Domingo, 3 de mayo de 2009 | Hoy
LITERATURA › SE PRESENTO EL “EPISODIO 100” DE MATEMATICA... ¿ESTAS AHI?
Adrián Paenza, figura principal de “La noche de la matemática”, convocó en la Rural a cientos de personas que escucharon la consigna que el autor les entregó: “Saber que existe más de una opción ante las encrucijadas”.
Por Facundo García
En treinta y cinco años, la Feria del Libro ha ido construyendo sus propias tradiciones. “La noche de la matemática” es una de ellas, y el hecho de que el ritual que tiene a Adrián Paenza como principal figura se haya ganado la categoría de clásico no lo hace menos impresionante: cientos de personas se reunieron el viernes en la sala José Hernández de la Rural para sacarle brillo a su mente con ayuda del docente, periodista y escritor, que aprovechó la ocasión para presentar el “episodio 100” de la exitosa serie Matemática... ¿estás ahí? (Siglo XXI). Durante más de una hora, espectadores de diferentes generaciones y condiciones sociales desdibujaron lo que los distanciaba gracias al intercambio de opiniones y, sobre todo, al uso de la inteligencia.
Así viene sucediendo desde hace mucho. La colección, que arrancó en 2005, se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales más interesantes de los últimos tiempos. En la cuarta entrega los guiños se refuerzan, ya que el enigma empieza desde el título. En vez de un cuatro hay un cien, y para encontrar el motivo habrá que recorrer las páginas de la obra. ¿Pero cómo es que en un presente donde los problemas abundan surge un intelectual que triunfa poniendo frente a los lectores precisamente eso, más problemas? Diego Golombek, que ofició de partenaire en la charla, dio una justificación posible. El biólogo –que a su trabajo de divulgador ha sumado recientemente la actividad como conductor televisivo en el programa Proyecto G, que se emite por Encuentro– puntualizó que “se ha comprobado que el cerebro activa mecanismos del placer de muchos modos. Uno de ellos es el acto de resolver un inconveniente que se nos pone adelante. En consecuencia, lo que nos propone Adrián es fundamentalmente una invitación al placer”.
Hedonistas había muchísimos, y Paenza no tardó en empezar a llenar hojas con números y signos, tal como suele hacerlo cuando participa como columnista especial en la contratapa de este diario. Así, con salidas sencillas y sin un solo gesto de altanería, el doctor en matemáticas construyó una vez más su diálogo con el auditorio, aprovechando casi teatralmente los exabruptos de las señoras ansiosas que pegan alaridos soltando exclamaciones del tipo “¡Treinta y siete! ¡Le digo que el resultado es treinta y siete!”.
Por lo demás, las principales estrellas fueron las neuronas. Se sabe: el hombre que puso a las cabezas de la multitud a sacar humito durante más de una hora se lleva bien con los números. Otro tanto les pasa a sus libros. Es más: la seguidilla de Matemática... ha vendido en total nada menos que quinientos mil ejemplares. “A ver, ¿cuánto es eso? –quiso aportar en un momento Golombek–. Yo hice un cálculo. Si quisiéramos poner en fila los libros que nos hemos llevado a casa, precisaríamos un estante de cien kilómetros de largo”, describió.
El derrotero que llevó la propuesta a semejante nivel de masividad parece haber sido trazado por un clima de época. La edición original del primer volumen fue de sólo cuatro mil ejemplares. La apuesta era doble, porque desde un principio el autor quiso que lo que escribía estuviera disponible para descargar por Internet. Contra cualquier pronóstico, una segunda tirada diez veces más grande se esfumó en lo que canta un gallo. Había sed de ciencia.
Esa reacción sugiere una lectura marcadamente política. “Esto no es una clase magistral. Pregunten y discútanme hasta que entendamos por dónde va la cosa”, insistía el científico el viernes, antes sus fans. Quien hubiera espiado el prólogo del “episodio cien” habría hallado argumentos en el mismo sentido. “Las personas –escribió ahí el investigador– no somos ni mejores ni peores porque resolvemos un problema. Esa competencia para saber quién llega primero, en una clase, es uno de los obstáculos más graves de la educación. Establece rivalidades estériles que sólo contribuyen a frustrar y no a integrar. Dividen en lugar de unir.”
Ese deseo de abrir un espacio de reflexión amplio se nota en ciertos detalles que condimentan las historias de Paenza; y no es casualidad que en estos días vaya a recibir una distinción que otorga la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares. Valores aplicados a lo cotidiano, en definitiva. Y es que después de todo, quien quiera explicar qué es la justicia social puede empezar enseñando la forma más ecuánime de cortar una pizza en una mesa de comensales hambrientos: “Somos muchos –aclaró Paenza en otro tramo de la tarde– los que estamos esperando que cambie la percepción sobre la ciencia. ¿Qué es lo que propone, por ejemplo, la matemática? Una capacidad que tiene mucho que ver con la vida. Nada menos que la alternativa de tomar decisiones más ‘educadas’ y saber que suele existir más de una opción ante las encrucijadas”.
Aparte de dejarse llevar por estas ganas de aprender, varios de los que se han enganchado con la serie buscan redescubrir lo que hasta hace poco consideraban aburrido. “¿Quieren multiplicar sin las tablas?”, consultó cerca del final Paenza, y los nenes que escuchaban abrieron unos ojos así de grandes. Inmediatamente contó cómo, no sin antes criticar el suplicio que significa memorizar tanto a una edad temprana. “¿Por qué el sistema educativo les da a los niños esa tarea tan árida cuando son chicos? –reclamó–. Es como si yo le pidiera a Víctor Hugo Morales que le enseñe lo que es jugar a la pelota a un grupo de marcianos y él empezara por pedirles que armen una barrera y aguanten los pelotazos. ¡Los pobres creerían que el fútbol es horrible!”
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