Martes, 2 de diciembre de 2014 | Hoy
LITERATURA › EDITORIALES INDEPENDIENTES DEBATEN EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
En un marco teñido por la marcha por los estudiantes desaparecidos, cinco editores independientes de México y Argentina plantearon estrategias de colaboración y crecimiento. “El Estado debe intervenir para garantizar la diversidad”, dicen.
Por Silvina Friera
“Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Somos lectores no delincuentes”, tuiteó ayer al mediodía el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II sumándose a la marcha autoconvocada por los 43 estudiantes desaparecidos en el estado de Guerrero, que después de las seis de la tarde partió de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) hacia el monumento Niños Héroes, en sintonía con las movilizaciones que se realizaron en todo el país. Desde temprano algunas editoriales repartieron prendedores negros con el número 43 dentro de la Expo. Claudia Piñeiro se lo puso cerca del corazón para acompañar la demanda que esgrimen sin cesar los familiares de los normalistas de Ayotzinapa –“vivos se los llevaron, vivos los queremos”–, que el domingo pasado se reunieron con Estela de Carlotto en la capital de México. “Hagan carne propia esto que está pasando. Si estos crímenes pasan sin trascendencia, hay peligro de que sigan ocurriendo”, declaró la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Los escritores, artistas, músicos y periodistas de la delegación Argentina, país invitado en esta 28ª edición, repudiaron los asesinatos, “prácticas de horror que ya conocimos y padecimos”, en un documento firmado por Mempo Giardinelli, María Negroni, Guillermo Saccomanno, Laura Alcoba, Félix Bruzzone, Juan Falú y Juan Sasturain, entre otros. A la mañana temprano, en el pabellón argentino, intercambiaron experiencias cinco editores independientes de México y Argentina: Leonora Djament, de Eterna Cadencia, Maximiliano Papandrea, de La Bestia Equilátera, Juan Ezequiel Alvarez Fanego, de Caja Negra; y los mexicanos Eduardo Rabasa, de Sexto Piso, y Guillermo Quijas, de Almadía.
¿Cómo hacer para leer a un autor ecuatoriano en Argentina o un autor uruguayo en Guatemala? Djament aseguró que en las últimas décadas se volvió prácticamente imposible “leernos entre americanos”, salvo que se trate de un escritor latinoamericano que haya sido elegido previamente por una editorial grande española y pueda hacer un recorrido “absurdamente largo”: salir de Venezuela, habiendo sido publicado en España, para volver a América con el aval editorial peninsular. “España sigue funcionando real y simbólicamente como centro de legitimación literaria –subrayó la editora–. Pareciera que sigue siendo necesario que un suplemento literario o una editorial española consagren a un escritor americano para que sea leído en su país natal y alrededores. Miramos con más detenimiento qué latinoamericanos descubre Anagrama o Mondadori y prestamos menos atención a lo que publican las editoriales presentes en esta mesa o los atractivos libros de Alquimia, Cuneta o Animal de Invierno.”
La editora argentina enumeró obstáculos en la circulación de los libros por América latina como los altos costos de transportes, los correos que suelen ser poco eficientes, países que todavía cargan con IVA al libro, múltiples aranceles diversos que encarecen los libros, el universo de lectores que no crece en la escala que se desea, las dificultades para cobrar en tiempo y forma, entre otros problemas a los que habría que agregar que no hay muchas librerías en la región o están concentradas en las principales ciudades. “Las llamadas editoriales independientes han comenzado a recuperar las viejas rutas que unían los países americanos entre sí a partir del trabajo en redes”, planteó Djament. “Entendimos que es necesario crear y fomentar alianzas que vuelvan cada vez más sólidos los lazos entre editoriales y distribuidores, donde los roles sean flexibles y reversibles con distribuciones cruzadas –‘yo te distribuyo y vos me distribuís’–, coediciones, intercambio de ediciones o de impresiones –‘yo edito un libro tuyo y vos uno mío’–, traducciones compartidas, trueque de libros”, sintetizó la editora parte de la experiencia de Eterna Cadencia con editoriales y librerías latinoamericanas.
Repensar el concepto de identidad de una editorial es una tarea pendiente. Djament indicó que ya no sirve pensar en términos esencialistas aquello que distingue una editorial. “El asunto pasa por pensar cómo se puede construir un catálogo propio en asociación con aquel que me distribuye, aquel que me imprime en otro país, aquel que publica algunos de mis autores en otra región.” La editora propuso seguir apuntalando el papel de las librerías, que deben ser pensadas como un modo de organizar un mercado y no simplemente como un lugar de expendio de libros. “Cómo queremos organizar este mercado es una de las preguntas que tenemos que seguir haciéndonos para no estar todo el tiempo corriendo detrás de lo que dicta el mercado, de lo que dictan las nuevas tecnologías, de las reglas que imponen los grupos y conglomerados empresariales”, afirmó Djament y añadió que las ferias de libros son un lugar donde se puede seguir trabajando en la creación y profundización de lazos entre editores, libreros y periodistas culturales.
Alvarez Fanego, de Caja Negra, editorial que surgió en 2006, reconoció que suelen reírse del término independientes porque “nosotros dependemos de un montón de cosas, pero intentamos que esas limitaciones afecten en la menor medida posible la elección de nuestros catálogos”. Quijas, de Almadía, sello creado en 2005 en Oaxaca, precisó que es parte de un proyecto cultural más amplio que incluye una librería y una feria del libro, “un triángulo que nos ha permitido funcionar en estos diez años”. Papandrea, de La Bestia Equilátera, contó que el catálogo se fue construyendo con traducciones de autores rescatados, especialmente ingleses y norteamericanos, que ni siquiera eran conocidos en sus propios países. “Es difícil presentar un autor desconocido, pero un rasgo que podría haber sido una debilidad se transformó en una fortaleza”, admitió el editor y comentó que desde 2012 distribuyen sus libros en las librerías literarias más importantes de España y América latina. “Nos ayudó mucho la publicación de David Markson (1927-2010) y de Informe de lectura de Roberto Bazlen (1902-1965), que nos permitió entrar al panorama internacional.”
Rabasa, de Sexto Piso, que comenzó en 2002 con la vocación de publicar textos no traducidos y con los años fue incorporando autores que escriben en español, aclaró que el término independiente es “ambiguo y confuso”, que está rodeado de un “aura romántica y utópica” que hay que dejar atrás. “Hay cierto afán de crear rivalidades entre Sexto Piso y Almadía cuando en el fondo estamos jalando para el mismo lado y existe un lugar para todos”, opinó el editor mexicano. “Vivimos en una época de fundamentalismos de mercado. Si se deja el mundo del libro expuesto a la lógica del mercado pasa lo que pasa en Estados Unidos o Inglaterra con Amazon, que está devastando las librerías. El Estado debe intervenir para garantizar la diversidad.”
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