Dom 01.11.2015
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LITERATURA › LA PORTADORA DEL CIELO, NOTABLE NOVELA DE LA FINLANDESA RIIKKA PELO

La rebelión infantil de Vendla

Un lirismo desgarrador atraviesa esta historia en la que la protagonista, una niña de seis años, se apropia de los prejuicios y las condenas de una comunidad religiosa ultraconservadora, para transformarlas en un juego.

› Por Silvina Friera

La tragedia se anuncia más allá de las montañas y de los mares, como una condena de la que parece imposible escapar. Vendla es una niña de seis años que vive en una granja con su abuela Nana, “más liviana que los pájaros”. La anciana, casi ciega, trata de apartar a su nieta de las tentaciones profanas porque “fuera del rebaño de fieles de Dios no existe más que el infierno”, según advierte el predicador. Vendla, la nena “bastarda”, corre y canta la canción de su madre Pieta –mujer desterrada de la comunidad por fanáticos religiosos que sermonean y siembran el miedo–: “Sobre el puente de Aviñón, todos bailan, todos bailan...”. La portadora del cielo (Fiordo), primera magnífica novela de la escritora finlandesa Riikka Pelo, despliega un lirismo desgarrador, como una canción hipnótica que fluye por las aguas de un río donde se mezclan la poesía y la narrativa, el juego y la crueldad, la vida y la muerte.

La sonrisa de la escritora de 43 años sube de la boca a su mirada. Nacida en Helsinki, en 1972, es la primera vez que Pelo está en Argentina y en América latina. Llegó hace unas horas de Santiago de Chile, donde presentó La portadora del cielo, su primera novela publicada en finés en 2006, traducida por Luisa Gutiérrez Ruiz para la editorial argentina Fiordo. Apenas pudo caminar por Buenos Aires, una ciudad que la enamoró a simple vista. “Lo primero que surgió de la novela fueron unos fragmentos muy poéticos del mundo interior de Vendla. Esos textos eran como poesía en prosa, un lenguaje muy espeso. El proceso de escritura consistió principalmente en juntar esos fragmentos a través de puentes narrativos. Me importaba especialmente cuidar el lenguaje de cada personaje. Al comienzo empecé con una imagen: la de una nena que quiere enterrar un pájaro muerto”, recuerda la escritora, dramaturga y ensayista a Página/12. “El lenguaje de Vendla nace de las canciones, del ritmo y la melodía. En las canciones está presente el conflicto con la comunidad religiosa, una comunidad en la que se canta mucho pero sólo ciertas canciones están autorizadas. ‘Sobre el puente de Aviñón’ está prohibida porque es para bailar y como el baile está prohibido estalla el conflicto entre una niña que canta y baila y el dogma de una comunidad que repudia cualquier actividad creativa”, plantea la autora de Nuestra vida cotidiana (2013), aún no traducida al español, novela con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Finlandia.

La severa comunidad religiosa de la ficción está inspirada en una muy reconocible para los lectores nórdicos: laestadianismo, fundada por el pastor y botánico Lars Levi Laestadius en la Laponia sueca a mediados del siglo XIX, que pertenece a la iglesia luterana. “La comunidad religiosa no estaba en el principio de la escritura, pero cuando irrumpió la idea me puse a investigar mucho sobre el tema –cuenta Pelo–. Las mujeres laestadianistas tienen prohibida la contracepción, por eso pueden tener de 10 a 12 hijos. Me interesaba que los personajes principales de la novela estuvieran más o menos en los márgenes, en los bordes: están adentro de la comunidad, pero saliendo, como Vendla con su rebelión infantil. El Hijo del Hombre que vuelve de la guerra está un poco más afuera de la comunidad”. Matti Pelo, el padre de la escritora, fue laestadiano. “El quería estudiar canto, algo que no estaba permitido. No se puede ser solista porque concentrar la atención es considerado pecado. Se fue a estudiar órgano, que sí se podía, pero el hecho de cantar lo fue alejando cada vez más del laestadianismo. A mi padre le hicieron esos tratamientos para curarlo del pecado, como le hacen al personaje de la abuela en la novela –confiesa la escritora–. Mi padre quiso cantar canciones románticas rusas y como no lo pudieron aceptar fue expulsado”. El padre es un profesor de canto muy reconocido en Finlandia y dos de los hermanos menores de la escritora, Riku y Roope, son cantantes.

“La crueldad está puesta en los dogmas religiosos más que en los niños. Que la imaginación de Vendla sea condenada en la novela demuestra que para esa comunidad el poder de la palabra y las canciones es muy importante. Pero la niña toma esas prohibiciones y las transforma en su imaginación. No es que todo juego se condena; hay espacio para lo lúdico, pero en la imaginación de Vendla ella se apropia de la condena, de los prejuzgamientos, para convertirlos en un juego. Los niños juegan como en todas las comunidades. Que por ese juego terminen ahogados, no quiere decir que yo adhiera a la idea de castigo divino por haber violado las reglas”, aclara Pelo y agrega que el paisaje en el que vive Vendla es similar al que ella vivió durante parte de su infancia en Pertteli, un pueblo de Kaivola, donde antes de empezar la escuela ya sabía leer y escribir. “Siempre supe que iba a ser escritora. Hay un momento muy intenso que recuerdo. Me veo sentada a una mesa, en el piso de arriba de la casa, escribiendo una frase en un cuaderno, asombrada por el movimiento de mi mano en el papel y las posibilidades infinitas de la escritura. Ahí me di cuenta de lo plástico que es el lenguaje”.

A los 17 años salió por primera vez de Finlandia rumbo a la entonces Chescolovaquia. Quería recorrer las calles de Praga, la ciudad de uno de sus escritores favoritos: Franz Kafka. Vivió entre Praga y Berlín, de 1991 a 1995. “Tuve una fugaz experiencia como cantante de Ecstasy of Saint Theresa, una banda checa que pasó de la influencia de la música independiente de guitarras británicas a la música electrónica, liderada por Jan P. Muchow”, revela Pelo. Su segunda novela, Nuestra vida cotidiana, explora la relación ambivalente entre una madre y una hija muy especiales: la poeta rusa Marina Tsvietáieva y Ariadna Efron. “La hija crea su propia identidad y escritura desde la sombra de su madre, que fue una gran poeta. Hay una conexión entre la ficción y la historia. En una carta, cuando están viviendo juntas en un pueblo cerca de Praga, se menciona que están escribiendo un libro a cuatro manos. Que Marina le está enseñando a escribir a Ariadna, que es una especie de niña prodigio. La idea era contar la verdad del alma de la revolución rusa. Pero nunca escribieron ese libro juntas. Yo investigo por qué se produjo esa fractura entre madre e hija, que hasta entonces tenían una relación tan simbiótica. La novela es el libro que escribe la hija cuando ya es adulta y puede perdonar a su madre”, explica Pelo. “La literatura te permite cambiar de tiempos y hacer dos viajes: uno más rápido y otro más lento”.

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