LITERATURA › JUAN MANUEL CIBEIRA, AUTOR DE LA BIBLIA DEL ROCK-HISTORIAS DE LA REVISTA PELO
El autor, que todavía no era periodista cuando entró a la redacción de la revista creada por Daniel Ripoll, vivió allí momentos que quiso dejar asentados en las páginas de su libro. En el recuento entraron las visitas de Queen y The Police, y los festivales BA Rock.
› Por Roque Casciero
“Fue una época única”, suelta Juan Manuel Cibeira mientras un brillo asoma en sus ojos. Periodista y hombre de la industria discográfica, acaba de publicar el libro La biblia del rock-Historias de la revista Pelo (Ediciones B), una suerte de memoria de lo vivido en la redacción de esa publicación, de la que formó parte desde el número 31, en septiembre de 1972. “Tuve mucha suerte en la vida –continúa Cibeira–, porque tener esa oportunidad en una etapa en la que estaba creciendo, poder tomar parte de un movimiento como ése, fue genial. Entiendo la nostalgia, pero no lo veo con melancolía, tipo ‘qué buenos fueron esos años’... Fueron buenos, primero y principal, porque uno estaba en plena juventud, que es una etapa maravillosa. Además, vivirla de esa manera fue fenómeno, a pesar de las cosas que pasaban en el país. Pero hoy todo ha cambiado: el paradigma de los medios, el de la música misma... No sé si es mejor o peor, se pueden encontrar muchos matices. Como decía el Flaco, no voy a decir que todo tiempo pasado fue mejor. Para nada.”
Cibeira cuenta que para escribir el libro decidió apelar a la memoria en lugar de meterse a revisar archivos polvorientos, aunque enseguida advierte que “el asado de neuronas fue en los ’80” con una sonrisa. “Preferí contar cómo recordaba yo, qué había sentido y qué opinaba de algunas cosas”, asegura. “Y recién cuando estaba muy avanzado el libro me di cuenta de que era algo que me involucraba personalmente y que tenía que salir así. Tuvo mucho que ver con que una de mis hijas me impulsó a que contara esa época. Básicamente, fue una idea de Daniel Ripoll, que es el fundador de Pelo y quien creó la marca. En los últimos años empecé a contar cosas y la gente se quedaba entre sorprendida y que le gustaba, entonces me metí.” En el repaso de Cibeira entran la primera visita de Santana, la célebre anécdota de la patada de Andy Summers a un cana en el Obras de The Police, los legendarios festivales BA Rock vistos desde adentro, la intimidad con la primera camada de músicos del rock argentino y la inusual situación del género durante la guerra de Malvinas, con el Festival de la Solidaridad Latinoamericana en medio. Un capítulo imperdible es el de la primera cobertura internacional del periodista: la orgiástica presentación de Jazz, de Queen, en Nueva Orleáns, donde había hasta mujeres que jugaban hardcore con una serpiente.
–Usted mencionó la situación del país en la época en que comenzó a trabajar. Entre otras cosas, había dictadura.
–Claro, el país que vivimos a partir de la democracia es mucho mejor. Los primeros años de los ’70 fueron un bache fantástico, tres o cuatro años en que se retiró una dictadura y apareció toda la libertad de golpe: se hablaba de drogas, de sexualidad... Y no en la revista Pelo: se hablaba en televisión, en las obras de teatro. Había un compromiso con la política, con la democracia, con vivir de otra manera y recuperar los años de atraso. A mí me volvía loco el tiempo que perdíamos para leer los libros que queríamos, ver las películas que queríamos, que hubiera una persona atrás de un escritorio que decidiera qué tenía que entrar al país. Fue un atraso cultural enorme. Y ni qué hablar de las vidas que se perdieron.
–¿Trabajar en Pelo era una resistencia a ese estado de cosas?
–Absolutamente. Era mi pequeña fantasía. Más allá de que con Daniel íbamos a todas las manifestaciones y siempre terminábamos corriendo... Para nosotros era un sitio de resistencia. Venían los pibes de Serú Girán a contarnos de qué hablaban las letras, a decirnos que la morsa era Onganía y que el encuentro con el Diablo era con Viola.
–Los pibes de Seru Giran...
–(Se ríe) Les digo así porque éramos todos parte de lo mismo, en aquel momento.
–Eso cambió con la profesionalización del periodismo de rock. Los músicos ya no “caen” por las redacciones.
–Es que cambió el sistema. Y tampoco digo que esté mal: las cosas son diferentes. El rock tenía otra función. En los ’80, cuando se empezó a construir el mainstream, uno entendió qué había querido decir Lennon cuando dijo que el sueño se había terminado. Hay artistas que apoyan causas, pero ya no existe la idea militante que tenía el rock, ese sueño de que con una canción se podían modificar cosas y de que el rock fuera la banda de sonido de una revolución juvenil.
–¿Por qué la referencia religiosa en el título del libro?
–Hubo quien me dijo que era muy hábil el título porque ahora tenemos un Papa argentino (risas). El título tiene que ver con que, sobre todo en los ’70, era una frase común: “El Flaco es una biblia”, “Pappo es la biblia de la guitarra”, “la Pelo es la biblia del rock”. Me lo dijeron cinco mil veces. Había hasta graffiti... Tenía que ver con que estábamos completamente solos. Y es cierto que éramos soberbios, arrogantes y arbitrarios. Eran las cosas de la edad... Y además no teníamos mucho filtro. No había un referente para equilibrar, para darnos cuenta si nos íbamos de mambo con algo. Y los propios productores nos decían que éramos una biblia. Para que un grupo trabajara, tenía que salir una nota en la revista: así de simple. Era la única referencia. Hoy hay multiplicidad de opiniones.
–Pero desde agosto de 1976 existió El Expreso Imaginario y en el libro ni la menciona.
–No menciono a ninguna competencia porque no es de lo que quería hablar. Espero no herir la susceptibilidad de nadie, pero creo que El Expreso Imaginario quedó en la memoria de la gente que está en los medios más que en el público. En cuanto a popularidad, Pelo dejó una huella más profunda. Llegó a vender más de 50 mil ejemplares en épocas muy específicas, con el pop nacional de los ’80 o en la época de Queen.
–Más tarde aparecieron otras revistas.
–La editorial tenía revistas propias para competir: si salía 13/20, estaba Generación X; si estaba Canta Rock, salía Toco & Canto... Pero en ese momento fue cuando Pelo empezó a tener otra incidencia en el mercado, muy distinta de la que tenía en los ’70. En el libro seguí hasta los ’90, pero más que nada para mostrar la visión de los fenómenos que hubo. Es algo que no se va a repetir: en poco tiempo vinieron Peter Gabriel, Madonna, Michael Jackson y Paul McCartney, en ese orden. Pero ya promediando los ’80 habían aparecido otros medios, entonces cambió el paradigma. Las bandas ya habían pasado a ser parte del sistema del espectáculo, la ideología se había diluido, había una aceptación del rock como parte de la cultura argentina... Y el advenimiento de los otros medios te va sacando porciones de poder, porque todo tiende a atomizarse. Para mí, el hito fue la aparición de Rock and Pop, que fue un proyecto revolucionario.
–Pese a que recibió muchas críticas en retrospectiva, usted sostiene como positiva la división de la música entre comercial y progresiva que estableció Ripoll.
Absolutamente. Muchas de las personas que atacan eso no participaron de la época, entonces es muy difícil entenderlo. Si venís de los ’80, tu perspectiva cambia completamente. Hablamos de una revista que era considerada marginal dentro de las publicaciones argentinas. Para tratar de ponernos en algún sitio, era necesario hacer esa diferencia: era claro que había dos grupos. En ese aspecto soy terminante y, con los años que tengo en la industria, hay cosas que no reivindico. Jamás voy a reivindicar como ídolo popular a Palito Ortega: su música y su mensaje no me gustaban, no me gustan ni me van a gustar. La leyenda del pibe que venía de Tucumán... León Gieco también vino del interior y trabajaba en ENTel. Y había que separar a esa gente de Trocha Angosta y otros grupos que estaban taponando, porque el mundo ya iba para otro lado. Acá había un sistema aletargado, que ya estaba armado de una manera y era impenetrable, por eso vino un tipo como Jorge Alvarez y armó Mandioca: el rock comenzó en una compañía independiente.
–¿Qué significó Ripoll para usted?
–Es el maestro. Todo lo que hice en mi vida de periodista se lo debo a él. Fue quien me dijo: “Andá, sos cronista, ponete la chapa”. Daniel no es un rockero pleno, es una persona que se acercó al rock desde el periodismo. Ya venía de la revista Primera Plana, que dirigía Tomás Eloy Martínez: lo mandaron a ver qué pasaba con el movimiento pop y se quedó para siempre.
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