LITERATURA › EL EDITOR GERHARD STEIDL HABLó DE VON ENDLICHKEIT
El último libro del Nobel se titula De la infinitud: “Una combinación de textos, ilustraciones y poesías”, según su editor.
› Por Silvina Friera
La mano de Günter Grass trazó las palabras finales en la hoja abierta del tiempo. La alegría de concluir un libro, cuando ya se había despedido para siempre de la novela, fue una pequeña victoria contra esa sombra oscura que andaba en puntas de pie por las habitaciones de su casa en Lübeck. El escritor alemán, que murió el lunes a los 87 años, terminó hace unas semanas Von Endlichkeit (“De la infinitud”), libro póstumo que aparecerá en las librerías alemanas en junio. “Estaba muy satisfecho. Hablaba de ello con ilusión y a todas horas. Como siempre, se estuvo ocupando del proceso de edición hasta el último detalle. En esta ocasión quizá de forma especial porque se trata de una combinación de textos, ilustraciones y poesías en las que se presentaba como artista integral, como dibujante, como pintor, como poeta, como escritor y como intelectual”, confirmó su editor, Gerhard Steidl de la editorial Steidl, que publica los libros del Premio Nobel de Literatura.
La polémica intensa y el debate surcan el horizonte de la obra de Grass desde El tambor de hojalata (1959), por el cual tuvo que comparecer ante los tribunales acusado de pornógrafo, hasta Pelando la cebolla (2006), en la que desató un escándalo al revelar por primera vez que a los 17 años había sido miembro de las SS, las unidades militares del cuerpo de elite del partido nazi, a las órdenes de Heinrich Himmler. Aunque el trajín de las discusiones sea preferible a la simulación de escamotear los pensamientos bajo el imperio anestésico de los buenos modales, el escritor alemán recibió críticas despiadadas de aquellos que lo consideraban un hipócrita que ocultó durante más de sesenta años el hecho de haber estado en una de las divisiones más asesinas del régimen nacionalsocialista. La vergüenza por ese pasado nazi lo asedió hasta sus últimos días. Grass confirmó que terminó un nuevo libro de textos breves en los que buscó mostrar “la relación intensa entre la prosa y la lírica” en una entrevista que publicó ayer el diario El País de España. “Los germanistas normalmente separan entre géneros. Yo los quiero ver juntos porque creo que tienen relación: los límites entre la prosa y la lírica para mí no están definidos, están diluidos”, aseguró el autor de El rodaballo (1977), La ratesa (1986), Mi siglo (1999) y A paso de cangrejo (2002), entre otros títulos.
“No sólo es su última obra, sino seguramente su definitiva y más personal obra, porque se permitió redondear su proceso creativo. Grass escribía a mano siempre sus primeras versiones de sus trabajos. A menudo sobre el papel del texto realizaba también dibujos o ilustraciones, y esta vez quiso que esas descripciones visuales formasen parte del conjunto con entidad propia”, explicó Steidl. “El libro contiene un poema en el que describe con gran exactitud su situación de salud, sus enfermedades, sus achaques, y en el que aborda un futuro inmediato del no ser o de una realidad diferente a la que acceder”, agregó el editor. El escritor alemán era un apasionado del arte de hacer un libro, pero la muerte lo sorprendió. “Quizás ese final haya llegado un poco antes de lo que él esperaba. Teníamos citas fijadas para las próximas semanas porque, como siempre, él quería seguir pormenorizadamente todo el proceso de edición. Le encantaba venir a la editorial cuanto más mejor para tomarse su tiempo en la elección personal del papel de impresión, de los colores y tipos de letra... lo disfrutaba, realmente”, recordó su editor. “Quería controlar hasta el último minuto el resultado y lo que su obra sería después de salir de la imprenta. Era tan preciso en sus instrucciones y en sus correcciones que apenas nos dejaba hacer nuestro trabajo de edición”, comentó Steidl.
El editor subrayó que Grass estuvo en una situación de total lucidez hasta el último momento. “Solamente su cuerpo no respondía como él quería. Como en todo lo demás, era muy exigente con su propia salud”, afirmó Steidl, y sugirió que Grass era “muy exigente” con todos los trabajadores de la editorial, aunque “no era especialmente difícil trabajar con él”. Una vez entregado el texto de cada una de sus obras el escritor alemán solía visitar la sede de la editorial al menos una vez por semana para supervisar el trabajo y rara vez escuchaba las recomendaciones del equipo de edición. “Günter Grass siempre decía que sobre huevos que todavía no han sido puestos no se debe hablar”, concluyó el editor para sembrar el misterio. Habrá que tener paciencia y esperar la publicación de este libro póstumo de textos anfibios, poéticos y narrativos, con dibujos. “La principal obligación del ciudadano es mantener la boca abierta”, planteó Grass en esa especie de lema existencial que cultivó hasta el final.
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