Lunes, 24 de marzo de 2008 | Hoy
MUSICA › A LOS 89 AñOS, MURIó EL CONTRABAJISTA CUBANO CACHAO LóPEZ
Fue un innovador de la música popular de su país. Estaba exiliado en Miami, pero no se sumaba al anticastrismo militante.
Por Karina Micheletto
El contrabajista Israel “Cachao” López, una de la figuras legendarias de la música cubana, murió antes de anoche en Miami, a los 89 años, a causa de una enfermedad renal. De Cachao se dice que fue uno de los inventores del mambo, ese género que tan bien supo adaptarse al for export de brillos y destrezas gimnásticas de la danza, símbolo potente del imaginario del “sabor” caribeño, siempre sexuado y “caliente”. Más allá de este título nobiliario, Cachao fue uno de los grandes contrabajistas de la música latina, un músico que supo unir su formación clásica y tradiciones como la del jazz a ese swing intransferible que provee el conocimiento de las raíces. Tuvieron que pasar muchos años y trabajo, pero el músico cubano alcanzó el reconocimiento merecido en vida.
El aporte de Cachao López al mambo, que surgió como un desprendimiento del danzón, tuvo que ver con el trabajo que hizo con su hermano Orestes, como parte de una orquesta de tipo charanga llamada Maravillas de Arcaño. Cachao tenía unos 20 años cuando compuso con su hermano un tipo de danzón al que llamaron “Mambo”, con influencias afro pero con un ritmo algo más lento, que hacía mover con otros pasos a todos los que lo escuchaban. Lo presentaron en sociedad en 1938 y pronto ganó adeptos que compusieron hit tras hit en base a ese nuevo ritmo, internacionalizándolo, como Dámaso Pérez Prado.
Si es que existen los “inventores” en la música popular, identificables como nombres individuales, el aporte fundador de Cachao también tuvo que ver con las “descargas”, una suerte de jam sessions donde se sumaba al mambo y otros ritmos cubanos la improvisación propia del jazz, y que en los ‘50 dejó registradas en Cuba en una serie de discos. En este sentido, siempre brilló como un virtuoso intérprete de su instrumento, más allá de su labor como compositor.
Cachao López nació en La Habana en 1918, en una familia de músicos. De su abuelo paterno, Aurelio López Cachao, heredó su apodo artístico, además del talento musical: subido a los escenarios, el joven Israel siempre llamaba la atención del público, que terminaba comentando: “Mira cómo toca el nieto de Cachao”. Pronto fue bautizado como su abuelo. Componía desde los 8 años, cuando empezó a tocar el bongó. A los 13 ingresó en la Orquesta Sinfónica de La Habana, y algunos años después, impulsado por su padre, se dedicó al contrabajo. En la adolescencia se las arregló para ganar plata haciendo acompañamientos para películas de cine mudo en La Habana. Participó en diferentes orquestas, como la llamada Maravilla del Siglo, de Fernando Collazo, la de Mariano Mercerón, la Fajardo y sus Estrellas. Con el tiempo firmó más de dos mil danzones y unas tres mil composiciones en total. Una gran parte de este trabajo lo tocó o compuso junto a su hermano, Orestes López. Su familia también fue reconocida en la figura de su sobrino y discípulo Orlando “Cachaíto” López, hijo de Orestes, una de las figuras del film que rescata a un seleccionado de viejitos con swing de Cuba, Buena Vista Social Club.
Cachao formaba parte de la legión de músicos cubanos en el exilio, aunque no revistaba en la facción de los anticastristas militantes, al estilo Paquito D’Rivera. Cuando lo consultaban sobre los motivos de su exilio, decía que no habían sido políticos, aunque marcaba sus diferencias con el gobierno de Fidel Castro. Dejó la isla en 1962, tres años después del triunfo de la Revolución. Tras pasar un año en España viajó a Estados Unidos: primero a Nueva York, después a Las Vegas y más tarde a Miami, donde construyó una carrera con la que logró convertirse en una celebridad internacional. Le llevó años lograrlo, pero con el tiempo fue reconocido como uno de los virtuosos del jazz latino. Su fama incluyó dos premios Grammy (en 1995 y 2005), un Grammy latino en 2003, el título de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad de Berkley, y hasta una estrella propia en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Claro que no todos fueron éxitos lineales en la vida del contrabajista. Cuando su carrera parecía terminada y sobrevivía tocando en fiestas particulares y casamientos, en los ‘90 volvió a resurgir con enorme popularidad con el “boom” de la música latina en Estados Unidos. Y sobre todo con el documental del actor cubano Andy García (Cachao, como su ritmo no hay dos, de 1993), que homenajeaba en vida su figura. Desde entonces llenó auditorios como el Radio City Music Hall de Nueva York y editó nuevos discos, entre ellos Ahora sí, en 2004, que le dio su último Grammy. Durante su larga carrera también compartió escenario con artistas como sus compatriotas Celia Cruz o el trombonista Generoso Jiménez, o Tito Puente y Charlie Palmieri, entre muchos otros. Su bajo también puede escucharse en discos como Mi tierra, de Gloria Estefan, y en las películas Calle 54 y Two much, de Fernando Trueba. El año pasado participó junto a Gloria y Emilio Estefan en el disco 90 millas. Ahora, la pareja de músicos prepara un homenaje para sus funerales. El productor Javier Limón es otro de los que ahora lo lloran: “Yo no lo descubrí hasta que lo vi en Calle 54, donde cantaba con su contrabajo, junto a Bebo, Lágrimas negras –contó–. Nadie ha cantado esa canción como él, y la impresión que nos dejó y su inspiración fueron decisivas para el disco que más tarde grabamos con Bebo y Diego El Cigala. Además de ser uno de los creadores del latin jazz, él perteneció a esa generación que transformó la música cubana en música digna. Yo me quedo con la pena de no haber podido trabajar con él”.
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