Lunes, 21 de abril de 2008 | Hoy
MUSICA › HORACIO LAVANDERA
Para el pianista, “de esta deficiencia somos responsables los músicos, directores artísticos, periodistas, público”. Su ciclo sobre compositores argentinos es, de algún modo, una contribución a una actividad que “necesita apoyo continuo y sistemático”.
Por Santiago Giordano
Horacio Lavandera ya no es más el muchachito que con 16 años, tras ganar el concurso Umberto Miceli de Milán, cosechaba elogios dirigidos a una promesa, incorporaba fechas, festivales, teatros, orquestas, repertorios y directores ilustres a su currículum, en una carrera de creciente trascendencia. En un universo como el de la música, que ve cambiar los escenarios, los soportes tecnológicos, las formas de distribución, las maneras de escucha y los modos de interpretación, a los 23 años Lavandera es una realidad concreta, un músico en plenitud, abierto y curioso, cuya figura se revela mucho más cercana a la de un intelectual que a la de un virtuoso estrella. Su interés por la música de autores vivos –con los que a menudo trabaja– lo distingue en el panorama de los concertistas de envergadura internacional, aunque su repertorio llega hasta el barroco transcripto al piano; si bien percibe en el tango un sentimiento que dice no haber descubierto en otros géneros, prefiere hablar de “música de arte”, en lugar de apelar a las oposiciones culto-popular; se confiesa influido por pianistas tan distintos como Arturo Benedetti-Michelangeli y Martha Argerich, entre muchos otros, y asegura que a pesar de la distancia –desde fines de 2003 vive en España– su pasión por Boca Juniors es “inquebrantable”.
Hoy, Lavandera dará el último de los cuatro conciertos programados en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), en el cierre de un ciclo dedicado a compositores argentinos, donde conviven nombres del siglo pasado (Julián Aguirre, Alberto Williams, Alberto Ginastera) y creadores actuales como Fabián Panisello, Gabriel Senanes, Esteban Benzecry y Osvaldo Golijov. “Cada uno de ellos tiene una mirada propia sobre la música tradicional argentina, que tiene que ver con nuestras raíces y nuestra impronta cultural”, explica el pianista a Página/12. “No obstante, más allá de los sonidos gauchos, folklóricos, tangueros, también ponen en juego otras influencias que enriquecen el panorama y generan nuevas visiones e interpretaciones de nuestra identidad. Es interesante la apertura de lo argentino, y dar cuenta de la flexibilidad con que se construyó históricamente este concepto.”
–¿De qué manera cree que se da una continuidad entre la tradición de Aguirre, Williams y un poco más acá Ginastera, y las obras de Panisello, Senanes, Benzecry y Golijov?
–Son innegables las influencias que ejercen los clásicos, nuestro folklore, sobre los jóvenes compositores. Por ejemplo, es notable cómo Ginastera se manifiesta en la Toccata Newen, de Esteban Benzecry, o el Doble Estudio Nº 6, de Fabián Panisello. Ese espíritu gaucho, intempestivo, que recuerda a las costumbres y la vida en la llanura pampeana del siglo XIX, se trasluce en los sonidos impactantes y envolventes de estas obras. También la obra Triciclo, de Gabriel Senanes, se muestra marcada por el tango y la milonga; y Levante, de Golijov, elaborada con reminiscencias de candombe. Es evidente que hay una tradición cultural y es interesante la reelaboración, las visiones innovadoras acerca de esa tradición o, incluso, los elementos que buscan afirmarla.
–¿Cómo ve, a la luz de esa tradición, la actualidad de la música argentina?
–En nuestro país existe una cantidad increíble de excelentes compositores, con un nivel comparable al de los países más avanzados del centro de Europa; pero su difusión es escasa, tanto acá como en el exterior. De esta deficiencia somos responsables los músicos, directores artísticos, periodistas, público y todos aquellos que tienen influencia en la construcción de la escena cultural. La actualidad de la música argentina es sumamente promisoria, pero necesita apoyo sistemático y continuo para que se siga desarrollando.
–En los bises de sus conciertos tocó tangos, y lo hizo con notable propiedad. ¿Cuál es su interés hacia el género?
–Mi padre, José María, es percusionista de la Orquesta del Tango de Buenos Aires desde hace más de 20 años, y desde chico frecuento ese mundo fascinante, en el que tuve la dicha de conocer a sus directores, Carlos García y Raúl Garello. De todas maneras, sea o no tango, me inclino hacia la música que tiene una compleja elaboración y una sólida estructura, sin importar el género a que pertenezca. El tango, además de ser interesante en este aspecto, refleja una forma de ser, una gravedad, un sentimiento que hasta ahora no he escuchado en ninguna otra música.
–Una de sus características como intérprete es el interés por la música contemporánea. ¿Qué aspectos son los que más le interesan?
–En principio, la sonoridad, la originalidad de los recursos compositivos utilizados; más profundamente, me atrae entender qué rupturas está generando respecto de las estructuras ya establecidas.
–¿De qué manera una formación clásica se conjuga con las necesidades de interpretación de la música contemporánea?
–La formación clásica es el punto de partida para estudiar música. Así como un pintor tiene que aprender los fundamentos de la composición en los grandes artistas de todos los tiempos, para luego generar un cuadro abstracto, un músico no puede dejar de escuchar y tocar a los grandes compositores clásicos para comprender la actualidad de la música, sus inicios, sus modificaciones, sus revoluciones. La música contemporánea implica nuevos mundos sonoros, cada vez más ricos y complejos, que probablemente no hubieran podido ser posibles sin las bases establecidas por los grandes maestros clásicos.
–¿Cuáles son los compositores que más lo impactaron?
–Karlheinz Stockhausen, un gran maestro, a quien rendiré un homenaje en el Festival Internacional de Música de Alicante en septiembre próximo, con el estreno en España de su obra 24 Natürliche Dauern. También están Iannis Xenakis, Alban Berg y Alberto Posadas, de quien interpretaré en la próxima temporada su obra “Memoria de ‘no existencia’”, para piano y cinta, en el Ciclo para la Difusión de la Música Contemporánea del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
–Trabaja a menudo con compositores. ¿Cómo se articula la dinámica del trabajo conjunto?
–De distintas formas, depende de urgencias, distancias y necesidades. Generalmente, comienzo solo, con un profundo y minucioso estudio de la obra a trabajar; una vez que tengo claro el panorama y la obra lo más madura posible, contacto al compositor para comentarle mis puntos de vista e intercambiar ideas. A veces las conversaciones se dilatan de acuerdo con las intrincadas indicaciones o la complejidad de la obra. Siempre es muy enriquecedor este intercambio. He tenido el privilegio de trabajar junto a Karlheinz Stockhausen, Mauricio Kagel, Richard Dubugnon, Guillaumme Conneson, Marlos Nobre, Atsuhiko Gondai, Tomás Marco, Antón García Abril, Joan Guinjoan, Fabián Panisello, Esteban Benzecry, Gabriel Senanes, Eduardo Alonso Crespo, Luis de Pablo; he compartido ideas con Alberto Posadas, Alberto Bernal, entre otros.
–¿Cómo se dio el encuentro con Stockhausen?
–Lo admiro desde que conocí su música; deseaba mucho conocerlo y quería tener la posibilidad de elaborar algunas de sus obras para piano junto a él. Fue así que en 2004 decidí asistir a los cursos que dictaba en Kürten, Alemania. Allí trabajé con dos profesores adjuntos, que me eligieron para participar en los conciertos que se programaban durante los cursos, el mismo Stockhausen me vio tocar y me dio algunas indicaciones. Fue así que tuve el placer de compartir mis ideas de interpretación con él, y la satisfacción aún mayor de que se emocionase con mi manera de tocar su música. Hasta tuve el honor de recibir un premio de sus manos por mi interpretación. Desde entonces se fue gestando una relación de amistad, que redundó en seguir compartiendo obras, charlas, visitas y grandes enseñanzas.
–Desde algunos púlpitos se le achaca a cierta música contemporánea su falta de llegada al público, lo que llaman “comunicabilidad”. ¿Qué piensa de esto?
–Creo que es sólo desconocimiento. Es muy importante que el espectador que asiste a un concierto de música contemporánea esté informado previamente de lo que va a recibir. Tengo la experiencia de tocar para gente no entendida especialmente, que de principio no llega quizás a comprender ciertas obras. Una vez que les explico de qué se trata, o simplemente lo que el compositor estaba buscando con esa composición, inmediatamente comienzan a disfrutarla e, incluso, a divertirse con el descubrimiento de los diferentes momentos relatados en la obra musical. En mi experiencia he tenido una respuesta muy positiva del público cuando en el programa de mano se ha hecho un exhaustivo comentario.
–¿Tiene pensado grabar próximamente?
–Recientemente grabé para el sello Verso, bajo el auspicio de la Comunidad de Madrid, un CD llamado Compositores Españoles. Generación del ’51. Fue un trabajo formidable, con obras compositores vivos, con quienes trabajé para la grabación. Son autores legendarios como Antón García Abril, Luis de Pablo, Joan Guinjoan, Tomás Marco y Cristóbal Halffter. Muy pronto será presentado aquí en la Argentina.
–En décadas pasadas el disco fue un vehículo formidable para la música y sus intérpretes. ¿Cómo imagina el futuro de la música sin el disco?
–Nuevas tecnologías de difusión y distribución de la música aparecen día a día, y lo veo positivo, facilitan el acceso a una mejor calidad de sonido y nos permiten conocer diversidad de músicas de manera fácil. Pero creo que como motor central de la música siempre estará el concierto en vivo, que es irremplazable.
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