LITERATURA › ANGELA PRADELLI, ESCRITORA Y DOCENTE
En su reciente Libro de lectura, desgrana un puñado de crónicas conmovedoras sobre los problemas del sistema educativo argentino. Pradelli explica por qué cree que la escuela no está formando lectores y propone replantear el rol de los maestros y los profesores.
› Por Silvina Friera
A esta altura de los acontecimientos, no sabe si la gente que va a la Feria del Libro lee o no. Pero Angela Pradelli recuerda muy bien aquel sábado por la tarde en que llegó a la Rural y se topó con un mendigo que juntaba los volantes que la gente tiraba. “Ese episodio fue muy importante para revisar y repensar el tema de la lectura, de la gente que tiene mucha necesidad de leer”, confiesa la autora de Libro de lectura (Emecé), en el que la escritora y profesora en letras desgrana un puñado de crónicas conmovedoras sobre el derrumbe del sistema educativo argentino. Son relatos crudos de una docente argentina que observa con frecuencia cómo los padres amenazan a los maestros para que sus hijos aprueben; que escucha cómo un pibe le dice que nunca leyó en su vida, que se entera de que una adolescente de una escuela tucumana sigue repitiendo sexto grado porque no tiene un colegio secundario cerca, o que un chico usa las hojas de un libro como plantillas de zapatos para llegar hasta la escuela. Una docente que lee una entrevista en la que el ministro de Educación, Daniel Filmus, admite que ésta es la primera generación de jóvenes que van a estar peor que sus padres.
Pradelli, autora de Amigas mías, Turdera y El lugar del padre, vuelve sobre la imagen del mendigo, la primera crónica del libro. “A mí me causó mucha impresión que alguien que no podía entrar de ninguna manera a la feria, permaneciera todas esas horas en la entrada, leyendo esos papeles que la gente tiraba, la basura que otros descartaban. El leía con tanta pasión, que cuando lo interrumpí para preguntarle no sé qué pavada, me fulminó con la mirada, con toda razón”, plantea la escritora en la entrevista con Página/12.
–Al igual que ese mendigo, ¿el sistema educativo deja afuera de las escuelas a muchos que quieren leer y no pueden ingresar?
–La escuela no está formando lectores, ésa es la verdad, y no estoy hablando de lectores de literatura simplemente. Un pibe tiene que salir del colegio sabiendo leer un diario. A muchos egresados, vos les ponés un diario en la mano y no saben distinguir entre secciones y suplementos. Les pedís que busquen una noticia de actualidad, y a lo mejor empiezan buscándola en el suplemento Mujer. No tienen idea de cómo está organizado un diario. Y a mí me parece muy importante la lectura de los diarios. En alguna nota lo dijo Ferdinando Camon, un autor italiano que me gusta no sólo por su escritura de ficción, sino por lo que piensa de la lectura y de la escritura. El dice que no podemos quedarnos fuera de la lectura de los diarios porque recogen el trabajo de la gente. Y si nos quedamos afuera, estamos fuera del mundo que circula todos los días.
–¿Por qué la escuela no está formando lectores?
–Hay una realidad que es todavía más triste. Conozco a muchos docentes que no leen un libro por año, los trato diariamente. Es muy difícil transmitir lo que no se tiene, transferir una pasión que no se siente; y a lo mejor tendríamos que buscar en esas zonas oscuras de la formación docente por qué no leen los chicos hoy, que seguramente no será por una única causa. El docente forma parte de un sistema, y si ese sistema no lo reclama, tiene la misma responsabilidad. Nuestro sistema educativo se dirigió hacia un lugar terrible, que es que el docente exigente, el que hace, es mal mirado y hasta sentenciado.
–En una de las crónicas cuenta cómo un padre fue a pedirle a la docente que cambiara la nota que le había puesto a su hijo, que lo aprobara...
–Es una situación muy común en las escuelas, y también es bastante común que los padres, aun con todo el fundamento de la nota que puso el docente, tengan éxito y logren que ese alumno sea aprobado. Supongo que la reforma educativa contribuyó a que suceda esto porque desprestigió el rol del docente y porque la evaluación se corrió hacia un lugar en el que cualquiera puede opinar. Es lo mismo que uno vaya al médico y te diga quete tiene que operar del corazón. “Sí, pero sabe que a mí me parece que me tiene que operar del apéndice, mejor el corazón me lo deja como está”, y entonces el médico tenga que hacer lo que el paciente le pida. Las herramientas para evaluar y diagnosticar las tiene el docente y hay que respetar esa función y ese rol. La realidad es que desde la reforma educativa cualquiera hoy puede ir a la escuela y agredir a un maestro.
Pradelli aclara que pasan cosas muy potentes y muy interesantes en las aulas. “Uno de esos momentos es cuando en la práctica de la escritura, los chicos se dan cuenta de que hay un camino, descubren algo que todavía no les había sido revelado. Lo mismo ocurre con la lectura –explica la escritora–. Por supuesto que también hay otros desencuentros, que hay autores que les gustan más y otros mucho menos. No hay que prohibirle a un chico que un autor le guste, y está muy bien que lo pueda decir.”
–¿Es conveniente que los escritores y los docentes rechacen tanto la lectura de best-sellers?
–En los primeros años de la democracia nos habían sugerido que los alumnos propusieran los libros que querían leer y que de esa manera armáramos el programa. Acepté esa medida, y cuando llegué a fin de año y vi lo que habíamos leído, me desesperé porque se nos había ido todo un año, y en ningún momento sentí que por haber leído a algunos de los autores que ellos habían propuesto, yo había rescatado a esos chicos. Quizás hubieran leído a esos autores igual, o no, y después de todo no me hubiese parecido una pérdida. Cuando uno da clases de literatura en la escuela, la selección la tiene que hacer el docente, el criterio lo tiene que tener el profesor. Nunca incorporé un best-seller, y si miro la lista de los best-sellers de los últimos años, no son muchos los que figuran en esas listas que me interesaron. Y me parece que esos autores que leo con los chicos tienen que ser significativos para mí. Por otra parte, si en la cátedra seleccionáramos lostextos de acuerdocon las listas de los más vendidos,estaríamos rigiéndonos por un canon impuestopor el mercado.
–Me refería sobre todo a que muchas veces la demonización contra este tipo de libros lleva implícito un cierto desprecio al que los lee.
–Puede ser, con los alumnos es muy complicado porque es cierto que el juicio sobre el libro termina siendo una agresión a él como lector. Hace unos años se había puesto de moda en los adolescentes leer a Bucay... y sí, es cierto que hay que ser cuidadoso para que no sientan que se los desprecia como lectores, pero también tenemos que ser muy claros. A mí lo que me importa, sobre todo en las clases, es que aprendan a dialogar, que discutan, y no me importa las peleas que haya mientras puedan pensar por qué un autor es bueno o malo. Sería muy difícil para ellos aprobar una materia, si tuvieran que pensar como el profesor. Yo he aprobado trabajos con 10, y a lo mejor no coincido en absoluto con lo que el alumno afirma, pero son juicios e interpretacionesque están avalados por las obras, no necesariamente tienen que coincidir conmigo. Además, sería aburridísimo para mí y no sería enriquecedor para ellos.
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