LITERATURA › KRYPTONITA, DE LEONARDO OYOLA, FUE ELEGIDO COMO MEJOR LIBRO DE 2011
Más de 150 periodistas, editores y escritores votaron en esta edición la novela del autor criado en Isidro Casanova. El premio, otorgado por Eterna Cadencia, fue para una historia con guiños de western y comic, que trata de la memoria “de quiénes fuimos”, según Oyola.
› Por Silvina Friera
Una “curda” es de este mundo. Aunque a veces no parezca. El barro de la lengua se subleva, necesita de esas palabras que nombran de una manera ineludible una forma de la felicidad. El escritor que pegó el estirón en el oeste del conurbano, como muchos de sus personajes más entrañables, está en una librería de Palermo. Sobrio y contento, mimado y palmoteado. “Es como una curda, todavía no acuso el impacto”, dice Leonardo Oyola. Kryptonita (Mondadori), suerte de biografía apócrifa de un Superman de Isidro Casanova con guiños de western y comic, fue elegida el libro de 2011, un premio que otorga Eterna Cadencia desde hace tres años. Más de 150 periodistas, editores y escritores votaron la novela de Oyola en esta edición. “Me trajo muchas alegrías escribirla y las lecturas que se fueron haciendo. Cuando uno escribe, va tomando decisiones. Si bien me doy cuenta de que estoy siempre con el mismo universo, trato de no repetir ciertas cuestiones. Si hubiera conservado el tono oscuro de los primeros capítulos, la novela sería más ardua. Pero no quería que se quedara sólo en el corte Policías en acción”, cuenta el escritor a Página/12.
¿Qué hubiera pasado si Superman hubiese caído en medio de La Matanza? La respuesta está en las páginas de Kryptonita, en la madrugada del lunes 29 de junio de 2009, cuando la encarnación bonaerense del superhéroe, Nafta Súper, líder de una banda de criminales tristemente célebres, ingresa a la sala de guardia del Hospital Paroissien, herido de muerte por un ataque a traición de El Pelado, el jefe de otra banda. El narrador de la novela es el médico que lo atiende, un “nochero” que lleva 72 horas sin dormir y sólo desea terminar la guardia, regresar a su casa y tomarse una sopa de alprazolam y pastearse con duxetil “para que la cabeza deje de estar acelerada”. El primer milagro sucede cuando el médico comprueba que Nafta Súper, apodado Pini, resiste los 400 joules de descarga del cardiorresucitador. “Hipotéticamente, nadie en este mundo está preparado para algo así”, afirma el médico, aún asombrado por el prodigio.
La sala de guardia pronto se agitará con la irrupción de los otros miembros de la banda, los amigotes en las buenas y en las malas, que acuden para bancar al héroe caído en desgracia: la inolvidable travesti Lady Di (la Mujer Maravilla), Faisán (Linterna Verde), Ráfaga (Flash), El señor de la noche (Batman) y Juan Raro (Detective Marciano), entre otros. El imperativo de la banda es salvar a Nafta Súper cueste lo que cueste. Y caiga quien caiga. No les temblará el pulso cuando decidan tomar de rehenes al médico y a la enfermera del hospital. “Lo autobiográfico, ciertas experiencias y vivencias de los años ’80 en Isidro Casanova, se los presté a varios de los personajes. Nafta Súper tiene hasta mi apodo, Pini. Yo pegué el estirón a los 13 o 14 años, después agarré la altura que tengo ahora, pero antes era bastante pulguita”, recuerda Oyola. “Aunque son personajes de acción, están evocando un pasado que ellos sienten cercano, por más que haya pasado mucho tiempo”, subraya el autor de Siete & el Tigre Harapiento, Hacé que la noche venga, Gólgota y Chamamé, Premio Dashiell Hammett al mejor policial en la XXI Semana Negra de Gijón, entre otros títulos.
–En esta evocación del pasado de los personajes, especialmente del pasado de Nafta Súper, se podría rastrear una suerte de visión sentimental de los héroes, ¿no?
–Eso me pasa a mí: me siento joven, a pesar de que estoy llegando a los 40. Cierro los ojos y todavía fue ayer la primera vez que vinieron los Rolling (Stones). ¡Che, la puta madre, son ya 17 años! (Risas.) Muchos conocidos que tienen mi edad son abuelos porque fueron papás antes de los 20. Y cuando te diste cuenta tu hijo hizo el mismo camino que vos. Sin ánimo evangelizador, la posibilidad de poder hacer otro camino tiene que ver con estudiar. Eso te abre un poco más la cabeza o te da hambre de otra cosa: de morder más grande. Yo quería hacer una novela en la que el que no supiera nada del universo de Superman no se perdiera. Y el que lo conoce viera algunos guiños y jugara con eso. El asunto era no dejar a nadie fuera de la fiesta.
–¿Por qué eligió que la historia transcurriera en la madrugada del 29 de junio de 2009?
–Fue el día después de las elecciones (legislativas). Hay un capítulo en la novela en el que se habla de las facciones dentro de la hinchada de Almirante Brown. Todo es muy manipulable y hay que ver hasta qué punto alguien tiene la camiseta puesta y quién se baja o se sube de acuerdo con el momento. Mientras a un nivel macro en el país pasaba una cosa, la historia de la novela podía suceder cualquier día, incluso un día en que todo lo demás se congeló. Muchos nos acordamos de determinadas fechas; dos o tres fechas te quedan grabadas en la vida. Lady Di, el personaje que más quiero de los que escribí, se acuerda de la primera fecha en que murió Nafta Súper. Esas elecciones las viví por primera vez en Capital. Y fue muy diferente a cómo se vive en el conurbano. Ese mes habían muerto Michael Jackson y David Carradine, el actor de Kung Fu. Junio, con las elecciones incluidas, me pareció un mes muy triste. El panorama era muy fulero. ¿Dónde está hoy Francisco de Narváez? En ese momento quizá era He Man... No tuve la intención de poner en primer plano el contexto político: el que lo quiera ver que lo vea.
Kryptonita, el octavo libro que publica Oyola (Buenos Aires, 1973), es la primera novela elegida como “libro del año”. En las ediciones anteriores de este premio –definido por los organizadores como una celebración “por quienes apuestan a escribir, por quienes apuestan a leer, por quienes apuestan a editar”– fueron reconocidos dos libros de cuentos: El otro lado, de Jorge Consiglio (2009), y Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enriquez (2010). El autor de “el libro de 2011” plantea que su novela trata de la memoria en lo personal, “de quiénes fuimos”. “El tema de la autobiografía a los 40 años puede sonar pretencioso, pero hay que tener cierto prontuario; tenés que haber hecho unas cuantas cosas en tu vida como para decir: ‘éste soy yo’. Eso es lo me parece que son Nafta Súper y su banda y ese narrador anónimo, el médico: ‘esto somos nosotros’, ‘éstas son nuestras victorias’, ‘éstas son nuestras batallas perdidas’ y ‘éstas son las cagadas que nos mandamos’. Cagadas te mandás porque sos humano. Ellos son muy humanos, incluso el Pini, que en teoría viene del espacio exterior.”
Oyola le dedicó la novela a su hijo Ramón, devoto del Hombre Araña. “Vas a ver mi vida a través de tus ojos./ Y tu vida va a ser vista a través de los míos./ Porque un hijo se convierte en un padre./ Y un padre siempre va a ser su hijo”, se lee en uno de los fragmentos de la dedicatoria. “Ojalá que cuando lea algo mío, lo primero que lea sea Kryptonita –confiesa–. Y que más allá de las cosas que le digo de forma explícita, sepa que siempre está conmigo, que lo quiero mucho. Escribí esta novela para contarle por qué no pude ser un padre tradicional para él. La familia es el mejor botín que puede tener un hombre en la Tierra.”
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