Miércoles, 15 de febrero de 2012 | Hoy
LITERATURA › JORGE VOLPI GANó EL PREMIO IBEROAMERICANO PLANETA-CASA DE AMéRICA DE NARRATIVA
El escritor mexicano obtuvo la distinción por La tejedora de sombras, una novela elegida entre 454 obras. La ciencia y el psicoanálisis conforman el mosaico que alimenta la trama de una historia real, la de un amor atormentado que se prolongó durante 42 años.
Por Silvina Friera
Una mujer adelantada a su tiempo ha estampado sus huellas en los muros del porvenir. Un escritor se obstinó en asir esa “presencia”, sepultada por los escombros del olvido, en el laboratorio de la ficción. Christiana Morgan (1897-1967), una atribulada psicoanalista norteamericana, conoció en 1925 a Henry Murray, uno de los principales profesores de Psicología de la Universidad de Harvard, fundador de la Clínica Psicoanalítica de ese centro universitario. Aunque estaban casados –ella con un veterano de guerra, él con una rica heredera de Boston–, resultó imposible conjurar el sortilegio de una atracción indomable. Los amantes y sus respectivas parejas peregrinaron a Suiza para ofrendar y abrir sus subconscientes a Carl Gustav Jung, quien los transformaría en objetos de un experimento vital denominado la Díada; piezas de un ajedrez vibrante que residía en conciliar la libertad absoluta con el amor absoluto, dos valores de tonos menos complementarios y más francamente opuestos. El pasado suele ser tan dúctil y maleable como el futuro. Pero Morgan –según parece– no fue un conejillo de Indias tan dócil como creía Jung. Esta trama de amor atormentado, que se prolongó durante 42 años, configura la matriz de La tejedora de sombras, del escritor mexicano Jorge Volpi, novela que se alzó con el V Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América de Narrativa, dotado de 200 mil dólares.
“La historia me sedujo no sólo por la lucha de esta mujer contra los prejuicios masculinos de la época, sino, sobre todo, porque se adelantó a las contradicciones profundas de la sentimentalidad de nuestro tiempo”, subrayó el ganador durante la conferencia de prensa en la Casa de América de Madrid. Integrante de la “generación crack” de escritores mexicanos que rompió con el realismo mágico en la literatura latinoamericana, Volpi se convirtió en un fenómeno literario cuando obtuvo el Premio Biblioteca Breve en 1999 de la mano de En busca de Klingsor (Seix Barral), el principio de su trilogía fáustica sobre el siglo XX. Era la primera vez que lo ganaba un narrador latinoamericano menor de 30 años; y Guillermo Cabrera Infante –una de las voces del jurado– aseguró que le parecía haber estado leyendo a un autor alemán. El escritor mexicano se tropezó con las señales de la existencia de Christiana Morgan en una circunstancia inesperada, mientras escribía No será la tierra (2006), el final de su ambiciosa trilogía sobre el siglo pasado. “Fue fascinante tener la oportunidad de bucear en los archivos que se conservan en Harvard tanto de Morgan como de Murray, y que contienen los diarios y cuadernos que ella escribió durante su vida –confesó–. Lo hice a lo largo de distintas visitas a Harvard, durante varios meses, para ver las cartas, los documentos, los dibujos de Christiana, que son bellísimos.”
La tejedora de sombras, elegida entre 454 obras enviadas de todo el mundo, no es una biografía cronológica de Morgan, sino una tentativa por indagar “en aquello que ella no dijo y no escribió, pero que sintió y padeció a lo largo de los 42 años de amor absoluto con Murray”, según advirtió el autor. Esos trozos dispersos de una “realidad invisible” brillan en las páginas de la novela del narrador mexicano. El escritor argentino Alberto Manguel, miembro del jurado de esta quinta edición –integrado también por Carmen Posadas (Uruguay), Clara Sánchez (España), Imma Turbau (Casa de América) y Carlos Revés (Editorial Planeta)–, señaló que una de las cuestiones que más le impresionaron fue “la verosimilitud de la protagonista y no sólo porque esté basada en un personaje real”, aclaró. Manguel ponderó que Morgan es “enormemente sutil, memorable y profundamente convincente”. Cuando leyó el original, Sánchez pensó en “lo peligrosa que es la libertad”; tenía “la sensación de que al lado de Christiana Morgan” recorría un trayecto “hacia la libertad amorosa y la libertad de conciencia”.
Volpi precisó que Morgan estaba convencida de que tenía que inspirar a Murray a escribir el gran libro de esa historia de amor absoluto. El borrador de ese texto, que nunca se publicó, está también en Harvard. “Desde joven, ella tuvo depresiones profundas e inquietudes que para las mujeres de su época estaban prohibidas. Esas depresiones la llevaron a explorar las obras de Freud y Jung, quien se convirtió en la obsesión amorosa de Morgan y de Murray. Las dos parejas se fueron a Europa a estudiar el doctorado y citaron a Jung en Zurich. Durante una temporada fueron pacientes del psicoanalista y, en las sesiones, Christiana experimentaría con ella misma como no lo había hecho nunca en su vida, y a su vez el psicoanalista también lo haría como sólo lo había intentado consigo mismo”, explicó Volpi –autor de novelas como La paz de los sepulcros y El temperamento melancólico, entre otros títulos–, que hace dos años obtuvo el Premio Iberoamericano Debate-Casa de América por los ensayos de El insomnio de Bolívar.
La ciencia y el psicoanálisis conforman un mosaico que obsesiona al Volpi narrador y ensayista, antes de la escritura misma, cuando era un niño que soñaba con ser científico. En El fin de la locura (2003), por ejemplo, aparece Jacques Lacan. “El psicoanálisis me parece lleno de intuiciones, pero a la vez está alejado de la ciencia y creo que es más literatura”, opina el escritor, que nació en México en 1968 y actualmente reside en Madrid. “Jung es un personaje que no me simpatiza demasiado –admitió–. Creo que era más un gurú cercano a la religión que a la ciencia. Mucho más que Freud. Eso no quiere decir que no tenga libros fascinantes, y resulta mejor lo jungiano para analizar la cultura o el arte que para curar algo.” Las peripecias de ese azaroso y desgarrado amor entre Morgan y Murray iluminan los dilemas sentimentales del presente, como si fueran mensajes de un mundo perdido que regresan bajo las luces y sombras del siglo XXI.
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