Mar 24.04.2007
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LITERATURA › DANIEL FREIDEMBERG HABLA DE SU NUEVO LIBRO DE POEMAS, “EN LA RESACA”

“La poesía se especializó mucho”

“De algún modo, estoy redescubriendo mi pasado literario”, dice el escritor, que para su libro juzgó fundamental la “reticencia” que arrastraba, “que me hizo mejor escritor”.

› Por Silvina Friera

Es lo que dejan las olas al retirarse, pero también alude a ese malestar intenso por la mañana, después de haber bebido alcohol en exceso la noche anterior. Con En la resaca (Paradiso, presentado en la Feria), Daniel Freidemberg aprende a mirar de nuevo “como quien sale de la palabra para entrar al aire” y a “fundar, una y otra vez” el mundo. Pero también traza un balance íntimo y al tiempo poético, discute consigo mismo, critica el objetivismo, se burla del lenguaje literatoso y mezcla a Ezra Pound con Jorge Manrique, a Dante con Juan José Saer. “Lo curioso es que vuelvo sobre formas que trabajé en los ’70, un poco más cautelosas. Tenía actitudes más reticentes respecto de la escritura. No se podía hacer otra cosa, pero mientras escribía el libro sentí que podía terminar con esa reticencia. No desaparece del todo, está como horadada. En ese sentido, estoy redescubriendo mi propio pasado literario”, cuenta Freidemberg.

La idea de resaca se conecta con un poemario anterior de Freidemberg, Lo espeso real (1996). “Uno se levanta y el mundo es completamente distinto, está mareado, confundido. El hablante del poema decía que miraba cosas que dejó la resaca, ‘una playa sorprendida por el amanecer’”, recuerda. “Fogwill, en un comentario sobre Cantos en la mañana vil (2001), señaló que mi libro empieza como alguien que se levanta de una resaca.” Como a muchos de los que fueron jóvenes en los ’70, dice Freidemberg, el tiempo se le vino encima. “No estuve entre las víctimas de la dictadura, pero lo que significó para mí, entre otras cosas, fue la imposibilidad de escribir. No tenía sentido escribir, no tenía nada que pudiera decir a nadie”, plantea. El libro que publicó tras la dictadura, Diario en la crisis (1986), fue el intento de averiguar qué podía escribir, porque “no podía hacer lo mismo que antes, cuando tenía una visión maravillada del mundo y la ciudad”. Confiesa que en el fondo siente nostalgia de esa visión y que de alguna manera la sigue buscando, aun en la peor de las decepciones. “Lo que fui encontrando fueron recursos literarios, maneras de trabajar que me hicieron mejor escritor.”

–¿Cuáles fueron?

–Venía con una marca muy fuerte de Gelman, creo que sigue en mí, pero de golpe se metió Leónidas Lamborghini, sobre todo ciertas formas de la repetición y juegos verbales. Otro que también tuvo un rol muy importante fue Saer, por su capacidad de descripción y por la manera de elaborar frases en medio de otras frases. La prosa de Saer tiene una musicalidad impresionante. Lo espeso real está basado en una frase de Saer: “La patria de todo escritor es la selva espesa de lo real”. Estos recursos me sirvieron para ser mejor escritor, pero el fundamental fue la reticencia, porque me permitió administrar mejor la escritura.

–¿A qué se refiere cuando habla de reticencia?

–Ser parco, usar la menor cantidad de palabras, pero además no dar mucho paso a los sentimientos: estaba el miedo de que desestabilizaran el poema, lo derrumbaran. Y ni yo mismo sabía bien qué podía llegar a pensar o sentir. En la resaca pude encontrar formas para los sentimientos “haciendo de la necesidad virtud”. Me resisto a repetirme, pero comprendí que si no podía evitarlo, tenía que usarlo. Trabajo todo el tiempo con la repetición, acercándome de distintas maneras. La idea es abrirse paso para facilitar un encuentro con las cosas.

No es un rejunte de poemas. En la resaca es el primer libro que “me pongo a escribir poesía como un novelista escribe una novela, que se propone escribir, y nunca antes había hecho eso”. Varias zonas del poemario están impregnadas por la enfermedad del padre. “Para mí fue un encuentro con la muerte”, explica. “Con el agregado de que mi viejo estaba internado en una clínica muy pobre del GBA. Mis padres vivieron primero en Fuerte Apache y después en Moreno y, cuando iba a verlos, el deterioro de esos lugares tan castigados se vinculaba con el deterioro de mis padres y con lo que podía llegar a ser mi propio deterioro.” Freidemberg enlaza la enfermedad del padre con el dolor del autor de Las palmeras salvajes. “En una charla, Eduardo Belgrano Rawson contó que a Faulkner, para curarlo de su adicción al alcohol, le extirparon del cerebro el núcleo del dolor psíquico, de aquello que lo hacía sufrir. Y no pudo volver a escribir.”

Una baldosa se rompe y aparece el barro. “Empecé a pensar que debajo de la ciudad, de ese barro, está la pampa, con todo lo que encierra, y debajo de ese suelo hay gliptodontes que cada tanto aparecen. Cuando se rompe la baldosa y sale el barro, para mí es el 19 y 20 de diciembre de 2001, eso que estaba a presión”, subraya el poeta. “Aspiro a que el libro pueda ser leído como decía Rimbaud, cuando la madre le preguntaba cómo tenía que leer lo que escribía: ‘Literalmente y en todos los sentidos posibles’. A mí me gustaría que se lo leyera en todos los sentidos posibles, pero no sólo alegóricamente. Me gustaría que no se terminara nunca de leer”.

–¿Por qué dice que cada vez se lee menos poesía en la Argentina?

–No soy sociólogo ni historiador, pero el lugar que tenía la poesía en los siglos XVII, XVIII no estaba en los libros. Al reducirse al libro, la poesía se volvió un lenguaje especializado para un público que tiene ciertas capacidades. Pero no es sólo una cuestión de cultura, hay que tener interés en leer. La poesía requiere tiempo y la vida que llevamos nos hace pasar por todas las cosas rápidamente. Paul Virilio dice que se actúa por reflejo y no por reflexión; no hay posibilidad de reflexionar o de intentar un contacto con los semejantes, que exija poner algo de uno. El problema no es que se lea poco, sino que se termina produciendo poesía para los colegas y la crítica, y ahí caemos en una trampa peor que la de producir para el mercado. Escribir para los colegas tiene un costadito de especulación que no me gusta. No sé si me van a leer mucho o poco, pero tengo que pensar que a algún lector le va servir para algo, no en un sentido utilitario, sino que le permitirá plantearse algo sobre sí mismo; al fin y al cabo, no somos tan distintos.

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