LITERATURA › EL LANZAMIENTO DE LA BIBLIOTECA TOMáS ELOY MARTíNEZ
En la ceremonia de presentación, Martínez señaló el modo en que quiso hacer confluir el periodismo y la literatura. “Hay que darle a su obra la jerarquía que merece, establecida por la crítica y los lectores”, dijo la editora Julia Saltzman.
› Por Silvina Friera
Un hombre se lanzó a la aventura de escribir uniendo dos grandes ríos que son afluentes de un mismo mar: el periodismo y la literatura. Tanta agua corrió por esos ríos que los libros siguieron su curso hasta llegar a orillas impensadas por ese joven impetuoso que abrazó la vocación literaria, pero por necesidades imperiosas de ganarse la vida en su Tucumán natal empezó trabajando en el periodismo. Desde febrero, la editorial Alfaguara comenzó a publicar la Biblioteca Tomás Eloy Martínez con la convicción de que “hay que darle a su obra la jerarquía que merece y que ha sido establecida por la crítica y los lectores de todo el mundo”, según subraya Julia Saltzman, jefa editorial del sello, durante la presentación de la colección. La obra del autor de Santa Evita es “un todo integrado, una continuidad feliz donde realidad y ficción giran en torno de intereses y temas comunes, tratados con el mismo rigor en la investigación, la misma inteligencia, la misma capacidad narrativa, el mismo virtuosismo para recrear ante el lector los hechos, ya sean éstos reales o imaginarios. Un mismo proyecto personal y literario plasmado en obras que nos ayudan a comprender nuestro tiempo y a la vez lo desafían con su trascendencia”, pondera Saltzman.
En estos meses se han publicado cuatro títulos: las crónicas de Lugar común la muerte (1979), revisadas por su autor y completadas con dos nuevos capítulos sobre Augusto Roa Bastos y José Lezama Lima; Las vidas del general (1996), La novela de Perón (1991) y El vuelo de la reina, premio Alfaguara 2002. En los próximos meses llegarán Santa Evita, La mano del amo y La pasión según Trelew, en una edición cuidada por Gabriela Esquivada, ampliada con un nuevo prólogo del autor y un epílogo escrito por Susana Viau, en el que dará cuenta de los avances en la investigación y los hechos descubiertos con posterioridad a la publicación del libro. “Ahora estas aguas están muy mezcladas”, el escritor, flamante ganador del Premio Ortega y Gasset por la Trayectoria Profesional, que otorga el diario El País de España. Cuando era un escritor “incipiente”, comenzó a trabajar en el diario tucumano La Gaceta. “Recuerdo el respeto sacramental a las cinco w del periodismo y a la pirámide invertida que habían impuesto las agencias de noticias y que me aburrían mucho. Yo había crecido oyendo cuentos y sentía la necesidad de oírlos contar y de contarlos a mi vez. En los relatos encontraba un placer y una felicidad que no se daba en la sequedad de los propios hechos”, advierte Martínez. En la década del ’60 fue jefe de redacción en la revista Primera Plana, que aún hoy le parece “un milagro imposible” en otros tiempos que no fueran aquéllos. “Era un periodismo de altísimo nivel, nacido de la necesidad de narrar los hechos, de hacer otra cosa y de entretenernos a la vez.”
La novela de Perón fue un trabajo de investigación periodística “muy acucioso” que nació de la necesidad de “enmedarle la plana a Perón”. En un momento el escritor se dio cuenta de que Perón le estaba ocultando hechos importantes de su vida. “Estaba usándome para construir su monumento personal”, evoca Martínez. “Me dije que tenía que explorar qué había detrás de todo esto que Perón contaba y dónde estaba lo cierto y lo que no era cierto.” Toda esa exploración está narrada y referida en Las vidas del general. “Cuando empecé a escribir La novela de Perón, en Caracas, durante el exilio, tenía una discusión cotidiana con un matemático que vivía enfrente de casa, Manuel Sadosky. Yo le decía que mi desafío era revelar la verdad en la misma dirección con que Sarmiento escribió el Facundo. El Facundo que ahora conocemos es el de Sarmiento y no el Facundo real; yo quería que el Perón que conocieran las generaciones futuras fuera el de mi novela. ‘No querés poca cosa vos’, me decía Manuel. Perón devora todo porque tiene su propia ley de gravedad. Pero me bastaba con que mi novela lo desafiara.”
“Los lectores tienden a encasillar a los autores con demasiada facilidad. Uno escribe un libro que produce determinado efecto de lectura, y se espera que todos los libros sean iguales o que respondan a la misma lógica. Estaba ya con Santa Evita en la cabeza, pero me decía que si después de La novela de Perón publicaba Santa Evita iban a creer que soy un peronólogo, o peor que eso un peronista, con todo respeto por el peronismo”, bromea el escritor. “No ocurrió eso porque en el medio intercalé un libro que desconcertó mucho, tanto a la crítica como a los lectores, que es mi novela tucumana La mano del amo, que no tuvo ningún éxito y que sólo un crítico vio con claridad, Nicolás Rosa, un excelente teórico de la literatura que escribió una reseña espléndida.”
Martínez recuerda que en 1972, cuando era director de la revista Panorama, recibió la orden de publicar sobre Trelew sólo la versión oficial de los hechos que desembocaron en el fusilamiento de dieciséis guerrilleros, en agosto de ese año. “Era tan evidente que esa versión oficial era falsa que me dije que no podía cometer esta falta de respeto con el periodismo. El periodismo es un acto de servicio pero no un acto de servilismo. Si bien no desmentí la versión oficial, escribí que si en este acto se ha derramado sangre sin un juicio justo iba a correr sangre. Lamentablemente, ese vaticinio resultó después cierto”, recuerda el escritor, que fue despedido por única vez de un medio periodístico por “daño a la empresa”. El periodista viajó a Trelew para averiguar de primera mano qué había pasado realmente. “Me encontré la primera manifestación pública contra el régimen militar de ese momento. Unas 12 mil personas se levantaron contra la toma de prisioneros dentro del pueblo y formaron una especie de comuna.” La pasión según Trelew, publicado en 1974, fue condenado, quemado y prohibido durante mucho tiempo.
Otro libro periodístico que se publicará en la Biblioteca es Réquiem por un país perdido, que será aumentado con artículos recientes publicados en La Nación y en El País de España. “El último texto de la edición anterior es un homenaje a la dignidad de los cartoneros que hacen de la necesidad una ocasión para crear, para pensar y demostrar que sólo con imaginación, esfuerzo y trabajo se sale adelante”, anticipa el escritor y pide que la muchachada de la editorial Eloísa Cartonera, encabezada por la Osa (Miriam Sánchez), María Gómez y el escritor Washington Cucurto, entre otros, cuenten un poco la experiencia de esta propuesta editorial en la que Martínez acaba de publicar el cuento largo “Bazán”, publicado originalmente en La Gaceta de Tucumán, pero que aparece por primera vez en formato libro. “Es emocionante verlos trabajar en el pequeño taller que tienen en la calle Brandsen”, confiesa el escritor, que tuvo el honor de ser invitado a comer tallarines un domingo. “Hay que ver a la Osa en la puerta de la cartonería pintando en las caras las banderas de Boca, mientras los hinchas desfilan hacia la cancha.”
Imponente, grandota y eterna candidata a ganarse el premio Miss Simpatía, la Osa dice: “Este cuento es único; lo editamos primero nosotros, yo pinté las tapas”. Gómez afirma que están muy contentos de haber editado “Bazán”, un cuento que refiere a una especie de santo popular tucumano. “Nos gustó mucho cuando lo leímos y es una alegría para nuestro catálogo y nuestro proyecto que un autor tan importante como Tomás colabore con nosotros.” El proyecto de Eloísa sigue creciendo: ya están a punto de comprar un terreno propio para construir una casa. María revela que las editoriales cartoneras son como “un virus”, ya hay 14 emprendimientos parecidos en distintos países de América latina. Martínez agrega que autorizó a la editorial Yiyi Jambo a traducir una de las crónicas de Lugar común la muerte sobre Roa Bastos al portuñol selvagem, mezcla de guaraní, español y portugués que se habla en el triángulo de Ciudad del Este.
“Me rompo la cabeza pensando cómo vamos a salir de este atolladero que tiene el periodismo de papel, que es el periodismo en el que todos hemos crecido, para encontrar una vía de confluencia con Internet”, admite Martínez. “Tiene que haber una manera en la que Internet y el papel coincidan quizá por caminos diferentes, pero que ambos sean rentables. Esta es la pregunta que se formula el periodismo hoy, tanto los grandes diarios europeos como los norteamericanos; una pregunta cuya respuesta todavía está en suspenso. Una de las claves está en el hecho de que muchos de los textos de Internet son anónimos, pero los periódicos tienen el respaldo del responsable del periódico y las firmas. Es un problema de contenidos: los periodistas que mejor piensan y dicen cosas más valiosas son los que prefieren que sus textos vayan a los grandes periódicos. Ojalá hubiera una vía de escape a esta especie de camino cerrado. El periodismo ha puesto imaginación y ahora se está esforzando por encontrar un camino. Y sin duda va a encontrarlo.”
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