Vie 08.10.2010
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LITERATURA › LA FERIA DEL LIBRO PARECIO CONTAGIARSE DEL RITMO CELESTE Y BLANCO

Letras argentinas, feria en movimiento

El anuncio del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa impregnó las actividades del día, pero no es lo único a relatar: un vistazo a la labor de los agentes literarios, la marcha comercial de las traducciones y el espíritu del Bicentenario.

› Por Silvina Friera

Desde Frankfurt

La Buchmesse se contagia del ritmo argentino. El clima en los pabellones y la sensación térmica en general tiene un no sé qué diferente; hay –confirman editores y agentes literarios veteranos de Frankfurt– más alegría y color. El hombre despreocupado que camina cerca del stand de Alfaguara es Juan Gelman. Aunque es mediodía, la luz artificial escamotea la noción del tiempo. Podría ser muy tarde y daría igual. Pero no. Un tema de conversación se impone: las chances de Gelman, uno de los candidatos al Premio Nobel de Literatura. “No voy a ganar”, cabecea el poeta de mirada risueña y se pierde entre una multitud de cabezas. El reloj marca las 13 cuando unos gritos atropellan el murmullo ambiente. De pronto muchos se abrazan, aplauden y festejan. Mario Vargas Llosa acaba de torcer una suerte de mito constitutivo: el escritor peruano estaba más cerca de convertirse en el eterno aspirante –como Borges, se repetía por ahí– que en el flamante Nobel. La gente se acerca a felicitar a la editora Julia Saltzmann, como si fuera la representante en Frankfurt del autor de Conversación en La Catedral.

La pilcha Nobel

El más irritado de los argentinos con el veredicto de la Academia Sueca es Mario Goloboff. “Vargas Llosa representó un instante de ruptura y grandes transformaciones en la literatura latinoamericana de los ’60 con La ciudad y los perros, La casa verde y textos de esa época”, plantea. El escritor argentino dice que han pasado cerca de 50 años y que la obra del peruano “ha dejado de representar en la cultura y en la literatura lo más productivo, lo más enriquecedor de nuestro trabajo creativo”. “Hay muchos otros escritores que con mayores méritos lo hubieran merecido –al Premio Nobel–, y seguramente por razones políticas y otras que ignoro no les fue atribuido.” Con el as de espadas de su ironía, Gelman –que llegó a estar cuarto entre las apuestas que se hacen en la previa al anuncio– aclara por qué no le podían dar el máximo galardón de la literatura mundial. “No me traje ninguna pilcha Nobel”, bromea. “Más allá de las diferencias políticas e ideológicas, Vargas Llosa es un gran escritor”, pondera el poeta.

Volviendo a la Feria, el escritor y editor Antonio Santa Ana admite que “hay un clima más festivo” en esta edición. “Algunas cuestiones de la organización argentina se podrían haber mejorado, pero ahora no es el momento de criticar, sino de alumbrar. Lo más valioso que nos deja esta feria es el Programa Sur”. Santa Ana, editor de Alfaguara, tantea con un optimismo moderado el porvenir post Frankfurt. “El espacio de los escritores argentinos y su visibilidad en Alemania dependerá del mercado”, advierte. “Si a los autores argentinos les va bien en Alemania, se puede hacer un derrame perdurable de la literatura argentina. Es clave que a los escritores editados acá –Eduardo Sacheri, Leopoldo Brizuela, Pablo Ramos, Sylvia Iparraguirre y Marcelo Figueras, entre otros autores de Alfaguara– les vaya bien”, insiste.

Enamorados

Imaginen una estación de tren, la HBF de Frankfurt, limpia, prolija, eficiente, tres adjetivos harto sensibles para la cultura alemana. En este primer mundo de orden y corrección, también –claro– hay afiches. En uno se anuncian los escritores más importantes que estarán –ya están– en la Feria. Hay sólo dos nombres argentinos: Martín Kohan y Claudia Piñeiro. Guillermo Schavelzon está en el Centro de Agentes Literarios –el corazón de la feria–, un tinglado con 650 mesas y más de 1500 agentes de todo el mundo. La escena tiene la urgencia de lo que implica en cualquier parte del mundo trajinar con el adoquín de ser un sello pequeño, periférico. Llegar tarde significa perder la ínfima cuota que con osadía y empeño se les birla a los grandes sellos. Llegar tarde suele traducirse como perder. Una mujer, búlgara ella de pies a cabeza, está agitada, como si hubiera corrido un maratón de Frankfurt a Moscú. Se desploma en el asiento frente a Schavelzon con el corazón en la boca y dispara: “Estoy desesperada porque quiero comprar Blanco nocturno”, informa su interés por la última novela de Ricardo Piglia, atolondrada por la carrera de obstáculos que intuye en el camino. No la compró todavía, pero este tipo de operación –explicará el agente literario argentino– termina con una venta segura.

Schavelzon encuentra un hueco entre cita y cita para narrar sus impresiones a Página/12. Habla como si midiera el tono exacto que le quiere imprimir a cada palabra. Entre los escritores argentinos traducidos al alemán –y que están en la Feria– hay dos fenómenos: el pequeño tsunami que ha generado Leopoldo Brizuela, que lleva vendidos más de 9000 ejemplares –de una tirada de 30 mil– de la traducción al alemán de su última novela, Lisboa. Es, por cantidad, el lanzamiento más importante de un escritor argentino en Frankfurt. El otro fenómeno es Martín Kohan, “el descubrimiento de los críticos”, apostilla Schavelzon. “Los críticos están enamorados de la obra de Kohan; eso dicen ellos.” ¿Qué autores argentinos vendió en estos días de Feria? La joven Pola Oloixarac y su novela Las teorías salvajes, que está traducida en Francia, Portugal y Brasil, sumó dos nuevos destinos: Finlandia y Suecia. “Es un excelente momento para escritores argentinos y latinoamericanos”, evalúa el agente. “El Programa Sur debe continuar; no tiene sentido una acción inteligente del Estado argentino si no tiene continuidad. El subsidio no define una traducción, pero ayuda. Brasil tiene un apoyo sostenido a la traducción desde hace 23 años consecutivos y ningún gobierno lo canceló”, recuerda.

Reescrituras y litigios

Al pabellón argentino se acerca una señora alemana. Pide el auricular para escuchar la traducción simultánea de la presentación de una charla sobre la Argentina del Bicentenario. Se acomoda en la primera fila y observa cómo Miguel Rep avanza, pincelada tras pincelada, en su mural. Ricardo Forster consigue que la señora mueva la cabeza en señal de aprobación. “Es apasionante ser parte de una época que mira hacia atrás y reescribe su propia historia”, subraya el ensayista que acaba de publicar La anomalía argentina. “Este es un territorio de litigios, un campo de batalla de una trama democrática que nos permite pensar la condición de litigantes de aquel otro pasado de 200 años.” Forster pide que todos los presentes hagan el esfuerzo de imaginar. El Bicentenario –introduce algunas pautas para el ejercicio– cayó en 2010 porque en 1810 aconteció la Revolución de Mayo. “Si se hubiese festejado en 1795 o 1801, traten de pensar en los proyectos argentinos de 1995 o 2001 para ver cómo cada época reescribe intensamente su relación con el pasado”, razona.

“Hay una diversidad para decir la historia; no hay narración que pueda desplegarla de una vez y para siempre. Somos un país de litigios que no se resigna a narrar la historia de una sola manera”, reflexiona Forster. “No hay libertad sin igualdad, no hay igualdad sin libertad. Eso debería ser Argentina.” Ivonne Bordelois propone celebrar el Nobel a Vargas Llosa. Dientes apretados, puños en duda, manos que pispean si la mano de al lado atina a moverse o si se queda piola en el molde. Alguien aplaude con timidez, despacio, dudando de que sea conveniente. Se suman, en acople desafinado y a destiempo, otros aplausos. La mayoría –finalmente– aplaude.

Una alemana escultural está parada en el ingreso al pabellón 6. Una argentina cansada de deambular y de perderse le pide una mano. En inglés le pregunta si sabe dónde está el pabellón argentino. La joven sonríe y mueve los brazos como si la geografía de su cuerpo no alcanzara para expresar lo que está por contestar. “All you need is Argentina”, dice parafraseando el estribillo de un tema de The Beatles. Las carcajadas, escurridizas y espasmódicas, se pierden entre el vocerío de acentos de una feria en movimiento.

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