Lunes, 8 de julio de 2013 | Hoy
LITERATURA › SIGLO VEINTIUNO PUBLICA LA EDICIóN DEFINITIVA DE NUESTROS AñOS SESENTAS
El libro de Oscar Terán, aparecido originalmente en los ’90, vuelve con un sagaz estudio preliminar de Hugo Vezzetti. El autor explora una serie de núcleos ideológicos constituidos en el campo cultural argentino del período 1956-1966.
Por Silvina Friera
La singularidad de una obra se despliega en la pluralidad de una trama surcada por tensiones y disputas ideológicas. En la escena inicial, un joven nacido en Carlos Casares –de padre radical y madre socialista– llega a la ciudad y se instala en una pensión en el barrio de Caballito, cerca de la fábrica Volcán, en 1956. Un día va a ver una manifestación peronista que transcurría en Parque Patricios. “La presencia de esa multitud -–recordaba Oscar Terán en los comienzos de la década del ’90– me pareció encarnar una suerte de idea platónica de la masa reprimida. Viví diez años después, el 17 de octubre y tuve la sensación que relataba Martínez Estrada. Esto me abrió el espacio de un interrogante: ¿qué es esto?, ¿cómo no lo había visto antes?, ¿qué esfuerzo había tenido que hacer para que el peronismo no formara mundo dentro de mi horizonte intelectual hasta entonces?”. Esta evocación está incluida en el apéndice de la edición definitiva de un trabajo de referencia obligada para la historia de las ideas. Nuestros años sesentas –subtitulado “La formación de la nueve izquierda intelectual en la Argentina”–, publicado por Siglo Veintiuno, vuelve a circular de la mano de un sagaz estudio preliminar de Hugo Vezzetti, quien plantea que ese “nosotros” que resalta de entrada más el plural “sesentas” apuntala la diversidad de rostros y tramas del período analizado, de 1956 a 1966, “una zona de la cultura intelectual impregnada por la historia política”.
Terán explora una serie de núcleos ideológicos constituidos en el campo cultural argentino del período, asumiendo la “ambigua sensación” de estar observando “más bien un conjunto de ideas que se apoderaron de unos hombres, y al hacerlos creer lo que creyeron, los hicieron ser lo que fueron”. En la nomenclatura creada para la ocasión, clasifica al conjunto de intelectuales como “contestatarios”, “críticos” o “denuncialistas”. Vezzetti advierte que la figura sartreana del compromiso “opera como una puerta de entrada de la investigación”, pero aclara que el compromiso del autor “ya no se inscribe en una concepción que exalta la libertad de un sujeto soberano; no se puede ser plenamente sartreano después de Althusser y Lacan”. No es casual, entonces, que el primer capítulo sea “Introducción por la filosofía”. El existencialismo sartreano, postula el autor, diseñó un módulo de vasta influencia en el planteo de las relaciones entre teoría y política, “traducido” a la situación argentina para articularse con verosimilitud en una red de problemas nacionales. Observa que ya en la década de 1950, Juan José Sebreli había ampliado con audacia la aplicación del credo sartreano a otros registros culturales. La problematización del fenómeno peronista como aquel “dato terco de la realidad que desafiaba toda comprensión de la situación nacional” excede la oposición entre rechazo o integración. El “síndrome 17 de octubre” asediará a muchos intelectuales críticos, quienes recordarán entre la rabia y la melancolía “cómo en aquel día mitológico la izquierda solamente había contemplado un acto fascista o policial, sin poder sumarse a ese río humano que al pasar bajo la ventana de Leopoldo Marechal marcó su vida para siempre”.
Quizá la astucia de Terán resida en lo que señala Vezzetti como una tensión que no se resuelve ni busca resolver en el libro entre “la impugnación de un orden político y social y la renovación de los discursos del pensamiento capaces de pensarlo y habilitar su transformación”. Marxismo, populismo, nueva izquierda, la revolución cubana y la politización de la cultura son puntos temáticos de una dialéctica del cambio. Los actores intelectuales de los años ’60 –como personajes balzacianos seducidos por los extremos absolutos– fueron de tal modo impulsados por una red simbólica y de acontecimientos a presumir que la política misma podía desembocar en un enfrentamiento polarizado sin posibilidades de mediaciones institucionalizadas ni ámbitos de negociación de las diferencias. La lucha armada asoma por el horizonte. El golpe de estado de 1966 y su ataque a los sectores y aspectos progresistas de la cultura argentina –“el bloqueo tradicionalista”, lo llama Terán– construyeron un nuevo campo de problematicidad acerca de las relaciones entre intelectuales, política y violencia. La figura de la tragedia –lo reconoce el autor– por momentos habita el texto en esos años de “fascinante ambigüedad de las pasiones ideológicas”.
Publicado originalmente en 1991 –en tiempos del post indulto donde revolución, intelectuales, izquierda y lucha armada eran demonizados en la misma bolsa del desprestigio–, el libro de Terán indaga también en el registro autobiográfico: “Las páginas que acaban de leerse han tratado probablemente en vano de mantener una distancia pudorosa con acontecimientos y discursos constitutivos de mi propio perfil no sólo intelectual. A ello se debe que entre el homenaje y el exorcismo, varias veces a lo largo de los últimos años retomara y abandonase este ensayo, no únicamente como producto del hastío que genera una empresa tan recurrente como inconclusa: también porque en el entramado de su construcción me resultaba difícil distinguir lo que formaba parte de mis propias pasiones respecto de aquello que –se supone– debería ser la resultante más descarnada de mi oficio intelectual”. Terán subraya que “una parte de nuestro mejor legado intelectual sigue aún viviendo de las intervenciones teóricas de aquel tiempo”. Tiempo que convoca a un nosotros –agrega– para “recordarnos que sus puntos ciegos ante una serie de actitudes estrechamente ligadas con la tolerancia y la democracia no deberían ocultar que les debemos la promoción de algunos valores que deben seguir figurando entre las aspiraciones de una sociedad digna de ser vivida: la fecundidad de la crítica hacia el poder, la apuesta por un mundo más justo, la solidaridad entre los seres humanos”. Uno de los referentes centrales en el campo de la historia intelectual y de las ideas en América latina y la Argentina condensa y sintetiza las pasiones de una época y de una generación. “Quien en aquellos años conoció la esperanza, ya no la olvida: la sigue buscando bajo todos los cielos, entre todos los hombres, entre todas las mujeres...”
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