Jueves, 5 de junio de 2014 | Hoy
LITERATURA › JOHN BANVILLE OBTUVO EL PREMIO PRíNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2014
El jurado destacó la “inteligente, honda y original creación novelesca” del escritor irlandés, que no sólo brilla con su nombre original sino que también asumió el seudónimo de Benjamin Black para la serie de novelas negras con el patólogo Quirke.
Por Silvina Friera
La belleza de las palabras es lo esencial. Pocos escritores logran ahondar en esa secreta vibración. “La frase es el mayor invento de la civilización”, suele proclamar, enunciando un credo tantas veces volatilizado por el proverbial escepticismo de espíritus exangües y descreídos. El estilo John Banville, un poeta que escribe en prosa, se impone de manera ineludible en cada frase; el bisturí de la palabra, en sus manos, deviene herramienta formidable para hurgar en el remolino del alma humana. Cualquier página que se escoja y relea al azar es un relámpago que ilumina las inflexiones y el fraseo banvilliano. En Antigua luz, por ejemplo, de entrada despliega sus piezas. “Imágenes del pasado remoto se agolpan en mi cabeza, y la mitad de las veces soy incapaz de distinguir si son recuerdos o invenciones”, dice el narrador, el viejo actor de teatro Alexander Clave. “Tampoco es que haya mucha diferencia, si es que hay alguna. Hay quien afirma que, sin darnos cuenta, nos lo vamos inventando todo, adornándolo y embelleciéndolo, y me inclino a creerlo, pues Madame Memoria es una gran y sutil fingidora. Los pecios que elijo salvar del naufragio general –-¿y qué es la vida, sino un naufragio gradual?– a veces asumen un aspecto de inevitabilidad cuando los exhibo en sus vitrinas, pero son azarosos; quizá representativos, quizá de manera convincente, pero sin embargo azarosos.” El escritor irlandés de 68 años, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014, es considerado por algunos críticos el “heredero natural” de Vladimir Nabokov por su precisa prosa y por el uso del humor negro. George Steiner lo ha calificado como “el escritor de lengua inglesa más inteligente”.
La candidatura de Banville (Wexford, Irlanda, 1945) se impuso en las votaciones al japonés Haruki Murakami y el inglés Ian McEwan. El jurado destacó su “inteligente, honda y original creación novelesca, y a su otro yo, Benjamin Black (seudónimo para publicar las novelas negras protagonizadas por Quirke, un patólogo dublinés), autor de turbadoras y críticas novelas policíacas”. La argumentación es certera. “La prosa de John Banville se abre a deslumbrantes espacios líricos a través de referencias culturales donde se revitalizan los mitos clásicos y la belleza va de la mano de la ironía”, se afirma en el acta que leyó el presidente del jurado, José Manuel Blecua, director de la RAE. “Al mismo tiempo, muestra un análisis intenso de complejos seres humanos que nos atrapan en su descenso a la oscuridad de la vileza o en su fraternidad existencial. Cada creación suya atrae y deleita por la maestría en el desarrollo de la trama y en el dominio de los registros y matices expresivos, y por su reflexión sobre los secretos del corazón humano.”
Al conocer la noticia, Banville le preguntó a su editora en Alfaguara España, María Fasce: “¿Entonces el premio no me lo dará el príncipe sino el rey?”. Es que los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, serán coronados reyes cuando se entregue el galardón, en octubre. La Fundación Príncipe de Asturias estudia si le cambia el nombre. Las opciones son por ahora dos: Premios Princesa de Asturias o Premios del Principado de Asturias, como era originalmente. “España es un gran país con una extraordinaria historia y cultura. Es un honor”, declaró el autor irlandés, y agregó que está “muy emocionado” por ser reconocido en el país de Miguel de Cervantes, el padre “de la novela de ficción moderna”.
Banville es un renovador del lenguaje, un estilista audaz y elegante, amante de la prosa poética, un narrador de novela negra que juega sus cartas “más populares”, sin renunciar a la filigrana de un lenguaje elaborado, bajo el seudónimo de Benjamin Black. Lo hizo con El lémur (2009) y en la serie Quirke, que incluye El secreto de Christine (2007), El otro nombre de Laura (2008), En busca de April (2011), Muerte en verano (2012), Venganza (2013) y La rubia de los ojos negros (2014), donde revivió al mítico detective Philip Marlowe, creado por Raymond Chandler. “Si hace veinte años alguien me hubiera sugerido que algún día escribiría un libro como éste, mi reacción habría sido ‘¿cómo te atreves?, ¡estás loco!’”, confesó hace poco. El tiempo cambia las percepciones, horada los prejuicios y reticencias. “Tengo una edad en la que he de probar cosas nuevas para no marchitarme, para no consumirme. Siempre estoy escribiendo una novela de Banville, pero me sobra energía literaria que derivo hacia Benjamin Black y, ahora, hacia Chandler. Me divierte y estoy en un momento en el que me puedo permitir asumir riesgos, hacer estupideces.”
El narrador irlandés, en el modo Banville, está convencido de que escribir se parece cada vez más a soñar: “A veces tengo la sensación de que hay alguien a mi lado y que es ese alguien quien lo planea todo”. Cuando en 2005 recibió el Man Booker Prize por El mar –entonces felicitó al jurado por atreverse a distinguir “una obra de arte” y romper la tendencia a premiar ficciones menos exigentes–, hacía treinta y cinco años que había iniciado el camino de una vigorosa producción literaria, en la que se deben mencionar El libro de las pruebas (1989), con la que fue finalista del Premio Booker; El intocable (1997) y Eclipse (2000), entre otros. Colm Tóibín, escritor irlandés, plantea que Banville “representa un punto de inflexión dentro de la escritura irlandesa contemporánea” y que “una sensación de perplejidad ante la naturaleza del universo llena sus páginas”. El lenguaje es como el aire que respira. “Escribo frase a frase. Termino una y empiezo la siguiente. Joyce era un maestro del párrafo, yo preferiría prescindir de ellos”, reconoció quien le dio el primer Príncipe de Asturias a la literatura irlandesa. No es que desdeñe la trama y los personajes: desempeñan papeles secundarios. “Como a Chandler, a mí tampoco me importa saber quién mató al mayordomo: él siempre defendió que el estilo era todo. En buena parte de sus libros la trama no tiene sentido. Cuando estaban rodando El sueño eterno, lo llamaron para preguntarle quién había matado al chofer y respondió que no lo sabía. Yo escribí La rubia de ojos negros en ese espíritu. Inventé y reinventé Los Angeles, como hiciera el propio Chandler.”
El irlandés es el primero en reírse de sí mismo al predicar que “no se puede ser un gran hombre sin sentido del humor, ése fue el fallo de Yeats”. No puede ser Black de día y Banville de noche. “En realidad, ni siquiera me cae demasiado bien Black. No tiene sentido del humor. Los escritores de novela negra raramente lo tienen. Siempre están pensando en crímenes.” Black es un artesano; Banville, un artista. La diferencia no es menor. “Estoy orgulloso de los libros de Black, son maravillosas piezas de artesanía. No digo que sean muy buenos libros, pero están construidos con maestría. Mi relación con los libros de Banville es complicada, tan oscura que apenas alcanzo a entenderla. No entiendo por qué los odio tanto. Supongo que simplemente porque son fracasos.”
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