LITERATURA › EMECé PUBLICA BORGES CUENTA BUENOS AIRES
A treinta años de su muerte, que se cumplirá el 14 de junio, la antología con doce relatos del escritor argentino más universal reúne varios de sus mejores textos sobre la ciudad, pero excluye otros esenciales como los de El tamaño de mi esperanza.
› Por Silvina Friera
Los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos. Un joven escritor veinteañero describe con entusiasta y acriollada ortografía la singularidad de su ciudad: “Nuestra realidá vital es grandiosa y nuestra realidá pensada es mendiga. Aquí no se ha engendrado ninguna idea que se parezca a mi Buenos Aires, a este mi Buenos Aires innumerable que es cariño de árboles en Belgrano y dulzura larga en Almagro y desganada sorna orillera en Palermo y mucho cielo en Villa Ortúzar y proceridá taciturna en las Cinco Esquinas y querencia de ponientes en Villa Urquiza y redondel de pampa en Saavedra”. Jorge Luis Borges –“desaforado caminador” que “batía todos los rumbos de la ciudad”, según lo definió Ulyses Petit de Murat– construyó una manera mitológica de ver la ciudad en sus textos escritos durante la década del 20 del siglo pasado en los que prevalece una excepcional emoción estética para transformar la materia contemplada. Pero las calles íntimas y familiares y la fisonomía de los barrios, en las décadas siguientes, se fueron poblando de cierta oscuridad y densidad, con tramas más truculentas o metafísicas. A treinta años de su muerte –que se cumplirá el próximo 14 de junio–, se publica Borges cuenta Buenos Aires (Emecé), una antología con doce relatos del escritor argentino más universal. El libro está prologado por María Kodama y tiene imágenes de Carlos Greco.
“Borges funda míticamente su ciudad, la canta a través de sus poemas, la narra a través de sus cuentos. Borges, como los griegos, es ‘Borges de Buenos Aires inseparable, para la eternidad”, plantea Kodama en el prólogo de este libro que incluye “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” (El Aleph), “Isidoro Acevedo” (Cuaderno San Martín), “El Sur” (Ficciones), “El libro de arena” (El libro de arena), “El amenazado” (El oro de los tigres), “Hombre de la esquina rosada” (Historia universal de la infamia), “El laberinto” (Atlas), “Historia del tango” (El hacedor), “Historia de Rosendo Juárez” (El informe de Brodie), “Las hojas del ciprés” (Los conjurados), “El Truco” (Fervor de Buenos Aires) y “La trama” (El hacedor). Las fotografías que acompañan a cada uno de los relatos, según previene la prologuista, “quizá no responden a lo que tradicionalmente se encuentra en este tipo de ‘hermandad’: texto e imagen” y agrega que, “como un río subterráneo, la imagen se abre paso tratando de expresar el misterio de la creación literaria”.
Carlos Greco, responsable de la iconografía de Borges cuenta Buenos Aires, aclara que las imágenes “no pretenden ilustrar, sino abrir las puertas a la interpretación, al protagonismo del lector”. Greco advierte que en muchos de los relatos recopilados en el libro aparece con fuerza la concepción del destino. “Buenos Aires es tan inevitable como el destino mismo, inmutable más allá del tiempo y de los hombres. Es la geografía del destino. En esa geografía surge lo epifánico como una primera característica. Las apariciones de las fuerzas del destino son azarosas, inesperadas, contenidas en un instante, como cuando expresa ‘el momento en que un hombre sabe para siempre quién es’...”, recuerda Greco un fragmento de “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. “Lo inevitable es la base fundacional del destino. Como consecuencia de su naturaleza circular los actos intermedios tejen sus relaciones para alcanzar su estado final. ‘Hombre de la esquina rosada’ e ‘Historia de Rosendo Juárez’ se encadenan de este modo, con la característica de que son los hechos, no los personajes, los que llevan el hilo conductor de la acción. Los hombres son solamente instrumentos del destino, circular e inexorable. No hay hechos insignificantes.”
Kodama presenta los relatos incluidos y despliega un puñado de interpretaciones a modo de breve guía para los lectores. “En ‘El truco’ parece reflexionar sobre este juego emblemático que se basa en el engaño y que pareciera responder a lo que Borges siente como la mala elección hecha por este país, haber elegido como libro de cabecera el Martín Fierro, sobre todo en lo que respecta a los consejos del Viejo Vizcacha, en lugar de haber sido la obra de Sarmiento la rectora”, afirma la viuda del escritor. La antología, como toda selección o recorte sobre cualquier obra literaria, es arbitraria por “naturaleza”. El único aspecto objetable de esta edición de calidad, muy cuidada en el plano estético, podría girar en torno a la selección. Los trabajos de juventud están representados a través de dos textos, “El truco” de Fervor de Buenos Aires y el relato “Isidoro Acevedo” de Cuaderno San Martín, pero no se incluyó ningún texto de El tamaño de mi esperanza, especialmente “La pampa y el suburbio son dioses” o “Carriego y el sentido del arrabal”, que podrían haber sido pertinentes para ilustrar el amor que Borges sentía por la ciudad en la que nació.
“En un diálogo de Oscar Wilde se lee que la música nos revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpas que no cometimos; de mi confesaré que no suelo oír El Marne o Don Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo, a la vez estoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caer al fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo –cuenta Borges en ‘El tango pendenciero’–. Tal vez la misión del tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y del honor.”
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