Sáb 26.08.2006
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LITERATURA › JOSE SARAMAGO HABLA DE SU NUEVO LIBRO, “LAS PEQUEÑAS MEMORIAS”

“Esos tiempos no fueron idílicos”

El escritor portugués acaba de terminar sus memorias de infancia. Pero la charla llega al caso Günter Grass y la situación en el Cercano Oriente.

› Por Juan Cruz *

José Saramago tiene 83 años y acaba de volver a la niñez, escribiendo Las pequeñas memorias, que terminó el 15 de agosto en su casa de Lanzarote. La entrevista con el Premio Nobel portugués se lleva a cabo en el lugar más adecuado: la biblioteca que acaba de estrenar. “Pude haber pensado que un día tendría el Nobel, pero jamás se me pasó por la cabeza que tendría una biblioteca como ésta. Claro, es obra de Pilar”, señala. Pilar es Pilar del Río, su mujer, su traductora, que ya trabaja en la traducción de Las pequeñas memorias. La biblioteca está completamente informatizada, y está conectada a la Universidad de Granada y a otras instituciones docentes y literarias del mundo. Saramago ya tiene publicados más de 40 libros; el último fue Intermitencias de la muerte (Alfaguara). Las pequeñas memorias se publicará el 16 de noviembre en su editorial portuguesa Caminho, coincidiendo con el cumpleaños del escritor, y se presentará ese mismo día en Azinhaga, su pueblo natal.

–¿Qué siente un escritor al terminar un libro?

–Emoción. A veces, lágrimas. Ocurrió con Ensayo sobre la ceguera, con Intermitencias de la muerte. Cuando terminas te despides, entra una especie de vacío, ¿y ahora qué? Eso sucede siempre.

–¿Pasó con éste?

–Pasó. Es un libro de memorias de cuando era pequeño; se iba a llamar El libro de las tentaciones, pero me pareció pretencioso, así que le puse este título, que es idéntico a su propósito: Las pequeñas memorias. Me quedé siempre muy atado al niño que fui, y ahora me ha sorprendido la cantidad de recuerdos que tenía de aquella época. El libro me ha hecho sufrir un poco. Pero al final también hubo alivio.

–¿Sufrió escribiéndolo?

–Porque algunas cosas que cuento son dolorosas. Recuerdos familiares que no son agradables, que me tocaron negativamente. Podría haberlos omitido, pero no podía dar una visión idílica de tiempos que de idílicos no tenían nada. Eso me ha producido dolor. Y a veces me he bloqueado. Sólo me había sucedido con Manual de pintura y caligrafía.

–Dolor en la niñez...

–Cosas que un niño no debía haber visto. Cuando lo lea sabrá de qué estoy hablando.

–Usted tiene ochenta y tres años. ¿Qué lo hizo volver a una edad tan remota?

–Es una idea que ya llevaba más de veinte años en mi cabeza. Ahora o jamás. Son 150 páginas. No es literatura sobre lo que he vivido, sino lo que he vivido. Si hubiera literaturizado la vida hubieran salido 500 páginas.

–¿Qué efecto sentimental produce una confesión así?

–Un adulto escribe memorias de adulto, acaso para decir: “Miren qué importante soy”. He hecho memorias de niño, y me he sentido niño haciéndolas; quería que los lectores supieran de dónde salió el hombre que soy. Así que me centré en unos años, de los 4 a los 15.

–¿Y de dónde viene?

–El libro tiene un epígrafe que viene de un libro que me inventé, Libro de los consejos: “Déjate llevar por el niño que has sido”. Si no hubiera vivido aquella infancia no sería exactamente éste que soy. Algunos puntos significativos de mi forma de ser son las de aquel niño.

–¿Rejuvenece escribir memorias?

–Puede que sí. Lo que es cierto es que lo he escrito como si estuviera viviendo en aquel momento.

–En estos días se da una coincidencia: dos premios Nobel, Günter Grass y usted, escribiendo memorias.

–Las suyas son diferentes.

–¿Cuál es su opinión sobre lo que sucedió con Grass?

–Primero sentí perplejidad. Nunca hubiera pensado que él hubiera estado en las Waffen SS..., y menos aún que hubiera ido como voluntario. Y me ha sorprendido la violencia de las reacciones. El tenía 17 años. ¿Y el resto de la vida no cuenta? Me parece una reacción hipócrita la que hubo, de mucha gente que acaso no consulta su propia conciencia. Mucha gente quiere buscar pies de barro a personalidades influyentes. Me recuerdan al que iba de ciudad en ciudad, siguien-

do un circo. Un día le preguntaron: “¿Por qué sigue tanto a este circo?”. “Porque quiero ver cuándo se cae el trapecista y se mata”. Y me parece indigna, infame, la insinuación de que Grass ahora lo dice por motivos promocionales de su libro. ¿Qué juez puede decir que una confesión viene demasiado tarde? La verdad es que lo ha dicho, ahí está su confesión.

–Se lo ha visto firmando una declaración de notables sobre Cuba. ¿Cómo ve el futuro?

–Se observa menos crispación en el exilio. Y estamos percibiendo señales de que empieza la transición. Ojalá la haga el pueblo cubano, sin interferencias, aunque siempre cabe preguntar si Estados Unidos se va a limitar a asistir a esa transición.

–¿El pueblo cubano de dentro y de fuera?

–Claro. Espero que haya negociación, diálogo, ya no hay lugar ni para invasiones ni para asesinatos, sino para que haya acuerdos básicos que contemplen también las indudables conquistas de la revolución: sanidad, cultura, educación...

–Otro asunto sobre el que ha hablado en el pasado es la situación en Cercano Oriente, cada vez más compleja...

–Mientras no se resuelva el problema de Palestina, que tenga su Estado, no habrá paz allí. Israel produce una ocupación militar de Palestina, manda a ghettos a sus nacionales. No se me va de la memoria lo que dijo un intelectual judío, Leibovitz, sobre el carácter judeonazi de su ejército, de las reacciones de su ejército; y no se va de mi memoria el dolor que produce ver niños a los que rompían los huesos de las manos, con martillos, en el curso de la primera Intifada. Cuando digo que las víctimas, con las que todos nos solidarizamos, no pueden hacer de verdugos y llamo la atención sobre ese carácter de la reacción militar israelí, siempre oigo voces –“Ya está de nuevo el Saramago ése”–, pero lo que digo es la verdad, tiene que ver con los hechos...

–¿Qué se puede hacer?

–Ojalá los organismos internacionales comprendan esto de una puta vez: mientras eso no se resuelva, Israel siempre se sentirá amenazado y responderá con la agresividad que muestra su ejército, el más poderoso de la región. Algún signo positivo he visto últimamente: la posible alianza de Al Fatah con Hamas para gobernar.

–Usted no es un hombre optimista.

–¿Cómo vas a ser optimista si lees el periódico? El mundo es el lugar del infierno; millones nacen para sufrir; no les importan nada a nadie. No soy un pesimista, soy un optimista bien informado.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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