Miércoles, 23 de enero de 2013 | Hoy
LITERATURA › INAUGURACIóN DE LA 54ª EDICIóN DEL PREMIO LITERARIO CASA DE LAS AMéRICAS
El intelectual paraguayo Ticio Escobar dio el puntapié inicial de un certamen que se caracteriza por estimular la escritura poética, narrativa y ensayística de América latina.
Por Silvina Friera
Desde Cienfuegos
La fiesta de la integración latinoamericana y caribeña en el ámbito de la cultura ha comenzado a todo trapo primero en La Habana, ahora en Cienfuegos, a 250 kilómetros de la capital cubana, ubicada en la orilla de la bahía de Jagua, conocida como la Perla del Sur, la tierra donde nació Benny Moré, una de las mayores glorias del son. El lunes el intelectual paraguayo Ticio Escobar inauguró la 54ª edición del Premio Literario Casa de las Américas, un certamen que viene estimulando la escritura poética, narrativa y ensayística en la región, y que en esta ocasión les rendirá homenaje a dos figuras vinculadas con la institución creada por Haydée Santamaría en 1959: el dramaturgo y político guatemalteco Manuel Galich –que trabajó en la difusión de la historia de los pueblos originarios–, y el pintor cubano Mariano Rodríguez.
El poeta Roberto Fernández Retamar, que preside la Casa desde 1986, conectó los proyectos integradores del pasado con el presente. “En esta hora en que la voluntad de los pueblos y de muchos gobiernos de la región propicia alianzas como ALBA, Mercosur, Unasur y Celac, para sólo citar a algunas de ellas, se va haciendo realidad el sueño de Bolívar, Martí y otros próceres desde la primera independencia hasta estos días esperanzados; desde Bolívar y Martí hasta el principal artífice de dicha integración en los años recientes: el presidente venezolano Hugo Chávez, cuyo decisivo apoyo a dichos propósitos no podemos dejar de rememorar en un instante como éste”, subrayó Retamar en la sala Che Guevara desde donde se podía ver una parte del Malecón.
Los escritores que integran el jurado ya están corriendo la maratón de lecturas. Todos quieren leerlo todo en un encomiable ataque de responsabilidad. Son cajas y cajas que se abren con centenares de libros que compiten en Poesía, Novela, Literatura Testimonial, Ensayo Histórico-Social, Literatura Brasileña y el Premio Extraordinario sobre Culturas originarias de América. Los cubanos Teresa Melo (en poesía) y Alberto Guerra Naranjo (en novela) –a quien le gusta La Viruta de la calle Armenia, aunque no baila tango, y que se define como “la decepción de las chicas de Buenos Aires” porque no baila salsa– están tirados en las reposeras con vista a la bahía de Jagua, en el hotel del mismo nombre, leyendo sin parar. Acá, en Cienfuegos, se combinan trabajo y placer. “Esta tierra es la más hermosa que los ojos humanos hayan visto jamás”, se podría repetir parafraseando lo que Cristóbal Colón escribió en su Diario. El poeta argentino Arturo Carrera anda con el entusiasmo en alza. Aunque descartó algunas obras, como otros colegas en el rubro, se llevó una gratísima sorpresa con un poemario que por ahora encabeza sus preferencias. Pronto presentará una edición cubana de una bellísima antología de sus poemas, Bajo la plumilla de la lengua, prologada por Reina María Domínguez. Contra el lugar común de que las obras de poesía son “más finitas”, que no tienen tantas páginas como una novela y que son más fáciles de leer, Carrera rubrica un lema. “Con la poesía no se puede versear”, aclara para fundamentar por qué hay que leer de punta a punta y de principio a fin versos que a veces empiezan mal y terminan bien. Y viceversa.
“Cincuenta años marcan la historia no sólo de Cuba, sino también de América toda –dijo Ticio Escobar en la inauguración–. Durante este tiempo se han redefinido las cartografías del poder y la cultura. Y este cambio, que tanto cortó procesos esenciales como permitió reinventar nuevas salidas para la institucionalidad editorial, hubo de ser asumido con la suficiente flexibilidad como para cautelar las conquistas de la palabra crítica-poética, y por otra parte asumir el dinamismo suficiente para encarar los retos del modelo hegemónico y enfrentar los desafíos afirmativos de la cultura contemporánea.” La obstinada persistencia del Premio “ha logrado sortear las inclemencias de los tiempos globales sin renunciar a las mejores posibilidades que le ofrece cada presente apurado”. Escobar destacó que este certamen “supo mantener su compromiso ético con la imaginación y el discurso, con las herramientas que renuevan nuestra visión y nuestra acción sobre la realidad complicada del continente; un territorio zarandeado por vientos hostiles, demarcado por ideas fuertes, sueños porfiados e intensas metáforas”.
Escobar integra además el jurado del Premio Extraordinario. “Una parte fundamental de la creatividad y el conocimiento de nuestras sociedades se moviliza a partir de modelos alternativos que resultan esenciales para promover la integración social, recuperar expedientes tradicionales de pensamiento y ficción y tramar reticulados interculturales a nivel regional y continental. Desde los lenguajes y figuras, las estéticas, los conocimientos y cosmovisiones que nos legaron –y que nos siguen acercando– las sociedades étnicas originarias o inmigrantes, América latina ha logrado configurar modelos culturales inéditos, basados en el sincretismo y el pluralismo”, recordó el intelectual paraguayo, quien ponderó la ductilidad del Premio Literario al permitir que “estas formas diferentes ingresen, de igual a igual, en el gran circuito de las culturas continentales”. La Casa de las Américas representa “un espacio de resistencia cultural único en nuestro continente –planteó Escobar–, una plataforma firme de creación y pensamiento desde donde seguir afirmando valores, debatiendo ideas y reimaginando en conjunto las muchas maneras de abordar nuestras realidades complejas y renovar las apuestas de sentido”. El secretario de Cultura del ex presidente Fernando Lugo, el primer paraguayo en inaugurar el Premio, auguró que la Casa continuará produciendo símbolos, imágenes y discursos a contramano del sentido único señalado por la cultura hegemónica del mercado. “Seguiremos resistiendo el esteticismo liviano promovido por la publicidad y los estándares del espectáculo, pero sin descuidar las graves verdades que acerca la belleza, sin olvidar el compromiso con el rigor del concepto ni el silencio que requieren las palabras para que resuenen con más fuerza. Y para que puedan mantener el compromiso ético de nombrar lo que no puede, pero debe ser nombrado.”
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