Mar 11.03.2014
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LITERATURA › MAñANA ARRANCA EL III FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESíA DE CóRDOBA

Muchos cuerpos para una gran fiesta

Por tercer año consecutivo, los poetas del país y del mundo se cruzarán durante cuatro días en el Cabildo Histórico y otros espacios de la capital cordobesa, con lecturas, presentaciones de libros y trasnoches multidisciplinarias.

› Por Silvina Friera

La poesía nos respira con sus voces. Muchas orejas, muchos ojos, muchos cuerpos se preparan para el inicio de una gran fiesta: el III Festival Internacional de Poesía de Córdoba, que empezará mañana en el Cabildo Histórico y en distintos espacios de la ciudad. Por tercer año consecutivo, los poetas del país y del mundo se cruzarán durante cuatro días en lecturas, presentaciones de libros y trasnoches multidisciplinarias. Entre los invitados, participarán Stefan Hertmans (Bélgica), Ron Winkler (Alemania), Alberto Szpunberg (Buenos Aires), Alicia Genovese (Buenos Aires), Remo Bianchedi (Buenos Aires), Juan Desiderio (Buenos Aires), Laura Wittner (Buenos Aires), Cecilia Pavón (Mendoza-Buenos Aires), José Villa (Buenos Aires), Jacobo Regen (Salta), Leopoldo Teuco Castilla (Salta), Mario Castells (Rosario), Jorge Dipré (Santa Fe), Edgar Morisoli (Santa Fe-La Pampa), Denise León (Tucumán) y varios poetas cordobeses: Rodolfo Godino, Ricardo Cabral, Manuel Lucca, Alfonsina Clariá, Andrea Guiu y Yanina Molina, entre otros.

En la apertura se proyectará la película Ramón Ayala, de Marcos López. Después del film, el poeta, compositor, guitarrista y pintor ofrecerá un recital. La variedad estética y la diversidad son algunos de los pilares de este encuentro. Para la jornada de cierre, el próximo sábado, Palo Pandolfo leerá poemas de su próximo libro y compartirá algunas canciones. “No escribo para poetas, tampoco pinto para pintores”, plantea Bianchedi, poeta y artista visual que reside en Cruz Chica, en las sierras cordobesas. “Participar en acciones como este festival es para mí volver a poner en acto la oralidad, cuerpo y palabras fundidas en una voz, una voz que así deviene voz general. Lautréamont escribió que la poesía debe ser hecha por todos. Agregaría que también debe ser escuchada, respirada por todos.”

Alejo Carbonell, uno de los organizadores, cuenta que el principal objetivo del festival es “proponer voces nuevas, o menos conocidas, y poner a la poesía en la agenda cultural de la ciudad”. “¿Hasta cuándo vamos a tratar a la poesía como una cosa rara?”, se pregunta. “Me refiero a esa cosa general instalada de que se trata de un género para especialistas porque ‘es difícil de entender’. A veces esa idea es abonada con pereza por quienes no leen poesía, pero a veces también es abonada por poetas, críticos, editores, académicos; es decir, por ‘los especialistas’ que encuentran un negocio simbólico favorable en esa noción. Nos ha pasado de salir desde el festival en vivo para un noticiero y que a la media hora comience a llegar más gente porque nos vio en la tele y se vino. Y en ese momento llegan y se pueden encontrar con lecturas de Teuco Castilla, de Edgar Morisoli, de Cecilia Pavón o de Ricardo Cabral, o con un encuentro de traductores, una película o una performance. Se trata de trabajar contra los prejuicios propios y ajenos; la poesía como género es una oportunidad para nadar contra la corriente.” Entre las actividades programadas en esta edición, se destaca la instalación Audaz mi pensamiento/el cénit escaló, de Alejandra Correa, que obtuvo el Tercer Premio en el rubro textil del 102 Salón Nacional 2013. En esta instalación, Correa –autora de Cuadernos de caligrafía y Los niños de Japón, entre otros poemarios– se propuso llevar la poesía a objetos materiales que pudieran tener un cuerpo. “En el acto de coser vestidos de papel está presente cierta historia personal: mi madre es modista y siempre la ha cosido, remendado, reparada la vida con su hilo y su aguja. El vestido permite decir algo en ausencia del cuerpo. Un puente entre el mundo privado y el público. De la costura me interesa su poder de reunir fragmentos.”

Juan Desiderio, autor de La zanjita, subraya que “un festival es fiesta; y en verdad, me encantan las fiestas”. “Instantes donde se construyen y destruyen redes, visuales... auditivas. Tejidos inteligentes, espirituales y físicos. Una colmena con dulces mieles y cómodos panales, que aparece y desaparece súbitamente. Para volcarse en un recuerdo o pasar al mundo virtual. Al nutrirme de poesía y de los frutos de la tierra y el buen vino, un festival puede bien convertirse en un banquete. Y uno la pasa bárbaro en los banquetes. Estos tres últimos años de experiencia poética se han concentrado y potenciado –gracias a la divina providencia– en torno de las lecturas. Instantes en los que trabajo la mente, el espíritu y el cuerpo al mismo tiempo. Y con la misma potencia en los tres. Así, una lectura se convierte en visiones exhaladas desde un alma hasta otra. También se transforma en misa efectiva cuando el poema se torna neutro, emocionando y sacudiendo las pieles y los huesos de los presentes. Estas dos formas, entre tantas y tantas que hay, son prácticas realizables en cualquier ámbito. Y con cualquier público.”

Este festival –cuenta Gastón Sironi, otro de los organizadores– nació con la idea de llevar la poesía a otras esferas y traer a ella otros mundos. “La palabra clave es mezclar; hay poesía en la película Ramón Ayala, que Marcos López presentará en la inauguración, con un recital del mismo Ayala. En esta edición habrá dos muestras plásticas, visitas a la poesía desde el arte textil y el dibujo. Y una apuesta muy fuerte en las trasnoches, donde nueve artistas visuales intervendrán la obra de nueve poetas, y luego se cruzarán con músicos. Por último, una obra de teatro en la fiesta de cierre. Es una mixtura fina en la que todos quedamos inquietos, confundidos, mojados por el aguacero de esa mezcla” Carbonell advierte que en estos tres años han logrado brindar “una programación muy heterogénea, tan heterogénea como es la producción poética de la ciudad”. “Se trata de atender todas las ecualizaciones: edades, estéticas, regiones. No pensamos el festival como un lugar de consagración, sino como una propuesta. También se pudieron articular buenos cruces entre poesía y música, poesía y artes visuales, encuentros muy dedicados y delicados, es decir cruces, no amontonamientos.” Laura Wittner –autora de Los cosacos, Las últimas mudanzas y La tomadora de café, entre otros títulos– dice que un festival de poesía es “una burbuja dentro de la cual uno logra creer que la poesía es el centro de la existencia”. “Ahí bullen por un par de días palabras, imágenes, conversaciones impensadas, caminatas. Después la burbuja explota y todo eso que bullió sale volando y, con el tiempo, no siempre, a veces, germina. Perdón –pide la poeta–: mezclé metáfora de agua y jabón con metáfora de semilla. Leer ante un público no precisamente de poetas me resulta un gran alivio.”

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