LITERATURA › FERIA: LAURA ESQUIVEL HABLA DE SU NUEVO LIBRO, SOBRE UNA CONTROVERTIDA FIGURA MEXICANA
La novela que Esquivel vino a presentar en la Rural hace foco en la tormentosa relación entre Hernán Cortés y Malinalli, la mujer azteca que dio pie a un término que, aun hoy, en México es sinónimo de “vendepatria”.
› Por Silvina Friera
Nunca se le hubiera ocurrido escribir sobre un personaje tan satanizado en la historia mexicana. Pero cuando le propusieron trabajar sobre Malinalli, la admirada y denostada amante de Hernán Cortés –que ofició de intérprete entre españoles y aztecas durante la Conquista, para luego ser acusada de haber traicionado a su pueblo–, Laura Esquivel, encantada, se sumergió en el desafío de abordar la aventura vital de esa mujer tan compleja y controvertida. El resultado es Malinche (SUMA), novela que presentó el fin de semana en la Feria del libro. “Se la considera una traidora, una colaboracionista; incluso en México se usa el término malinchismo para referirnos a todos aquellos que prefieren lo extranjero a la nacional, a los que son vendepatrias”, explica la autora en la entrevista con Página/12. “Pero se me hace muy injusto, porque cuando uno empieza a analizar la historia, se da cuenta de que las cosas no fueron así.”
–¿Está pensando en el mestizaje?
–Sí, porque es el origen de lo que somos. Todavía hay resentimientos, o ciertos sentimientos de pérdida sobre la Conquista. Es muy sano revisar y tratar de aportar otra visión de ese momento histórico, que fue muy complejo, pero también enriquecedor en tanto nos unió definitivamente. Somos, qué duda cabe, la mezcla de dos visiones, de dos culturas muy diferentes.
–Por momentos, daría la impresión de que la presenta como una heroína.
–No, no la trato como una heroína sino como a una mujer de carne y hueso, con muchos contrastes y contradicciones, pero con un espíritu unificador. Ella tiene que haber hecho un trabajo monumental para traducir un lenguaje tan lleno de símbolos al español, y lo tiene que haber hecho bien porque siento que hubo grandes momentos dentro de toda la percepción equivocada que pudo tener de la cultura a la que se estaba enfrentando. Malinalli estaba convencida de que Cortés pondría fin a los sufrimientos de la religión azteca.
–¿Cómo aprovechó en la trama esta percepción errática sobre el rol de los conquistadores?
–Me interesaba mostrar los paralelismos entre lo que anhelaba Malinalli y Cortés, cuáles eran los miedos de ella y de él. El equívoco era que creían que venían en representación de Quetzalcóatl, y quise meter en el juego a Cortés, que fue picado por un escorpión y dicen que, años después, cuando regresó a España, llevó un escorpión de oro como milagro a la Virgen de Guadalupe. Me gusta mostrar el mundo de sus creencias y los profundos temores de cada uno.
El éxito de Como agua para chocolate –libro que lleva vendidos 5 millones de ejemplares en todo el mundo– fue para Esquivel un momento de gran cambio en su vida. “Hasta rompí con mi pareja”, aclara. “No he dejado de escribir y de trabajar, manteniendo siempre en claro lo que quiero decir, sin buscar el resultado.” La escritora mexicana admite que Como agua... fue uno de esos fenómenos que no se pueden igualar. “Fue un placer, ahí está, pero lo más importante es el proceso interno creativo, y no sentirte determinado o no por un éxito”, añade.
–¿Cambiaron las condiciones de su relación con el medio editorial después de ese éxito?
–No. Siempre escribo de lo que quiero escribir y cuando lo quiero escribir. No permito presiones, ni siquiera que me editen mi trabajo, como se ha puesto de moda. Cada obra artística es producto de un momento, tiene una magia especial y me gusta mucho respetar la manera en que queda concluida, aunque tuviera errores o desprolijidades.
–En Malinche, la crueldad de los ritos aztecas es desplazada por la violencia de los conquistadores. ¿Cómo explicaría ese trasfondo de violencia que se prolonga en el presente de muchos países de América latina?
–Todos participamos del incremento de la violencia en el mundo, en la medida en que no sólo creemos en la violencia sino que la reafirmamos. El poder creativo de la mente es muy poderoso, lo que tú estás pensando forma parte de la realidad. Me gustaría poder estudiar la repercusión que tiene y ha tenido la observación de imágenes violentas. Escribí un ensayo sobre las emociones en el que analizo qué es la emoción, qué emociones enferman y sanan, el poder que tiene una imagen o una palabra para generar emociones. En muchos estudios se ha comprobado que si tú ves una imagen violenta, te afecta físicamente porque el sistema nervioso autónomo no distingue si es real o no lo que está viendo. Estoy haciendo un estudio de cuántas veces la gente dice la palabra “amor” en el día. Nunca. Nos hemos hecho adictos al temor y amamos el dolor y el miedo, pero le tememos al amor. El amor es algo que ha pasado a formar parte de un mundo de ilusión. Es horrible ver que el mundo es este lugar de horror y de violencia. Pero, ¿cómo se rompe ese círculo vicioso, si te hago depositaria de mi violencia? Si considero que alguien merece la violencia, me convierto en un terrorista. Ya sabemos que el terrorismo no se combate con el terrorismo, ni la violencia con la violencia. Entonces hay que transmutar la violencia, hacerla morir en uno y no pasarla al otro. Estoy convencida de que todos somos responsables de la violencia y de que todos podemos hacer algo para detenerla.
–Sin embargo, la palabra, la voluntad o la intención no parecen ser vehículos suficientes para detenerla.
–La palabra la utilizamos, precisamente, para burlar, agredir, engañar; es muy violento el manejo que puede haber en las palabras. La palabra ha perdido el carácter sagrado. Yo trato con indígenas en México porque estoy rescatando artesanías. Para ellos la palabra es sagrada. Nunca he tenido un papel de por medio en nuestras negociaciones. Y si me dejan ropa en un local que tengo, regresan a los seis meses y me preguntan: “¿Qué pasó, doña?”. Les digo lo que se vendió y les doy el dinero, pero nunca me piden un recibo. A mí me dolió mucho cuando fueron los zapatistas a México con el subcomandante. La primera que habló fue la subcomandante Ramona, que ya murió. He llorado mucho al escucharla porque sabía a lo que se refería. Lo primero que dijo fue: “Venimos a traerles nuestra palabra”. A mí se me cae la cara de vergüenza porque no se han cumplido los acuerdos de San Andrés, y porque nadie oyó lo que estaban pidiendo en verdad, lo que significaba e implicaba llevar su palabra y lo que deberían haber recibido a cambio.
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