Mar 22.09.2015
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LITERATURA › A LOS 85 AñOS, MURIó CARMEN BALCELLS, LA “SUPERAGENTE” DEL BOOM LATINOAMERICANO

Toda una vida entregada a la literatura

Gracias a ella el mundo se familiarizó con nombres como García Márquez (quien la bautizó Mamá Grande), Vargas Llosa, Onetti, Cortázar y Fuentes, entre muchos otros: “A mí me hizo ser alguien la audacia y el saber ganarme la confianza de mis clientes”.

› Por Silvina Friera

La máxima de Mamá Grande –como la llamó Gabriel García Márquez, coronándola personaje literario de uno de sus cuentos– cincela la leyenda de una mujer discreta que logró cambiar parte de las reglas de juego del mercado editorial: “Como tanta gente, valgo más por lo que callo que por lo que digo”. Carmen Balcells no sólo impulsó el boom de la literatura latinoamericana, desde Mario Vargas Llosa hasta Carlos Fuentes, de García Márquez a Juan Carlos Onetti, de Guillermo Cabrera Infante a Alfredo Bryce Echenique, sino que promovió a varias generaciones de escritores en lengua castellana, como Pablo Neruda, Julio Cortázar, Rafael Alberti, Miguel Delibes, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Jaime Gil de Biedma, Eduardo Mendoza y Javier Cercas, por mencionar apenas un puñado de nombres. La agente literaria del siglo XX, que murió ayer a los 85 años en Barcelona, no concedió muchas entrevistas. Se puede contar con los dedos de la mano las veces que recibió a un par de periodistas. En una de esas ocasiones lanzó esa máxima que no hace más que sembrar el misterio en torno a lo que ahora se ha llevado literalmente a la tumba. “No es malo que exista la leyenda, a condición de que yo no me la crea. Seguramente me he beneficiado de ella, claro, pero lo que a mí me ha hecho ser alguien es la audacia y el saber ganarme la confianza de mis clientes”, comentaba Balcells en una de las pocas ocasiones que aceptó ser entrevistada.

Los “clientes” –sustantivo que sortea cualquier tentativa de caer en una perspectiva “romántica”– son los escritores a los que ha representado en su agencia literaria homónima: Carmen Balcells. “Para mí son clientes de la agencia. Así de claro. Y luego existen vínculos, cómo no, relaciones entrañables”, afirmaba. “Pero nunca he olvidado que en esta casa vivimos de los grandes escritores. Y yo me hago querer todo lo que puedo para evitar las deserciones. En esto somos como el ejército.” Balcells nació el 9 de agosto de 1930 en Santa Fe de Segarra, una aldea de 50 habitantes en Olujas (Lérida) en una familia de pequeños propietarios rurales. “Desde allí era muy difícil hacer nada de no haber sido por una madre que tuvo para mí muy buenos planes. Me llevó a estudiar con las teresianas y, de algún modo, fui tratada como una niña privilegiada”, solía recordar la agente literaria, que se trasladó con su familia a Barcelona cuando era una adolescente. Un novio de entonces le recomendó leer a William Faulkner en los años 50. Pronto descubrió a Molière por un profesor de francés que le regaló un ejemplar de El enfermo imaginario; una ecléctica iniciación como lectora que se dispararía a partir de su primer contacto con el mundo editorial, cuando en 1954 comenzó a trabajar como corresponsal en la agencia literaria ACER, del escritor rumano exiliado Vintila Horia. En esa primera escuela comprendió que la clave del futuro estaba en mejorar la negociación entre los autores y editores. En un mundo que parecía un club de misóginos incorregibles, Balcells logró mejoras significativas para los escritores: aparecieron los adelantos, los porcentajes sobre traducciones, el control sobre el número de ejemplares editados.

En los años 60 Balcells se independizó y montó su propia agencia literaria, en un momento en que ella supo captar lo que estaba en el aire de la literatura latinoamericana. Dicen que fue José Caballero Bonald quien le comentó que existía un manuscrito de una novela, Cien años de soledad, de un periodista colombiano. Ella consiguió editor para García Márquez y fue una de sus mejores apuestas. Si toda época fabrica sus propias leyendas y lealtades, Mamá Grande era una experta en dosificar anécdotas que pronto devienen leyendas. Dicen que un día Gabo llamó a su agente desde México y al final de la conversación le preguntó: “Carmen, ¿me quieres?” Afilando la ferocidad de una ironía magistral, ella respondió: “Mira, no te puedo contestar a eso porque supones el 36,2 por ciento de nuestra facturación”. Durante esa década, por obra y gracia de la “superagente literaria”, como la llamó el editor Carlos Barral, Barcelona se convirtió en una especie de “capital mundial del boom latinoamericano”. No le gustaba la expresión “boom”; con razón aseguraba que no quería decir nada. Pero lo cierto es que consiguió que casi todos los autores latinoamericanos pasaran y se quedaran un tiempo en Barcelona. “Nunca se repetirá algo como aquello. Pasarán muchas cosas en la literatura (y espero estar aquí para ver algunas de ellas), pero como esa generación, jamás. Fue lo más fresco, innovador y regenerador que hemos tenido”, ponderaba Balcells.

Hay anécdotas con Vargas Llosa, otro de los premios Nobel que convivían en la agencia literaria de la catalana. Parece que en pleno triángulo amoroso con su tía Julia y su prima Patricia, el escritor peruano amagó con volver a Lima y dejar de escribir, cansado de sí mismo y de la vida bohemia. Balcells, consciente del error que estaba cometiendo Vargas Llosa, lo llamó para convencerlo de que se dejara de tonterías. Aunque había anunciado que se retiraba en mayo de 2000, regresó para hacerse cargo de su agencia después de haber perdido a algunos escritores importantes como Cabrera Infante. A finales de 2013, Balcells eligió al joven gestor cultural Guillem d’Efak para que la sustituyera al frente de la agencia. En el año 2010 vendió por tres millones de euros su codiciado archivo al Estado español, con lo que correspondencia privada, borradores, primeras ediciones, fotografías y bibliografías completas de autores esenciales en lengua española pasaron a formar parte del patrimonio público. Alguno de esos papeles confirman el rol de la superagente, como por ejemplo el texto que le envió a la editorial Bruguera, en octubre de 1982: “Recibido tu télex acerca de la reedición de El otoño del patriarca, de García Márquez, en Club Bruguera: no estamos en absoluto de acuerdo y no aceptamos esta propuesta. Tanto García Márquez como Cela deberán percibir sus derechos íntegramente, como está previsto en los contratos. Y no la mitad. ¿O es que los fabricantes de papel os regalan la mitad para promociones?”.

“La noticia me ha caído como un rayo; hace tres días estuve despachando, comiendo, cenando con ella y todo el tiempo tuve el siniestro presentimiento de que sería la última vez que la vería”, dijo ayer Vargas Llosa. “Estaba siempre muy lúcida, llena de proyectos, realistas y delirantes. Como si fuera a vivir siempre. Pero su físico estaba realmente en ruinas y era imposible no preguntarse cuánto tiempo más esa ruina física seguiría sosteniendo a esa maravillosa cabeza y esa energía indómita”. El Premio Nobel peruano agregó que fue “mucho más” que una representante de los autores que tuvieron el privilegio de estar con ella. “Nos cuidó, nos mimó, nos riñó, nos jaló de las orejas y nos llenó de comprensión y de cariño en todo lo que hacíamos, no sólo en aquello que escribíamos. Era inteligente, era audaz, era generosa hasta la locura, era buena y su partida deja en todos los que la conocimos un vacío que nunca nadie podrá llenar.”

Otras voces

Jorge Volpi (escritor mexicano): “Fue una mujer capital para el desarrollo de la literatura en español por su visión de cómo volverla internacional, fue una de las imprescindibles para que el boom tuviera la resonancia que tuvo, una mujer admirable”.

Jorge Herralde (editor de Anagrama): “Fue un personaje tan complejo y polifacético que terminó por convertirse en una de las grandes responsables del boom latinoamericano, que, además de ella, tuvo otros dos padres: Carlos Barral y Paco Porrúa. Ella asumió un protagonismo muy destacado en el sector, ayudó a muchos autores e introdujo prácticas en la edición en España para que los editores tuvieran unos contratos menos feudales con los autores”.

Raúl Padilla (presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara): “Carmen fue una agente sin cuya participación no habríamos conocido mucho de lo que hoy se lee en América latina, España y Portugal, una figura fundamental en la literatura del siglo XX y pilar de las letras latinoamericanas”.

Mariano Rajoy (presidente de España): “Mis condolencias por el fallecimiento de Carmen Balcells, figura catalana imprescindible de la literatura en español”.

Alberto Díaz (editor de Emecé): “Balcells inventó la función de agente literario. En los años 50, cuando surgió, no había agentes de la lengua española. Encarnó una inmensa innovación porque se especializó en autores que escribían en español y a cada uno lo trabajaba a fondo. Ella también creó la división de territorios para un autor en nuestra lengua y la venta por formatos. Balcells fue una marca registrada, hizo escuela”.

Consuelo Gaitán (directora de la Biblioteca Nacional de Colombia): “Puso a escritores latinoamericanos en el panorama no sólo europeo sino universal. Tal vez fue la persona más importante para la difusión de Gabo. Si no hubiera hecho ese trabajo de comercializar basado en los méritos literarios de toda una generación que se hallaba en Europa y que tuvieron la suerte de coincidir, realmente se hubiera retrasado muchísimos años el conocimiento de la literatura latinoamericana”.

Olga Lucas (viuda del escritor español José Luis Sampedro): “La muerte de Balcells es un mazazo. Cuando José dijo en una entrevista que por culpa de la guerra no había sido músico, Carmen le envió al día siguiente un piano y una rosa roja. Con ella no se podía tener un trato normal, todo era a lo grande, como era ella. Ninguna agencia la puede imitar”.

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