LITERATURA › EL PREMIO TUSQUETS DE NOVELA FUE PARA SERGIO OLGUíN
El escritor argentino fue galardonado por Oscura monótona sangre, un thriller entre la Villa 21 y Barrio Norte, nacido de la molestia del escritor “por el modo en que los medios tratan superficialmente el tema de la inseguridad”.
› Por Silvina Friera
El hombre equivocado, argentino y bostero, está en la sala de conferencias de la Feria del Libro de Guadalajara (FIL), en México. Con ese título de un libro de John Katzenbach y el seudónimo de Obélix, el bondadoso personaje de ficción que aparece en los comics de Asterix, está compitiendo por un importante premio literario. El escritor y periodista Sergio Olguín ganó con Oscura monótona sangre, un thriller intenso que transcurre entre la Villa 21 y Barrio Norte, los 30 mil euros de la V edición del Premio Tusquets Editores de Novela. El jurado, presidido por Juan Marsé e integrado por Almudena Grandes, Jorge Edwards, Elmer Mendoza y Beatriz Moura, elogió la obra ganadora por “la sabia estructura y la magnífica resolución de una trama de obsesión y doble moral, de pasión y conflicto social, en la que se ve envuelto el protagonista, un hombre ejemplar hecho a sí mismo, dispuesto, no obstante, a traspasar todos los límites por una relación inconfesable”. En diálogo con Páginal12, Olguín dice que esta novela representa “un cambio fuerte” en su línea habitual, más próxima al humor. La escritura de la novela premiada empezó con una pequeña idea que se transformó en una obsesión. “Me molesta el modo en que los medios de comunicación tratan superficialmente el tema de la inseguridad –confiesa–; entonces imaginé un personaje de clase media acomodada, pero de origen pobre, que va a la villa y deconstruye su propia vida. Si a este empresario lo asesinaran, se hablaría de inseguridad. Pero cuando matan a un adolescente en una villa, esa muerte no es inseguridad.”
Al empresario Julio Andrada, el protagonista de Oscura monótona sangre, le gusta rumbear por la Avenida Amancio Alcorta –un secreto que no comparte con nadie– para “sumergirse” en los barrios humildes que le recuerdan su origen social y le devuelven la medida exacta de su éxito y ascenso social. Un día se detiene en una parrilla de Pompeya y escucha una conversación entre unos camioneros sobre la prostitución juvenil en uno de los barrios próximos a su trayecto habitual, la Villa 21. Hay pulsiones inefables, misteriosas; pero lo cierto es que esa mañana marcará el principio del fin. Andrada se sorprenderá a sí mismo contratando los servicios de Daiana, una adolescente que le provocará un borbotón incontenible de deseo. El empresario paradigmático, el vecino ejemplar en su cruzada contra los cartoneros, el padre de familia de pura cepa empecinado en proyectar una imagen perfecta, no quiere sacar los trapitos al sol; al contrario, planificará con aplomo y fría inteligencia su doble vida. Pero este “doblete” lo obligará a tomar decisiones rápidas y a adoptar medidas más “comprometidas”.
Olguín, nacido en Buenos Aires en 1967, afirma que se encuentra en el momento más importante de su carrera. El título de la obra ganadora lo tomó de un verso del poeta italiano Salvatore Quasimodo: “No sabré nada de mi vida,/oscura monótona sangre/”. A diferencia de sus anteriores novelas, Lanús (2002), Filo (2003), El equipo de los sueños (2004) y Springfield (2007), hay un tono desesperanzado y un final violento. “Es una novela corta, pero muy intensa, en la que ocurren muchas cosas; es como una película de una hora y media que atrapa al espectador y no puede dejar de mirarla”, subraya el escritor, que trabaja como periodista desde 1984; fundador de la revista de cultura V de Vian, que dirigió hasta 1999, y actual jefe de redacción de Lamujerdemivida. El autor define a la criatura que protagoniza su novela como “un hombre que se ha hecho a sí mismo”. Andrada, el hombre en cuestión de unos 60 años, tiene una fábrica en Lanús y vive en un departamento en Barrio Norte. “La fábrica la heredó del anterior dueño, un hombre sin familia que le dio la oportunidad de trabajar. Aunque mantiene esa fábrica como símbolo de su propio crecimiento y tesón, se dedica a otros negocios. Tiene una empresa de servicios de construcción y ha hecho mucho dinero en los años ’80 y ’90 con la especulación financiera; le presta dinero a un prestamista, lo que sería un usurero al cuadrado”, bromea el escritor, identificado con la narrativa argentina de los años cincuenta del grupo Contorno y con escritores como David Viñas, Bernardo Kordon, Abelardo Castillo, Miguel Briante y Ricardo Piglia, entre otros.
Cuando Andrada comienza sus excursiones sexuales por la villa, se mete en problemas y se transforma en su propio enemigo. “Me interesaba trabajar con esta provocación social de un tipo de plata en un contexto de carencia, pero sin que la novela incurra en lo moral ni tenga un mensaje, sino dejándole librado al lector la ambigüedad de este personaje; que por momentos cae muy mal, pero que también despierta compasión por el modo en que se autodestruye y porque no se siente muy incómodo con la clase media en la que se mueve”, precisa Olguín. Narrada en una tercera persona muy pegada a la nuca de Andrada –“al mejor estilo George Simenon, autor al que intenté imitar hasta el plagio”, reconoce el escritor–, hay un personaje secundario, la hija de Andrada, que estudia psicología en una universidad privada, que parece tener, como su padre, también una doble vida. “Esa chica algo oculta, por la manera de comportarse y por lo que dice”, subraya Olguín.
La preocupación de Andrada por los cartoneros que deambulan por las calles del edificio de Barrio Norte, donde es presidente del consorcio, sería una subversión de sus inmersiones en los barrios bajos. “Quise reflejar la irrupción del mundo burgués metido en la villa, y el mundo de los cartoneros en el corazón de un barrio burgués”, plantea el escritor. “Sería la contracara de Cabecita negra, de Germán Rosenmacher, porque ya no son los cabecita negra que acechan en las casas de los burgueses para conseguir lo que no tienen, sino las clases medias que se me meten en la villa para buscar lo que no tienen: sexo.” Aunque no esté explicitado el peronismo y antiperonismo, Olguín admite la presencia soterrada de esta tensión de clases “entre el señor burgués y el obrero que conviven en Andrada”.
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