en común. Yo tengo una predilección por la autocrítica: para evitar que otro venga a criticarme. Es mejor desarticular lo que pueda venir cuando uno ya lo dijo antes. O es una forma de pedir piedad: el otro no va a tener tantas ganas de agredir.”
Sus nuevas letras lo echan encima de su ombligo: no contemplan acción ni movimiento y, muchas veces, ni siquiera relación posible con un otro. Es la pura introspección de un ser meditativo que se relaciona con situaciones abstractas. A pesar de la dificultad de ese punto de partida, Pángaro se entrega entero. En Autoayuda dice que vive atrasado, sin reaccionar, con miedo a los fantasmas que lo miran de atrás y le esconden las cosas... Claro que, además del Pángaro poético, está el cantante conocido, más asociable a retratos en fiestas de etiqueta y salones imperiales. “Vivo en el contraste típico de esta sociedad”, sigue. “Tomo champagne en la fiesta de los premios Planeta y como choripán en el recital por la solidaridad con la fábrica Bruckman.” El dandysmo y el romanticismo exacerbados se manifiestan en la continua referencia al paseo, el cruce de miradas, el aseo personal. Pángaro no reniega de su propia ingenuidad, que en sus letras puede expresarse como pura emocionalidad. Escribió en Decepción: Hoy no quiero desilusionarme/ para siempre quiero enamorarme/ presentame a tu amigo/ me da cosquillas en el ombligo.../ amanece y cantan las aves/ las escucho para no recordarte.... Cuando compone, acepta que el estado emocional es su estímulo más eficiente. “Salí con ansias de enamorarme, y de pronto me encontré en calles desiertas, con pajaritos cantando, que hubieran sido una sinfonía de la naturaleza y de pronto se vuelven todo lo contrario. Disecciono el momento, como ocurre en Escuché una llave con el modo en que lo cotidiano se transforma en recuerdo...”
–Todo muy melancólico...
–Hablo de cómo vuelve lo que perdimos con el tiempo y de qué vacíos va dejando lo que ya no está. Es una forma de no quedarme en la primavera permanente.

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