LITERATURA › JORNADA CLARICE LISPECTOR EN LA PLAZA DEL MUSEO DEL LIBRO Y DE LA LENGUA
Al modo del Bloomsday dedicado a James Joyce, hoy se llevará a cabo “La hora de Clarice”, una jornada interdisciplinaria de música, danza, plástica, fotografía, lecturas, talleres y performances dedicada a la gran escritora brasileña.
› Por Silvina Friera
El mundo tiembla con la gran máquina afectiva de Clarice Lispector. Cómo no rendirse ante esa escritura rara, de una intensidad y profundidad inauditas, flechas impulsadas por un tumulto de emociones que vibran inexorablemente en las entrañas de sus lectores. Hay obras que vencen los ultrajes del tiempo. Que no se oxidan ni envejecen. La constelación textual clariceana respira en el cuerpo de la lengua, en sus límites y más allá. Quizá porque usaba las palabras como carnadas para pescar lo que está detrás del pensamiento, algo que nunca llega a ser expresado cabalmente, pliegues invisibles que capturaba a la vez que arrojaba a las fauces de una luz inesperada. “Un pequeño gesto o una sonrisa se prenden como un anzuelo a uno de los sentimientos que reposan ovillados en el fondo de las aguas sosegadas y lo llevan a la superficie, haciéndolo gritar por encima de los demás”, reflexiona la narradora de “Obsesión”, cuento que integra La bella y la bestia (Corregidor). Una vez más se festeja el día internacional de Lispector en simultáneo con varias ciudades de Brasil y España, un homenaje que le rinden sus lectores al modo del Bloomsday dedicado a James Joyce. “La hora de Clarice”, una jornada interdisciplinaria de música, danza, plástica, fotografía, lecturas, talleres y performances, organizada por Constanza Penacini, Carmen Güiraldes y Gonzalo Aguilar, llega hoy a la plaza del Museo del Libro y de la Lengua (Las Heras 2555).
Desde las 16 y hasta las 20 se realizará un taller de artes plásticas para niños y adultos a partir de fragmentos de Agua viva, con Fabiana Barreda, Marcela Cabutti y Julia Vallejo Puszkin; performances de las bailarinas y coreógrafas Andrea Servera, Fabiana Capriotti, Jimena Pérez Salerno y Débora Diskin. Habrá recitales de Rosal, Sebastián Schachtel, Liza Casullo, Gabriela Comte, Federico Joselevich y Adi Azicri y el Cuarto del Loco; lecturas performáticas con Marina Mariasch y Anahí Mallol; un workshop de fotografía para “Damas”, en relación con el texto de Lispector “Cómo ser tú misma en las fotos”; una instalación permanente a cargo de Lorena Croceri, Lucía Galli, Cecilia Gil Mariño y Julia Vallejo Puszkin –con música de Visera Crash y Karenautas–; y una mesa con traductores, editores y escritores que conversarán acerca de sus experiencias con la obra de la autora de las magníficas crónicas de Revelación de un mundo (Adriana Hidalgo), en la que participarán Florencia Garramuño, Amalia Sato y Paula Bombara. Constanza Penacini, una de las organizadoras, confirma a Página/12 que uno de los enigmas gira en torno del vigor excepcional de la obra de Lispector. “Su trabajo experimental con la escritura, esas preguntas que nunca cierran en su propia literatura y ese misterio que ella siempre cultiva, la mantienen vigente y actual –plantea Penacini–. A veces no es fácil entender por qué algo prende en el mercado editorial. Es cierto que la literatura brasileña empezó a tener una presencia, se volvieron a crear puentes y se reabrió el diálogo. Hace ya unos cuantos años que las editoriales traducen y editan a escritores brasileños. Pero el caso de Clarice es especial. No pasa sólo en la Argentina; tiene un magnetismo mundial.”
Aunque se ha dicho que Clarice era “una extranjera en la tierra” por haber nacido en Ucrania (el 10 de diciembre de 1920), en una pequeña aldea llamada Tchechelnik –“que no figura en el mapa de tan pequeña e insignificante”–, lo curioso es que a treinta y seis años de su muerte –el 9 de diciembre de 1977– parece ser una nativa de las redes sociales. Según una encuesta de youPIX, es la escritora más citada en Twitter con 3500 frases diarias; mientras que en Facebook hay más de una veintena de aplicaciones y 30 páginas como “Dosis de Clarice Lispector” y “Consejos de Clarice”. Tal vez venga a cuento la claridad meridiana de una de sus definiciones. “Para escribir necesito abstraerme de todo –confesaba Lispector–. Cuando escribo no pienso en nadie, ni siquiera en mí misma. Lo único que me preocupa es captar la realidad íntima de las cosas y la magia del instante.” Penacini analiza “la potencia inagotable” de la autora de Cerca del corazón salvaje. “Hay cierta sutileza, profundidad, atención que puede encontrarse en algunas escritoras, pero no son muchas. Clarice no envejece, probablemente por esa búsqueda y experimentación que es un poco atemporal. Tenía un primer momento donde escribía frases sueltas en papelitos, en cualquier lado, en medio de un cine, cuando estaba con los hijos. Después juntaba todo eso y lo hilvanaba. Ella dejaba que algo se cruzara y trataba de atraparlo al vuelo, sin tanta conciencia. Clarice creía en el misterio, en lo que está más allá de lo que uno puede entender, y confiaba en bucear en ese misterio un poco a ciegas.”
Gonzalo Aguilar, docente y traductor, director de la colección “Vereda Brasil” de la editorial Corregidor, subraya que “cada época fue leyendo algo diferente” de Lispector. “Tuvo la virtud muy tempranamente de percibir el poder político y social de lo íntimo y de lo privado. En vez de considerar una división entre lo público y lo privado, vio que en lo privado estaba ya una cuestión básicamente política como la entendemos hoy, en el sentido de cuestiones de minoría, de género, de identidades, de disputas sobre las vidas. Hay una cantidad de condiciones que hicieron que ella pudiera comprender esto con mucha más agudeza que otros escritores.” Titular de la Cátedra de Literatura Brasileña y Portuguesa de la Universidad de Buenos Aires, Aguilar advierte que en La hora de la estrella logra una resolución muy original acerca de cómo plasmar lo social en la novela. “En vez de hacer un panfleto o crear una suerte de identificación inmediata con los marginales, trabaja con las diferencias, con los desencuentros, con las dificultades de la identificación. A partir de eso logra una literatura mucho más fuerte que se puede leer hoy, cuando mucha literatura comprometida de ese momento se torna ilegible.” Aguilar recuerda que muchos cuentos de Lispector están narrados desde el punto de vista del ama de casa que transcurre sin hacer grandes elaboraciones teóricas sobre lo que le sucede, “pero ella se mete en esos personajes hasta que aparece la necesidad del amor y el deseo”. Penacini cuenta que “La hora de Clarice” en el Museo del Libro y de la Lengua tiene la finalidad de difundir su obra. “Para el lector de Clarice es una celebración leerla y ver todo lo que se sigue construyendo alrededor de ella. Hay lecturas que son maravillosas, que te cambian la vida, pero no podés hacer nada más después. Tengo la sensación de que Clarice te invita a la escritura. Ella encontraba en la música algo que no terminaba de encontrar con la literatura, que es llegar a eso que está detrás del pensamiento sin palabras. Clarice se propuso un desafío difícil: decir con palabras aquello que está más allá de las palabras.”
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