En este festival, tal como quedó demostrado desde su inicio, el miércoles pasado, lo que sobresale es la diversidad. O más precisamente la mescolanza. Así, por este escenario bautizado telúricamente Hernán Figueroa Reyes –pero que bien podría llamarse Armando Manzanero, o por qué no Frank Sinatra– ya pasaron Mercedes Sosa, Estela Raval y Los 5 Latinos, Pimpinela, Cacho Castaña, Los Nocheros, el Puma Rodríguez, Ricardo Montaner, entre muchos otros exponentes de la canción. Todo armoniosamente, a juzgar por el entusiasmo con que el mismo público festejó propuestas de lo más disímiles. La noche del domingo tuvo un foco más claro, dedicada a las diferentes formas de eso que a grandes rasgos se sigue llamando rock, justo cuando a pocos kilómetros de aquí había finalizado el Cosquín Rock. El resultado no fue el esperado en cuanto a la venta de tickets: muy temprano, las puertas fueron abiertas para llenar los grandes blancos de este moderno anfiteatro con capacidad para doce mil personas.

La noche rockera de Villa María incluyó las presentaciones solistas de dos ex compañeros de grupo que no se cruzaron para nada, Vicentico y Flavio Cianciarulo. La noche cerró enérgica con Las Pelotas y antes también estuvieron los locales Mr. Mojo y Alejandro Lerner, que desde su último disco declara estar Enojado. Lo deja más explícito en uno de los nuevos temas, que también formó parte del repertorio: “Me siento como el culo”. El sabrá. Entre el público varios compartían el sentimiento expuesto por el “Todo a pulmón”: eran los que habían pagado su entrada, ahora rodeados de la alegre muchachada que festejaba y llamaba a los gritos a la mamá para contarle que habían entrado gratis y estaban ahí nomás del escenario. Los que abrieron la noche, cuando todavía alumbraba la luz del cambio horario y el estadio estaba vacío fueron Mr. Mojo, una banda de Villa María que entre el rock, el blues y el country deja lucir la armónica de su líder, Fabricio Rodríguez. Los muchachos son ahijados artísticos de León Gieco (grabaron con él el tema “Cada camino es igual”) y afrontaron con soltura y talento el difícil trámite de romper el hielo en estas circunstancias. Después de los viejos éxitos y las nuevas canciones enojadas de Lerner, apareció el proyecto de Cianciarulo, que incluyó los temas que alguna vez el bajista les dio a Los Cadillacs (“Matador”, “Mal bicho”, “Manuel Santillán, el león”) condimentados con abundante ska.

Pasada la medianoche apareció Vicentico, siempre con esa pinta de recién levantado que dejó el baño para después, luciendo una musculosa con agujeros a la altura del estómago, de esos que parecen hechos con lavandina en la ropa destinada a la limpieza. La modorra que el corpulento solista arrastra como parte del personaje no tuvo que ver con el show que mostró, lleno de éxitos pegadizos y temas de su último disco, Los pájaros. Al final se relajó con una larga versión de “Desapariciones” mientras se fumaba un porrito. Desde las tribunas se escuchaban gritos pidiendo que invitase a su ex compañero de grupo, pero nada. El final esperado fue con Las Pelotas y un extenso muestrario de ese rock oscuro que trae la banda de Daffunchio y Sokol.

Mientras todo esto sucedía, puertas afuera del anfiteatro, entre las muchas peñas que se despliegan siguiendo la orilla del río y justifican el nombre del festival (“Festival de Peñas”, justamente) el panorama era otro. Calles y locales repletos de familias, que parece ser el target natural de este festival. Pero hay más oportunidades para el festival de géneros de Villa María: anoche, la programación incluyó a Los Auténticos Decadentes y al ritmo oficial cordobés: La Mona Jiménez, Trulalá, Banda XXI, entre otros. Para hoy quedan los shows para los más chicos, 100% Lucha y Piñón Fijo. Todo en su medida y armoniosamente parece ser la propuesta de este festival, aunque unas veces funciona mejor que otras.