Jueves, 30 de marzo de 2006 | Hoy
LITERATURA › “EMPRESAS RECUPERADAS. LA AUTOGESTION DE LOS TRABAJADORES”
Julián Rebón e Ignacio Saavedra, sociólogo del Instituto Gino Germani el primero y miembro del Movimiento de Empresas Recuperadas el segundo, analizan en un libro de la colección Claves para Todos el fenómeno de las autogestiones empresarias post-2001.
Por Karina Micheletto
¿Se puede ser trabajador y dueño de los medios de producción a la vez? O, en otros términos, ¿se puede ser trabajador sin patrón? Las empresas recuperadas por sus trabajadores, que en la Argentina aparecieron como un fenómeno expansivo unos años atrás, planteó lo que a priori parecería un dilema para las ciencias sociales. Se trató de una experiencia inédita, que fue delineándose a medida que se construía, con múltiples formas y finales. Empresas recuperadas. La autogestión de los trabajadores, de Julián Rebón e Ignacio Saavedra, analiza el tema desde una visión crítica que describe con claridad el fenómeno, exponiendo aciertos y errores. El libro forma parte de la colección Claves para Todos, dirigida por José Nun, y se vende en los kioscos junto a otro título, ¿Qué es Al-Qaeda?, de Pedro Brieger.
Rebón es sociólogo, investigador del Instituto Gino Germani y autor de varios trabajos sobre el tema. Saavedra fue un protagonista de la recuperación de empresas y participó en el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. Ambos conocen el proceso desde adentro. Siguiendo el espíritu de la colección, que apunta a la divulgación más que al análisis académico, el texto describe en forma ágil el proceso, sus causas y consecuencias.
Entre tanta literatura y tanto documental, charla y cine-debate sobre el tema (aunque la cantidad haya ido disminuyendo a medida que fue pasando el tiempo), el libro de Rebón y Saavedra tiene un punto distintivo no menor: el del abordaje desde un lugar que no intenta mitificar ni plantar banderas donde no las hay. Lo cual no significa, claro está, que sea desapasionado. “Quisimos llegar a una descripción real del fenómeno, de sus causas y efectos, tratando de dejar de lado cualquier posible simpatía”, explican los autores y toman distancia de otros abordajes: “Suele ocurrir que no se describe lo que está pasando, sino lo que los autores desean que pase. A veces los intentos de solidaridad deforman, en lugar de apoyar confunden, y terminan llevando a repetir los errores”.
–¿A qué se refieren concretamente?
Julián Rebón: –A la diferencia entre la ilusión y la esperanza: la ilusión es puro placer, la esperanza es el placer subordinado al principio de realidad. Pero para eso hay que saber cuáles son las condiciones de esa realidad. Nos gustaría que este proceso hubiera sido diferente y de mayor magnitud, seguro. Pero ser solidarios en serio tiene que ver con decir cosas aunque no te guste lo que estás diciendo.
Ignacio Saavedra: –La recuperación de empresas es una herramienta que puede ser útil, pero no un fin en sí mismo. Quisimos recuperar y objetivar la experiencia para que pueda volver a ser tomada, sin repetir sus errores. De hecho, una de las cosas que detectamos fue un antecedente de los ’80, que no se retomó. Confiamos en el proceso y creemos que fue positivo, pero la mirada parte de un campo crítico.
–¿En qué consistieron esos errores?
J. R.: –Nos hubiese gustado que los procesos avanzaran en la toma de decisión interna, en la distribución democrática de recursos... Pero también nos gustaría que la conciencia de los trabajadores fuera otra, que este país fuera otro...
I. S.: –Por otro lado rescatamos los logros de estos trabajadores a los que parte de la izquierda les pega porque no llegaron a más. No son los nuevos soviets en la Argentina, ni iluminados. Son laburantes, golpeados por una larga historia con la que lograron romper en una experiencia inédita.
–¿Cuáles son los principales logros que rescatan?
J. R.: –En principio, uno no menor: los trabajadores lograron recuperar puestos de trabajo. También, en algunos casos, lograron empresas más democráticas y participativas. Además, su subjetividad se vio enriquecida por nuevos conocimientos. No sólo en la producción: se reconocieron como parte de un colectivo más amplio. Y aun cuando no se llegó al control de la empresa, la herramienta pudo ser utilizada, por ejemplo, como forma de presión. En las peores condiciones, estos trabajadores plantearon un problema: cómo ser trabajador sin patrón. Fueron un laboratorio de producción.
–En el libro describen la fase descendente y el fin del ciclo de toma de empresas. ¿Por qué no pudo seguir desarrollándose?
I. S.: –Como en algún momento lo fueron las huelgas o el boicot de las máquinas, la toma de empresas es una forma de lucha que se instala en un momento y un contexto determinados. En este caso, enmarcada en un proceso de crisis, donde ésta es la única salida visible, de la mano del apoyo y la solidaridad de múltiples actores. Cuando las condiciones son otras, aparecen otras posibilidades, y además esa solidaridad activa desaparece. Si, por ejemplo, en un momento de crisis hubo políticos dispuestos a tolerar la expropiación, hoy ya no, tiene un costo político. La clase política reconstituye su legitimidad y su lógica de acción. De hecho, un ex abogado de empresas recuperadas, hoy legislador, no impulsó el proyecto de expropiación del Bauen.
–¿Qué hipótesis descubrieron como falsas a lo largo de la investigación?
I. S.: –El proceso tuvo una dimensión mucho más grande de lo que imaginábamos al principio, sobre todo durante 2002 y 2003. Que hoy se estudien estas tomas en Latinoamérica como alternativas para recuperar espacios de producción, es interesante.
J. R.: –Quedó claro, además, que la acción de recuperar una empresa no es sólo obra del colectivo laboral, sino que implica una acción colectiva más amplia, que abarca desde vecinos hasta políticos.
I. S.: –Tal vez allí radique una de sus fortalezas, en la alianza social que lograron construir estos trabajadores para este proceso.
J. R.: –En la toma de empresas, la moral del trabajo entra en contradicción con la legalidad. Lo interesante es que el proceso presupone una igualación frente a la amenaza: en una empresa tomada hay menos jerarquías y más autonomía. Esto choca con la lógica de diferenciación y especialización del mercado. Pero estas empresas tienen que ir al mercado a competir. ¿Qué métodos van a usar? ¿Capacitar a una persona para que sea gerente y crear una nueva burocracia? Cuando alguien llega tarde, ¿cómo se disciplina a un par? Si hay que incorporar nuevo personal, ¿cómo y a quién se elige? ¿A un técnico o al hijo de un socio, y como nuevo socio o como un monotributista que presta servicios? Y hay una dificultad extra: El punto de partida no fue “queremos ser solidarios”, sino “queremos trabajar”. Sólo van a lograr sobrevivir si pueden ir más allá.
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