Dom 28.04.2013
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LITERATURA › PAULA CARRASCO PRESENTARA HOY SU PRIMERA NOVELA, VOLVER. PRIMERO ESTABA EL MAR

“Siempre estamos regresando al origen”

La escritora chilena afirma que su libro es “una vuelta de tuerca al mito de Eurídice”, una historia que siempre ha estado en el imaginario humano y por eso conmueve cada vez que vuelve. La presentación será a las 15.30 en la sala A. B. C. de la Feria.

› Por Silvina Friera

El oleaje no cesa. Greta conoce cada sonido, cada golpe de agua. Sabe dónde están los bancos de algas y en qué rocas se esconden las nutrias. Ese océano está impreso en su memoria íntima. Puede cerrar los ojos y trazar el camino, como si lo hubiera recorrido toda la vida. Cuando sólo lo hizo una vez, en sentido inverso, intentando escapar del dominio familiar junto con su hermano Dante. Una mala maniobra, un solo golpe, un cráneo partido contra las rocas y el cuerpo muerto de su hermano empujándola a ser. Arrinconada en la proa de una lancha, de espaldas a su destino, se pregunta si no estará intentando lo imposible: regresar a la isla donde creció para ajustar cuentas con sus padres, con el pasado, con el origen. Volver. Primero estaba el mar (Fondo de Cultura Económica), primera novela de la escritora chilena Paula Carrasco que se presenta hoy en la 39ª Feria del Libro, es un viaje desgarrador, “una terrible ficción de desamparo”, que mantiene en vilo al lector hasta la revelación final escrita en el cuaderno del padre, ese diario de un rescate y sustitución de nombres.

“Siempre estamos regresando al origen. Es una condición muy humana y natural”, dice Carrasco en la entrevista con Página/12. “Solemos tener la fantasía de que somos una tabula rasa en la que se va escribiendo una única historia. Por un lado, así es, pero lo que se escribe, lo que se experimenta en la vida, suele tener una estrecha relación con la historia de nuestros padres, con sus propios dolores, con la historia de la sociedad en la que estamos insertos. Para comprender cómo se ha ido constituyendo nuestra propia identidad volvemos a lo que creemos es el origen. Este regreso va revelándose ante nosotros de una manera diferente cada vez. Contamos con más información, con más experiencia, con mayor madurez. Y, en este movimiento constante y circular, nos vamos encontrando. Siempre con el asombro de la primera vez”, subraya la narradora. “Volver... es una vuelta de tuerca al mito de Eurídice. Aquella historia nos está ocurriendo siempre. Nunca ha dejado de estar en nuestro imaginario y, por lo tanto, vuelve a ocurrirnos cada vez que nos conmueve.”

La narradora chilena plantea que desde el despertar de la conciencia el ser humano ha tenido como pregunta de fundamento “quién soy”. “La búsqueda de la identidad no puede darse sino en las experiencias a las que podemos echar mano, aquellas vivencias que nos han conmovido, aunque no siempre sepamos por qué. Un detonante de esta búsqueda es el dolor. Cuando hay dolor psíquico, malestar, indagamos en nosotros mismos con más vehemencia. Lo mismo ocurre en sociedades que han sido fracturadas emocionalmente por la historia –explica Carrasco–. En el caso chileno, los larguísimos años de dictadura provocaron, durante un tiempo, un profundo estado reflexivo que se tradujo en una gran producción artística. Sin embargo, lo traumático también provoca parálisis y ceguera temporal. Los duelos son así: no queremos movernos pues cualquier cambio amenaza el equilibrio. En esa línea me parece que estamos como sociedad, muy lentamente, empezando a reconocer el pasado como algo propio. Regresando, como un asomo, a la memoria que, durante muchos años, intentamos empañar. Implica mucha valentía volver a abrir las heridas, encontrarse con la vergüenza, con la vulnerabilidad. Pero es un proceso del que no podemos escapar, está inscripto en la naturaleza humana. Aunque nos demoremos siglos en completarlo.”

–¿Cómo fue su infancia durante la dictadura? ¿Qué recuerdos tiene?

–Yo estaba por cumplir seis años en el ’73. Vengo de una familia bastante conservadora, acomodada. Recuerdo ese tiempo como un período de caos, en el que los niños quedaban relegados. No se podía hacer preguntas, todo era peligroso, no participábamos. Entonces había que construir una propia historia a partir de los datos que estaban en el aire. Yo vivía en un barrio muy lindo. Mi casa colindaba con un bosque. Siempre atravesábamos el bosque con mis amigos del barrio y llegábamos a una población, a la orilla del río Mapocho, en la que la miseria calaba el alma. Allí había otros niños. Eran mis amigos, con ellos jugaba por las tardes. Después del golpe militar la población entera desapareció. Nunca supe qué pasó con ellos... Creo que ése fue para mí un nudo vital. Una experiencia que me hizo tomar distancia del relato que oía en mi casa, en mi colegio. A partir de entonces abrí el ojo y el oído, había mucho más que comprender.

–El personaje más complejo de la novela es sin duda el padre. Se preserva hasta el final el enigma sobre qué hacía en los viajes al continente y si fue disidente de la dictadura. ¿Por qué esta decisión de dejar más dudas que certezas, más sombras que luces?

–El padre es quien representa la conciencia de la historia. Es el único de los cuatro que conoce la verdad. Pero se le hace tan dolorosa que elige proteger a los suyos. Al hacerlo los aísla y les provoca dolores tan importantes como los que él mismo había sufrido. En su afán de tener cierto control sobre la vida, interviene el destino de los suyos. Esto provoca un derrumbe en las relaciones. Nuevamente aparece el elemento de las tragedias: al final, no puedes huir de ti mismo. El personaje queda un poco más en las sombras porque no es él quien habla, es su hija quien va develándolo poco a poco y, al hacerlo, ella misma sufre una importante metamorfosis.

–¿Por qué el tono de la novela es tan íntimo y bello, más cercano a la poesía que a la prosa?

–Se me dio de esa manera. Yo misma soy una persona muy íntima y, quizás, eso se va desplegando en la manera en que escribo. Me deslumbran las historias en las que, a pesar de lo terrible o lo aciago, aún puedes conectarte con lo bello. Las palabras son bellas, son encantamientos. Tengo una relación muy especial con la poesía. No soy una estudiosa ni una erudita en el tema. Leo porque en el placer de la lectura, en las emociones que cobran vida en uno, en las resonancias, también estoy regresando a ese origen que tanto se añora, sin necesariamente comprender.

* Volver. Primero estaba el mar se presenta a las 15.30 en la sala Adolfo Bioy Casares.

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