Sáb 04.06.2016
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LITERATURA › ANA PADOVANI HABLA DE SU CICLO BIORRELATOS, QUE SE PRESENTA EN EL CELCIT

Vidas más apasionantes que las obras

La prestigiosa narradora y actriz aborda desde la oralidad el universo de grandes autores de la literatura argentina. Después de pasar por Roberto Arlt, Alfonsina Storni y Horacio Quiroga, sigue con Niní Marshall en las dos últimas fechas.

“La fantasía no es un modo de evadir la realidad, sino un modo de hacer posible acercarse a ella”, dice Michael Ende, y lo cita Ana Padovani. La prestigiosa narradora, actriz, profesora de música, psicóloga y maestra de narradores dice que esta frase que toma casi a modo de presentación, define con bastante precisión la “magia” de su oficio. Desde hace unos meses, y siguiendo esta idea sobre la realidad, ha encarado Biorrelatos, un ciclo de narración oral que recorre el universo de grandes autores de la literatura argentina. Después de pasar por Roberto Arlt, Alfonsina Storni y Horacio Quiroga, sigue con Niní Marshall en las dos últimas fechas del ciclo, mañana y el domingo 12 a las 17.30 en Celcit, Moreno 431.

“Biorrelatos designa una forma particular de narrar la vida de un artista y los aspectos de su producción que funcionan como destellos en el transcurrir de su historia”, define Padovani. “Todo ser humano es de algún modo un archivo, una reserva de experiencias, saberes, emociones, textos, imágenes, comportamientos. Este ciclo intenta poner en tensión ficción y realidad, lo público y lo privado, y recuperar la historia de vida como una experiencia única”. En Niní Marshall, vida y milagros, la que corresponde a estas últimas fechas, esa historia de vida abarca las ilusiones, los amores, el exilio y el triunfo de la creadora de Catita. Cándida, La Niña Jovita, Belarmina, Doña Pola y Mónica son otros personajes que Padovani toma en la interpretación de este biorrelato.

“El de Niní parece un nombre extraño dentro de este colectivo de grandes autores, pero yo la incluyo porque creo que hizo un trabajo interesantísimo con la palabra. Ella lograba un bordado textual a partir de la observación minuciosa de las corrientes inmigratorias, de las formas de hablar, de las costumbres. No tiene una producción literaria en el sentido estricto, pero considero que tiene bien ganado el estatus de escritora”, asegura.

–¿Cómo comenzó estos Biorrelatos?

–Leyendo mucho, conociendo y descubriendo la vida de los escritores. Encontré vidas que eran tanto o más apasionantes que las obras. Y me puse a investigar y a darle un formato a estas vidas, tomando la idea de biodrama del teatro, ahí había un correlato posible: contar una vida que encierra una historia atrapante. Es un trabajo largo porque investigo mucho, selecciono mucho, y después armar el texto me lleva mucho tiempo.

–¿Y por dónde pasa esa selección?

–Por un lado, hay cosas que siento que deben quedar en la privacidad de ese escritor y esa familia. Pero además busco los ribetes dramáticos, porque la idea no es la de la simple transmisión de una biografía. Tal vez por haber estudiado psicología, lo que encuentro son ribetes de la historia personal que se ven reflejados de alguna manera en la producción. Tiene algo de detectivesco, ahora que lo pienso: investigo, voy pensando las causas y entendiendo el proceso. Por supuesto, el mío no es un abordaje psicológico, pero no dejo de entender algunas de estas cuestiones.

–¿Por ejemplo?

–En Alfonsina (Storni), su híper sensibilidad, la híper reactividad que tenía, que desde un cuadro clínico podría pensarse de tipo paranoide. No me arrojo ese derecho de juzgar ni mucho menos de diagnosticar, pero leyendo las anécdotas de su vida se va deduciendo que era una persona híper sensible a la opinión ajena, que se sentía perseguida, que en un viaje encontraba enemigos en la tripulación, por ejemplo. Pienso en el padre que tuvo, un padre melancólico, que se desentendió de los negocios de la familia, alcohólico, que según se deduce se suicidó. Y, por otro lado, una madre muy fuerte, culta, que la apoyó mucho en todas sus decisiones. La decisión de su propio suicidio la tomó después de que le diagnosticaran un cáncer, con un proceso relativamente rápido e irreversible, en un tiempo en que no había analgésicos para evitar el sufrimiento. Ella se lo quiso ahorrar, y tomó la decisión con una entereza y una calma sorprendentes, dejando todo muy preparado. Luego quedó el mito de que se internó en el mar; en realidad, se tiró de la escollera, se supo porque apareció un zapato suyo enganchado.

–¿Por qué eligió a estos autores?

–Son algunos de los que me atraparon por su vida y por su obra. También, a decir verdad, aquellos con los que puede resolver la cuestión de derechos de autores, porque hay algunos con los que no pude avanzar. Por supuesto, en cada uno de estos biorrelatos hay atrás una obra fuerte, que yo intento mostrar también en sus aspectos menos conocidos. En Arlt, las aguafuertes me dan un material riquísimo para la transmisión oral. Alfonsina era una poeta; no obstante, tomo un cuento, porque aunque nunca publicó un libro de cuentos, ella escribía para La Nación, y ahí sí publicó cuentos. Sobre todo tenían que ver con su postura frente al rol de la mujer, en una defensa muy clara de igualdad de derechos. Leo también una pequeña obra de teatro, porque ella escribió varias obras de teatro para chicos, del 20 al 30 y pico. Cuento también el golpe terrible que fue para ella su fracaso como dramaturga, cuando estrenó en el Cervantes uno obra que duró solo dos o tres días en cartel: había ido hasta el presidente de la Nación al estreno, y después las críticas fueron pésimas.

–¿En su oficio de narradora, comprueba la frase de Ende?

–Absolutamente: recurrimos a la fantasía no para evadirnos, sino para acercarnos a la realidad. Lo noto con la gente cuando cuento, es ese instante que yo llamo “la burbuja mágica”. Si pudiéramos verlo de afuera, nos veríamos a todos ahí, flotando en otra esfera, en otro lugar. Incluido el narrador, que entra en el juego, claro. Eso es lo que tiene que hacer un narrador: agarrar al otro, levantarlo y depositarlo después suavemente de regreso, nunca dejarlo caer. Yo les digo a mis alumnos: si te equivocás, no importa, seguí para adelante, no los dejes caer. He contado en lugares imposibles y siempre es posible esa esfera mágica: en plazas, en la Feria del Libro, en el hall del San Martín. Es decir, no creo que haya lugares imposibles: solo es necesario tener a los chicos adelante, e invitarlos a entrar con vos. Y cuando el público es adulto, como en este caso, la convención es otra... pero el juego es el mismo.

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