El umbral de la búsqueda y la calidad poética están en el horizonte de El Surí Porfiado, editorial independiente que celebra la obstinada construcción de un catálogo ecléctico con la publicación del título número 100: un nuevo libro del poeta Alberto Szpunberg, los sonetos de La tarde, sólo es la tarde, quien leerá sus poemas a modo de cierre de una presentación colectiva de media docena de títulos que incluyen también Las horas olvidadas del colombiano Federico Díaz Granados (Bogotá, 1974); De los colores de la catamarqueña Celina Galera (Catamarca, 1974); El repliegue de Marcelo Gobbo (Buenos Aires, 1966), poeta que reside hace una década en Neuquén; Blanco de Eliana Navarro (Bariloche, Río Negro, 1975) y Formosa de Catalina Boccardo (Buenos Aires, 1961). El poeta Carlos Aldazábal se puso al hombro este proyecto que empezó en 2007 con la intención de “poner en escena a un montón de poetas que no tenían la visibilidad que se merecían”. Desde entonces han realizado un descomunal trabajo de rescate de los poemas del santiagueño Bernardo Canal Feijóo (1897-1982) con Penúltimo poema del fútbol (1924), las Elegías de la piedra que canta (1969) del pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz (1929-2010) o la antología El hueco de un relámpago de Élida Manselli (1941-2013), preparada especialmente por su hijo, el poeta Lucio Madariaga.

A este tejido de voces, entonaciones y multiplicidad de miradas, hay que añadir a Niní Bernardello, Paulina Vinderman, Leopoldo Castilla, Oscar Steimberg y la poeta mapuche Liliana Ancalao; varias generaciones más jóvenes de todo el país, entre los que se destacan Ariel Williams, Emiliano Bustos, Rodrigo Galarza y Julián Axat; y poetas internacionales como el mexicano Eduardo Lizalde, el español Luis García Montero y el chileno Omar Jara, entre otros. Aldazábal, poeta salteño que reside en Buenos Aires, menciona la importancia de Pedro Orillas del poeta y cuentista salteño Carlos Hugo Aparicio (1935-2015). “Dino Saluzzi inició su carrera rupturista con este libro de Aparicio, porque hasta entonces venía haciendo folklore con el bandoneón. A partir de musicalizar esos poemas de Aparicio, Saluzzi empieza a meterse con el jazz y otras musicalidades más complejas”, recuerda. “Entramos a la Biblioteca Juan Gelman del Ministerio de Educación de la Nación con un libro de Néstor Ponce Desapariencia no engaña, un poeta que fue militante en La Plata y que debió exiliarse en París, donde lleva una vida académica. Ese libro nos permitió continuar con los rescates de otros poetas. La Conabip compró un libro de Leopoldo Castilla, que nos interesa poner en valor. No sabemos qué pasará ahora con estas políticas de compras del Estado, que beneficiaron a nuestra editorial y a muchos pequeños y medianos sellos”. “El Surí Porfiado discute también con ciertas estéticas del vacío, del sinsentido o anti líricas –plantea Aldazábal–. En algún momento se dividió la poesía argentina en dos grupos que eran de la ciudad de Buenos Aires: neobarrocos y objetivistas; y eso dejó de lado a un montón de tradiciones poéticas que no tenían nada que ver con esa discusión. Mi tradición que es la de provincia de Salta incluye a poetas como Jacobo Regen, Leopoldo Castilla y Santiago Sylvester, por mencionar tres nombres de poetas que están vivos y que tienen poco que ver con esa división entre objetivistas y neobarrocos; pero sí tienen vínculos con las vanguardias latinoamericanas, con la poesía de César Vallejo, porque por detrás está la sombra de Manuel J. Castilla, un poeta significativo tanto para la canción popular folclórica como para la producción poética nacional. Restringir la poesía argentina a la discusión entre neobarrocos y objetivistas es una limitación bastante mezquina”.

* Los libros se presentará hoy a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543), con entrada libre y gratuita.