Lun 22.07.2013
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LITERATURA › ENTREVISTA A JOSé OVEJERO, AUTOR DE LA INVENCIóN DEL AMOR

“En España hay una falta de fe absoluta en la clase política”

En su última novela, el escritor español ganador del Premio Alfaguara 2013 escarba en la compleja dialéctica del amor. El protagonista es un empleado y accionista de una empresa al borde del abismo por la crisis económica española.

› Por Silvina Friera

El mayor anhelo del ser humano quizá sea vivir otras vidas. Como si esta ocasión fuese un golpe de trascendencia, un modo de ensayar otros destinos, paliativos para sortear la trampa de la rutina o un round a favor en el peliagudo combate de la existencia. Samuel se reconoce como el tipo de hombre que algunas mujeres dirían que tiene miedo al compromiso. Ha superado la barrera de los cuarenta años, que bien mirado no es tanto. Un llamado lo sacude de esa meseta cotidiana en la que desempeña el doble papel de empleado y accionista de una empresa de materiales de construcción al borde del abismo por la crisis económica española. Un tal Luis le informa que Clara ha muerto en un accidente. Aunque en el desordenado álbum sentimental de este cuarentón escéptico no aparece registrada ninguna Clara, a partir de ese llamado en que lo confunden con el amante de la difunta –que también se llama Samuel–, el impostor asume ese rol para la misteriosa Carina, la hermana de Clara. Este culto por suplantar a otro tiene patitas cortas. Tejer una historia pormenorizada sobre su relación con Clara no es faena sencilla. Las meteduras de pata están a la orden del día. De entrada comete el primer error: decir que su amante nunca estuvo en su departamento, cuando Carina tiene fotos de su hermana en el baño de Samuel. El fabulador supuestamente cazado no sucumbe. Un argumento improvisado para salir del brete prorroga la puesta en escena.

En La invención del amor, Premio Alfaguara de Novela 2013, José Ovejero escarba en la compleja dialéctica sentimental a través de un narrador suspicaz que explora los recovecos del amor, ese “sustantivo devaluado”. Si al principio abunda la desconfianza, una aproximación desde una mirada que impugna la continuidad de los afectos, al final se impondrá un deseo de duración, una necesidad de “verdad” que permita conquistar un nuevo territorio donde se pueda sembrar.

Ovejero ha recorrido un largo camino. A los 24 años rumbeó hacia Alemania. “Soy de esos hijos duros de corazón que no iba de visita a la casa de mis padres en Navidad –dice con la ironía tatuada en los ojos–. Durante diez años no volví a España.” En 1988 se instaló en Bélgica, donde trabajó como intérprete –del francés, inglés y alemán– para la Unión Europea hasta 2001. “Renuncié a mi puesto de funcionario para ser escritor. Ha sido un mal negocio, pero estoy feliz”, subraya el camaleónico autor de ensayos, novelas, libros de cuentos y de viajes en la entrevista con Página/12. El Premio Alfaguara es una puerta abierta para que sus otros libros –China para hipocondríacos, La ética de la crueldad o Un mal año para Miki, por mencionar apenas unos títulos– empiecen a circular por estos pagos. “Es muy difícil abrirse paso en un país distinto del tuyo, pero además si llegas con un libro cada ocho años, nadie se entera. Me encuentro con gente que me ha leído y me causa sorpresa. De pronto sé que en los países en que había algún libro mío se ha agotado, y también me ha pasado en España de darme cuenta de que pedían mis novelas en la Feria del Libro. Es como darles una nueva vida y en una época en que los libros viven tan poco está muy bien, ¿no?” No fue fácil encontrar un lugar en el mundo editorial de España. “El contacto personal ayuda un montón, te da más a conocer, otros hablan de ti. Yo vivía en una especie de limbo donde iba escribiendo y enviando mis libros sin ningún éxito. Nadie me publicaba. Pero poco a poco fui publicando y me ha costado mucho hacerme un hueco. Que se nota en cosas muy tontas, como que de pronto me llamen de un periódico porque están consultando a diez escritores. Antes no estaba entre esos escritores consultados. Ahora, de vez en cuando, estoy”, cuenta el narrador que desde abril vive nuevamente en Madrid.

–¿Por qué alguien como Samuel necesita tomar prestada la vida de otro?

–Si le preguntas a Samuel, que no está mal, te diría que tampoco está muy bien. Tiene una vida más o menos confortable, más o menos segura, lo que pasa es que una vida confortable y segura es una vida aburrida, ¿no? Le falta emoción, le falta vértigo, le falta riesgo. Pero hay una cosa que lo salva: Samuel es un tipo curioso. A pesar de la distancia, de la ironía, siente curiosidad por las cosas, por la gente. Y entra en esto casi sin quererlo, aunque poco a poco disfruta suplantando al otro y metiéndose en situaciones complicadas.

–¿Su respuesta como escritor es la misma?

–¿Por qué se mete Samuel en ese problema desde el punto de vista del escritor? Podría decir que sin eso no hay novela (risas). Poco a poco me fui dando cuenta de las posibilidades cómicas y dramáticas de la situación. Samuel necesita un antagonista, alguien en quien volcar sus celos, su espíritu destructivo que también lo tiene, porque al suplantar al otro descubrimos la complejidad no sólo del personaje sino de las personas. Todos tenemos varias caras. El escritor Ovejero empieza a investigar en ese tipo de asuntos y qué pasa si lleva esto más lejos. Qué pasa si va al funeral, si descubre al otro Samuel, cómo reacciona. Entonces empiezo a divertirme como escritor creando ese tipo de escenas.

–¿Cómo explica el énfasis puesto en la palabra invención en el título de la novela?

–El final es una invitación al lector a inventar qué sucede. Aparte de que el título tiene que ver con ese final, en el que el lector tendría que tomar la palabra, lo uso un poco como metáfora de la reinvención de la vida misma. Sólo mediante la imaginación somos capaces de salir de donde estamos y de ir a otros sitios. Si no imaginamos otros lugares, si no nos imaginamos a nosotros mismos de otra manera, nos quedamos donde estamos. Samuel se va inventando el amor. Pero no sólo el amor porque en su vida empresarial, laboral, social, está también reinventando algo. No sabemos adónde lo va a llevar.

–Carina es el personaje más enigmático. El lector siente que ella intuye o sabe de las imposturas de Samuel, pero no queda del todo claro, ¿no?

–Sí, aquí puede ser que la impostura sea no sólo de Samuel sino de Carina. No lo sabemos porque no está escrito; es el juego de los sobreentendidos en la literatura, que está muy bien porque nos hace pensar con el personaje, intentar entenderlo. Carina, probablemente, sabe más de lo que parece. Hay momentos y frases en que nos lo está dando a entender. Pero la siguiente pregunta es, si sabe más, ¿por qué lo acepta? ¿Por qué sigue escuchando las mentiras de Samuel? ¿Ella necesita un hombre? ¿Samuel es el artificio para volver a la relación con su hermana? Tampoco lo sabemos. Nadie actúa por una sola causa. Todos actuamos por montones de razones mezcladas y contradictorias al mismo tiempo.

–¿Por qué La invención del amor parece oponerse a cierto tipo de discurso psicoanalítico, cuando Samuel se niega a echarles la culpa a sus padres?

–Me parece que mi discurso es absolutamente fiel al psicoanálisis porque lo que Samuel dice es que hasta los cuarenta años es posible echarles la culpa a tus padres. Una cosa es comprender de dónde vienes tú y qué es lo que te ha formado, y otra hacer responsables a los padres. Si tú no eres responsable, tus padres no lo eran. Ellos tenían también padres. A qué viene toda esta culpa que mi madre me hizo... Eso, durante una época, para separarte de tus padres, está bien. Pero llega un momento en que no tiene sentido. Tiene sentido para entender quién eres, pero tú tienes que vivir solo, sin padres a los que echar la culpa de tus defectos y responsabilidades. En el fondo el psicoanálisis nos dice que la culpa no existe. Y que la responsabilidad tampoco. Uno hace lo que puede y da a sus hijos lo que puede. Hay un montón de cosas que no puede darles o les da cosas que les hacen daño. Tiene sentido ese reconocimiento, durante las sesiones de psicoanálisis, de cómo fueron las cosas, pero no para quedarte ahí colgado el resto de tu vida. Llega un momento en que dices: “esto es lo que hay, ésta es mi vida”. Creo que es un psicoanálisis mal entendido el echar la culpa, responsabilizar y quedarse dando vueltas en lo mismo.

–Al final de la novela comienza la versión de Samuel según Samuel, un “yo” que se presume que pondrá algunas cartas sobre la mesa. ¿Pensó este final como un nuevo principio?

–Sí, definitivamente. Aquí puede volver a empezar una historia, depende de la versión que dé Samuel de sí mismo y de cómo la acepte Carina; podemos volver a una invención del amor o a distintos tipos de invenciones del amor. Por eso si escribiese la continuación –que lo más seguro es que no lo haga jamás–, no la escribiría desde Samuel sino desde Carina. Sería ella la narradora; es ella la que ha quedado mucho más a oscuras, la que podría desarrollarse mucho más, la que podría contarnos una historia. Samuel ya ha contado su historia; en todo caso le tocaría a Carina contar la suya.

“La secretaria me revela que no habido otro remedio que adelgazar la empresa porque los compradores no querían heredar un pasivo desproporcionado; no sé de dónde saca estas expresiones, si es lo que le dice José Manuel o lo inventa ella añadiendo palabras que lee en la prensa”, revela Samuel en un fragmento de La invención del amor. Ovejero plantea que hay dos problemas que se superponen en España. “Uno es la crisis económica, que nos ha afectado muy fuerte porque la economía estaba creciendo según unas bases falsas, sobre la especulación, sobre la construcción mucho más allá de las necesidades de vivienda, de autopistas, de trenes de alta velocidad que pocos toman, de aeropuertos que nadie utiliza. Pero por otro lado se viene a sumar la absoluta desmoralización. Casi nadie cree que ninguno de nuestros representantes políticos vaya a resolver el problema. Están inmersos en sus propios líos de corrupción, han sido los primeros beneficiarios ellos y los que los han apoyado. Los banqueros y los empresarios que nos dan recetas para salir de la crisis tienen miles de millones en los paraísos fiscales. Hay una falta de fe absoluta en la clase política, que siempre es peligrosa –confirma el escritor–. La única esperanza ahora mismo la encuentro en la calle, en todos los movimientos de base, asociaciones ciudadanas, indignados, los maestros que protestan contra los recortes. Lo único que me da esperanza es que hay una especie de despertar de la responsabilidad: ‘yo soy el que tiene que salir, no puedo esperar a que me representen’. Lo que decían los indignados, que los políticos no nos representan, era mucho más verdad de lo que podíamos haber pensado.”

–La oposición pidió la renuncia de Mariano Rajoy, también miles de manifestantes exigen que se vaya. Hay un presidente cuestionadísimo en una España en crisis económica y política. ¿Qué vislumbra para el futuro inmediato?

–Yo espero que Rajoy se vaya, pero en realidad eso no resuelve para nada el problema. El resto de su partido ha tenido connivencia con esa situación. ¿Quién lo va a sustituir que no esté manchado? ¿Por qué los demás partidos han estado tan silenciosos? El PSOE cayó hace años por lo mismo, por el caso Filesa que derribó a Felipe González. El problema no es lo que está haciendo el PP. El mal endémico de España es que los partidos son rehenes de empresarios, banqueros, inversores dudosos, que se están financiando ilegalmente y por lo tanto están corrompiendo la democracia. Porque están financiándose para ganar unas elecciones y quitando cualquier posibilidad de hacerlo a quien no haga lo mismo. Lo bueno que puede salir de aquí es que reviente de una vez el bipartidismo en España. Me parece bien que dimita Rajoy, pero el problema no es Rajoy, sino un sistema de financiación ilegal y de corrupción a todos los niveles.

–¿Renunciará Rajoy?

–Es siempre difícil la política-ficción porque juegan un montón de intereses. Pero creo que acabará dimitiendo. Cuando un líder político está tan cuestionado, ¿cómo puede ir a negociar cuando nadie se fía de él? Y es el propio partido el que empieza a derribar a aquel que se convertirá en chivo expiatorio. Aunque todos sabemos que por debajo hay mucho más. Ahora temo que pierda el ala de Rajoy y venga el ala de (Esperanza) Aguirre, la que era la presidenta de la comunidad de Madrid, que me parece pavorosa porque en mi opinión es una mujer sin el menor escrúpulo. Por razones ideológicas me molesta que venga el ala más dura del PP, pero me preocupa mucho más que venga una forma de hacer política en la que el cinismo es lo que impera. Y Aguirre es su representante más destacada.

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