LITERATURA › JORNADAS LITERARIAS SOBRE LA OBRA DE LUISA VALENZUELA
El Vértigo de la Escritura, que se desarrollará desde mañana hasta el viernes en diversas sedes, abordará el universo creativo de la autora de Aquí pasan cosas raras. Participarán Ana María Shua, Claudia Piñeiro, Fernando Noy y Tununa Mercado, entre otros.
› Por Silvina Friera
“La escritura es camino de ida hacia la oquedad del conocimiento. El camino de regreso está hecho de reflexión, de análisis del material, de tratar de llegar a algún acuerdo con una misma y con lo que se ha producido. Creo profundamente en ese vaivén del intuir al entender, del dejar que las corrientes se entrecrucen. Colocándonos justo allí en la frontera entre dos aguas, en el vértice del maelstrom, ¿el ojo del tornado?”. Celebrar la travesía de una escritora irreverente, que pone el cuerpo en la escritura “como quien se acuesta sobre una mesa de ruleta al grito de ‘¡me juego entera’!”, es una invitación a volver sobre sus libros –de la primera novela Hay que sonreír a Cola de largatija, de los cuentos de Aquí pasan cosas raras a Simetrías, por mencionar apenas un puñado de títulos de una obra excepcional– para explorar el misterio, el erotismo, el humor negro y despiadado, los viajes, los miedos y la memoria, esos mundos inagotables que despliega para deleite extremo de sus lectores. El Vértigo de la Escritura. Jornadas Luisa Valenzuela, que comienza mañana a las 18 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415), organizadas conjuntamente por la Unsam (Universidad Nacional de San Martín), la Biblioteca Nacional, el Fondo Nacional de las Artes y la Universidad de St. Mary’s (Texas), reunirá a Tununa Mercado, Ana María Shua, Claudia Piñeiro, Flaminia Ocampo, Fernando Noy, Pola Oloixarac, Horacio González, Liliana Heer, Luis Tedesco, Alejandra Laurencich, Raúl Brasca, Enzo Maqueira, Luis Mey, Julián López, Gonzalo Unamuno, Carlos Bruck, Ana Cerri, Celina Manzoni, Sandra Bianchi, Cristina Elgue y Guillermo Saavedra, entre otros escritores y académicos.
La idea empezó en una charla de café sobre los libros de Valenzuela entre las escritoras Esther Cross, Irene Chikiar Bauer y Gwendolyn Díaz Ridgeway. “¡Qué bueno sería hacer unas jornadas sobre una escritora que tiene una obra im-pre-sio-nan-te!”, dijo hace unos meses Chikiar Bauer. Las tres coincidieron en que a casi cincuenta años de la publicación de su primera novela Hay que sonreír (1966) había que celebrar la obra de “una pionera de la escritura experimental”, atenta a la vida política argentina, “que abordó los años oscuros con profundidad, con una mirada irónica, no exenta de humor, siempre a salvo de la solemnidad y dispuesta a captar los matices grotescos de la violencia”. Cross subraya a Páginað12 la necesidad de festejar la obra de la autora de Los deseos oscuros y los otros. “Los escritores van a intervenir los textos de Luisa. Al menos que alguien se sepa su obra de memoria, en la lectura uno no se va a dar cuenta qué es de Luisa y qué es de cada escritor. Vamos a ver con qué nos sorprenderá cada uno, pero la propuesta tiene que ver con esa aproximación poco solemne a la literatura, que se refleja en su escritura. Ella es alguien que se aproxima al cuerpo literario con mucho compromiso con la escritura y a la vez con algo muy lúdico. La duda en esta mesa es qué van a hacer los escritores con la obra de una escritora que interviene los géneros y se interviene ella misma. Algunos también van a entrecruzar textos de Luisa y lo bueno es que esto habilita una pregunta: ¿qué es intervenir una obra?”, comenta Cross.
Díaz Ridgeway, especialista en Literaturas Hispanas de la Universidad de Texas en Austin, abrirá las jornadas con una conferencia sobre “La maravilla de escribir”. “Luisa es una persona muy especial, una mujer generosa, solidaria, que se preocupa por los demás y no tiene ni una gota de envidia, a diferencia de muchas otras personas en el ambiente literario. Si te puede dar una mano, te la da. Pero además, su pensamiento intelectual es sólido y profundo. Ella ve más allá de lo que vemos los demás. Lo que más me llama la atención –y yo quisiera poder emularla– es que ella ve una mañana a un nene al sol como si lo viera por primera vez. Tiene esa visión que a veces tienen los chicos, que se maravillan por cosas que nosotros ni nos damos cuenta. He viajado bastante con ella y siempre se asombra: ‘¡Ah, fijate cómo baja ese rayo de sol por el árbol y luego pega en el agua!’... y de ahí sale un mundo. Lo central de la obra de Luisa es la maravilla de la escritura, la manera en que ella puede ver las cosas que para los demás son cotidianas de una forma especial”. El Vértigo de la Escritura concluirá el viernes a las 21 en el auditorio Borges de la Biblioteca Nacional con una performance basada en el cuento de Valenzuela “Si esto es la vida, yo soy Caperucita Roja”, incluido en el libro Simetrías (1993), con música de Incubus de Jorge Chikiar, dramaturgia y narración oral de María Emilia Franchignoni y registro audiovisual de Juan Chiesa. Pero habrá una prolongación de esta celebración, cuya segunda parte se inaugurará con la exposición ABC de las microfábulas. Luisa Valenzuela y Lorenzo Amengual, el viernes 5 de febrero de 2016, en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes. “El nombre de las jornadas viene del libro de ensayos Peligrosas palabras; hay un momento en que Luisa habla del vértigo de la escritura y postula que escribir es no temer al rechazo, que escribir es enfrentar los abismos, que escribir es dar el salto –advierte Chikiar Bauer—. Cuando ella recuerda esa nena que fue, que se trepaba a los techos, te das cuenta de que busca el vértigo en la escritura y lo genera también en el lector.”
La palabra “descaro” es lo primero que le viene a la mente a Cross para intentar arrimarse al fascinante universo de Valenzuela. “Yo le agradezco como escritora el placer que me ha generado leer sus libros –dice la autora de La mujer que escribió Frankenstein—. Tengo la impresión de que hay escritores que te hacen sentir que su obra es cerrada porque tienen un concepto de la literatura y la escritura imponentes. Luisa viene desde adentro de la literatura con una plena falta de solemnidad y entra en posesión del lenguaje. El lenguaje es algo de todos, es de uso común, pero ella lo usa con una absoluta libertad y me parece que este ejercicio es contagioso y habilitante para quien la lee”.
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