LITERATURA › LLEGA EL VIII FESTIVAL DE POESIA EN LA ESCUELA
El encuentro se realizará entre el 14 y el 30 de septiembre en 60 escuelas y bibliotecas de varias provincias. Alberto Szpunberg, Miguel Martínez Naom, Selva Di Pasquale, Roberta Iannamico, Gaby Larralde y Romina Freschi son algunos de los que participarán.
› Por Silvina Friera
“Yo soy brisa cálida que danza/ Yo soy ácido puro que piensa/ Yo soy pulso limpio que crece/ Yo soy soledad brusca que ama/ Yo no soy balance bello que respira/ Yo no soy dirigente bello de la paz/ Yo seré pie firme sobre cálido cielo”. Cuando Bella Piazza Pesce escribió estos versos, quizá no imaginó que un día su poema “Pie firme sobre cálido cielo” le daría título a un libro, una antología de voces de niños y jóvenes de todo el país que participaron de los talleres de Poesía en la Escuela, ilustrado por chicos del taller La Vaca de Muchos Colores de La Plata y diseñado por la artista visual Fabiana Di Luca. Los chicos no sólo leen poesía, sino que se arriesgan a escribir cada vez más, jugando y tanteando palabras y pensamientos. Joel Ocampo se anima a un haiku: “Soles de invierno/ veo constelaciones/ toda la noche”. Lautaro Pérez elige una momento del día en “Despertar”: “Al amanecer/ tiemblan las ventanas/ frágiles de las casas/ Un gallo inmóvil despierta a los niños/ humea la pava/ sobre el fuego/ luego del desayuno/ suben los caballos/ y galopan/ entre los álamos”. El inmenso trabajo de las poetas Marisa Negri y Alejandra Correa está abriendo más caminos. El VIII Festival de Poesía en la Escuela, que se realizará entre el 14 y el 30 de septiembre, desplegará más de 100 actividades en 60 escuelas, institutos de capacitación docente y bibliotecas de Tucumán, San Luis, Mendoza, Neuquén, La Pampa, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco, Buenos Aires y la capital, en las que participarán más de 200 docentes, poetas y artistas. Varios poetas leerán sus poemas, dialogarán con los alumnos de las escuelas o coordinarán talleres, como Alberto Szpunberg, Miguel Martínez Naom, Selva Di Pasquale, Roberta Iannamico, Romina Freschi, Gaby Larralde, Flor Codagnone, Patricio Torne y Candelaria Rojas Paz, entre otros.
Poesía en la Escuela se expande edición tras edición. Habrá participaciones especiales de la escritora y narradora oral Ana Griott, invitada por el Programa de Acción Cultural Española. El festival estará presente en dos unidades carcelarias: la unidad 3 de la cárcel de mujeres de El Borbollón, en Mendoza, de la mano del poeta Gabi Jiménez; y la unidad de mujeres de Los Hornos, La Plata, con Papermusa y el poeta y narrador Carlos Ríos. Se anticipan momentos muy especiales, como una mesa de lectura en la escuela de educación especial Portal del Sol de la localidad de Tapiales (el viernes 16), donde leerán la mamá poeta y su hijo poeta de 19 años. Ella es Gisela Galimi, él Marcos Wertheimer. Alejandra Correa plantea a Página/12 que hay una voluntad colectiva de sostener y propagar el festival. “Este es un proyecto muy querido por la comunidad de poetas y por docentes y bibliotecarios. Nos han dicho reiteradamente que lleva aire nuevo a la escuela, que los chicos se enganchan, que suceden cosas. Para los poetas y artistas que nos acompañan desde hace años, y para los que se suman en cada edición, el festival es una puerta para vivir la poesía en una dimensión social diferente y con la idea de estar sembrando hacia el futuro. En las escuelas esperan el festival con alegría. El proyecto tiene un espíritu que, si se ha sostenido y sigue creciendo, es porque ampara muchas voluntades”. Marisa Negri dice que crece “lo que se cuida y se alimenta”. “A este festival lo nutre la poesía. Este año, por ejemplo, editamos Pie firme sobre cálido cielo, una antología que reúne las voces de chicas y chicos de todo el país. El poema como práctica cotidiana, acción y reflexión sobre el mundo que habitamos. Joaquín Pérez, de segundo año, dice por ejemplo: ‘nosotros /en la gran intemperie del corazón / brilla la tierra / de belleza’; y su lectura trae al aula a la poeta argentina contemporánea Valeria Pariso, cuyo libro fue el punto inicial de este taller y a la vez nos interroga en múltiples sentidos. ¿Cuándo nos sentimos a la intemperie? ¿Quiénes somos ‘nosotros’? ¿Cuándo brilla la tierra de belleza?”.
En el prólogo de la antología, Correa y Negri subrayan que los chicos “dan el salto de lectores a autores de sus propios poemas”. No es un salto mágico; hay mucho trabajo para ir despegando más y más. “Un gran paso fue haber logrado, junto al gobierno anterior, llevar la colección de poesía Juan Gelman a todas las escuelas secundarias del país –pondera Negri–. Poesía en la Escuela dio el alerta de que en las escuelas hacían falta libros de poesía para trabajar y acompañó en muchos momentos esa decisión del Ministerio de Educación de crear esta biblioteca de poesía que es un lujo. Entonces, cuando un profe o bibliotecario nos pregunta cómo sumarse, sabemos que ese es un buen lugar para iniciar el camino, que lo llevará luego a invitar a poetas locales a su escuela y a escribir poesía con los chicos”. Correa recuerda el panorama que se encontraron al iniciar esta experiencia en las aulas. “Veíamos que, por lo general, la promoción de la lectura acentuaba la idea de los chicos como receptores. Incluso como receptores de materiales muy específicos. Pensamos que la poesía sin la dimensión de una apropiación de la palabra, se empobrecía. Tampoco estábamos convencidas de que la poesía que comúnmente se conoce como ‘poesía infantil’ era en la que queríamos hacer pie para hablarles a los chicos de poesía. Por eso hicimos la prueba de trabajar con poesía de grandes autores, seleccionándola para cada edad. Y paralelamente, con talleres de escritura en cada festival para que los chicos pudieran experimentar ese pasaje de lectores a productores de textos propios con una propuesta que, al venir de fuera del esquema escolar, pudiera de alguna manera poetizar ese espacio de encuentro. Por supuesto que no todos los chicos que pasaron por el festival escriben poesía, pero sí todos saben que es una posibilidad que no les está negada de antemano. El libro que editamos es el producto de todos estos años: allí están las lecturas de poetas como Alfonsina Storni, Jorge Leónidas Escudero, Jotaele Andrade, Olga Orozco y contemporáneos que han visitado las escuelas, entre otros”.
Que la poesía es complicada, que es difícil, que no se entiende... Aunque este complejo nudo de prevenciones y suspicacias siga en pie, vivito y coleando, quizá los chicos sean menos prejuiciosos y convencionales que los adultos. “Para combatir los prejuicios nos pusimos a jugar. La poesía que llevamos al aula, sea de Paul Celan, (Luis Alberto) Spinetta o Susy Shock, se puede armar y desarmar, contradecir, responder... En ese diálogo, cada uno busca su propia voz”, afirma Negri. “Una de las claves, como todo en la vida, es buscar la forma para correr de lugar la mirada de ese prejuicio que dice que la poesía es un ladrillo inabordable –propone Correa–. Lo que hicimos fue darles a los chicos la posibilidad de conectar con lo vital de la experiencia humana que reside en la buena poesía. Contarles quién era la persona que escribía ese poema y por qué lo escribía. Pedirles a los poetas que participaban de lecturas en las escuelas que se corrieran del lugar de la lectura al que estaban habituados y que contaran algo sobre el poema antes de leerlo, que hablaran de la experiencia que encerraban esas palabras. Ha sido un largo camino para todos: docentes, escuelas, poetas y chicos. El Festival es un gran recreo donde la escuela se puebla de voces, de posibilidades de encuentro y donde ‘lo escolar’ queda levemente suspendido para dar lugar a una suerte de ceremonia en torno a la palabra, la escucha y la experiencia”.
¿Qué aprendieron como poetas en estos años de Festival? ¿Qué cuestiones encontraron en las aulas, en los chicos, en las experiencias del festival, que las nutrieron? Negri (Buenos Aires, 1971), autora de los libros de poemas Caballos de arena (2003), Estuario (2008), Nautilus (2012) y Las sanadoras (2012), entre otros, cuenta que toda su vida laboral ha transcurrido como docente en la escuela pública. “Durante años la tarea de escribir poesía corrió por canales paralelos, en diferentes espacios. Hubo años de agotamiento en los que hubiera querido renunciar a todo y sólo dedicarme a escribir. La institución escolar puede ser agobiante y lamentablemente conocemos muchas que son más parecidas a centros de reclusión que a lugares de aprendizaje. Especialmente en la escuela secundaria, la educación artística y la literatura son sólo dos asignaturas que rara vez se relacionan entre sí. El festival es una fuerza comunitaria que logró reunir esos dos mundos, una fuerza transformadora que sigue creciendo y abriendo puertas aún en momentos desolados como éste”. Para Correa (Uruguay, 1965), autora de El grito (2002), Donde olvido mi nombre (2005), Los niños de Japón (2010), Cuadernos de caligrafía (2009) y Maneras de ver morir a un pájaro (2016), entre otros poemarios, la experiencia del festival repercutió en la mirada que tenía respecto a las posibilidades reales de la poesía. “Antes del festival, el horizonte era escribir para un grupo de amigos y colegas y ocuparme de lograr un espacio para mi poesía. Ahora el horizonte se amplió porque la poesía está viva y circula en las aulas. Pero sobre todo, el gran aprendizaje personal del festival es el saber que si la propuesta es honesta, la gente responde apoyándola desinteresadamente. Eso que para nosotras es una enorme responsabilidad que no perdemos nunca de vista, es lo más conmovedor –admite la poeta–. La voluntad por construir, entre todos, un espacio de esperanza. Es una voluntad que se fue alineando en el hacer, año a año, sin la necesidad de grandes discursos. Son dos o tres ideas simples a las que todos los que participan adhieren y desde allí hemos logrado construirnos como colectivo”.
¿Qué significa sostener Poesía en la Escuela en tiempos en que desde el “lenguaje oficial” de quienes gobiernan el país no hay una sensibilidad ni un interés por lo comunitario o autogestivo? “Este lenguaje oficial es una forma de distanciarse del alma de la gente para que, con la falta de sensibilidad hacia el otro, vengan los ajustes, la pobreza, el enriquecimiento de los mismos de siempre. Ya conocemos eso, ¿no? Nuevo no es –aclara Correa–. En estas épocas en que se han desmoronado tantos proyectos vitales, como el Plan Nacional de Lectura, el increíble trabajo de los CAJ a nivel nacional –han quedado versiones fragmentarias–, las orquestas infantiles y tantos otros espacios de inclusión de niños y jóvenes que se vienen destruyendo de forma sistemática, sostener el festival es un compromiso que asumimos con mayor convencimiento. Este año tenemos un festival idéntico al del año pasado, aunque el país esté siendo arrasado desde el poder por un huracán. El festival se hace con fondos mínimos que en esta edición fueron aportados por el Programa Cultural de la Embajada de Suiza –un subsidio concursable al que se presentaron muchos proyectos– y el libro fue editado con la ayuda de 60 voluntarios que colaboraron en la campaña de Panal de Ideas y la Fundación Pibes. El Festival crece porque su tarea es urgente y necesaria y afortunadamente hay muchos colegas, docentes, artistas, poetas que así lo entienden y nos acompañan haciendo un trabajo de voluntariado. Nosotras solas no hacemos un festival de este tipo, somos mediadoras de algo maravilloso de lo que participan muchísimas personas”. Negri comenta que siempre creyeron que el festival era “urgente y necesario”. “Hoy esta urgencia es más tangible que nunca –agrega la poeta y docente–. El camino recorrido nos ha hecho fuertes, ha extendido la red entre docentes, bibliotecarios, poetas, chicos, y escuelas de todo el país. ‘El emperrado corazón amora’, dice Juan Gelman; somos esa red y la poesía vive entre nosotros”.
* La programación puede consultarse en www.poesiaenlaescuela.
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