Lun 28.05.2007
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LITERATURA › “DICCIONARIO DE AUTORES ARGENTINOS”

Un inventario para lectores, curiosos y coleccionistas

El trabajo incluye 2300 reseñas de autores nacidos a partir de 1500. Recorre todos los géneros, desde poesía hasta humor gráfico.

› Por Silvina Friera

Meticuloso inventario con más de 2300 reseñas de escritores nacidos entre 1500 y 1979, el Diccionario de Autores argentinos, que forma parte del Programa Cultura Petrobras, es una obra inédita de 1100 páginas, que desmiente, como señala Héctor Tizón en el prólogo, “a quienes hubieran pensado que el parnaso argentino era más bien indigente o mayoritariamente poblado de autorreferencias, de tautologías o de variaciones voluntariosas de un puñado de figuraciones literarias”. Los editores, Alejandro Leibovich y Sandra Cotos, trabajaron durante cuatro años en la coordinación, investigación y redacción de las reseñas con un equipo integrado por más de 120 colaboradores. Aun teniendo en cuenta las clásicas opciones brindadas por Ricardo Rojas y otros críticos (aquellas que sostienen que el origen de la literatura argentina se encuentra en la poesía gauchesca o, en rigor, en los diálogos patrióticos de Bartolomé Hidalgo), decidieron incluir toda una serie de autores, muchos de ellos desconocidos o considerados “menores”, que antes de Hidalgo escribieron sobre temas que se podrían denominar “argentinos”, o bien sobre el territorio que hoy conforma la Argentina, como es el caso de fray Luis de Miranda y Villafañe con su famoso Romance elegíaco. Este criterio tan inclusivo permite que en el diccionario haya una convivencia pacífica entre Ulrich Schmidl, Esteban Echeverría, Manuel Puig, Ricardo Piglia, Roberto Fontanarrosa y Alberto Migré, por citar sólo algunos.

Las reseñas del diccionario fueron ordenadas cronológicamente en cuatro períodos: autores nacidos de 1500 a 1799, de 1800 a 1889, de 1900 a 1939 y de 1940 hasta 1979, y abarca diferentes géneros como narrativa, ensayo filosófico, ensayo literario, ensayo histórico, literatura infantil y juvenil, poesía, humor gráfico y teatro. “Cuando me comprometí a coordinar la parte de narrativa y ensayo mi mayor preocupación fue a quién pedirle las reseñas de Borges, Lugones, Sarmiento y Echeverría. Es una delantera de la literatura argentina bastante complicada”, bromea Graciela Goldchluk, una de las coordinadoras junto con Graciela Repún, Juan Fernando García, Marcelo Niño y Analía Pinto. “Los especialistas quieren que lo que están estudiando les llegue a todos o a la mayor cantidad de gente. Así que se armó una red interesante con mucha gente joven que se está iniciando en la crítica y que redactó muchas de las reseñas.” Goldchluk, especialista en la obra de Manuel Puig, plantea que con los autores consagrados no hubo dudas. ¿Pero qué hacer con quienes no estaban en ese pequeño grupo? “El límite es que tuvieran 25 años y al menos un libro significativo publicado”, señala la coordinadora de Narrativa y Ensayo en diálogo con Página/12. ¿Hubo algún otro límite? “Sí, y es un límite precioso: no hay autores de autoayuda”, confirma.

“Hicimos reseñas muy jugadas críticamente, a pesar de la homogeneidad que debe tener todo diccionario –subraya Goldchluk–. La información básica está, pero la consigna no era que estuvieran todos los libros que publicó cada autor, porque si no Gálvez hubiera ocupado la mitad del diccionario. La idea es que las reseñas funcionen como una invitación a la lectura”. Para Tizón un diccionario no debe ser un amontonamiento de nombres de autores y de obras, pero tampoco un detallado estudio crítico. “El solapado o expreso propósito de un diccionario es la voluntad de usurpar los estantes de una vasta biblioteca y entretener la labor de un lector, de un curioso o un coleccionista”. Lo increíble, agrega Goldchluk, es que hay muchas historias de la literatura argentina, pero no había ningún diccionario de escritores. “El de César Aira es latinoamericano y tiene un criterio selectivo: están sólo los autores que le gustan a Aira”, compara.

–¿Por qué cree que se tardó tanto en hacer un diccionario?

–La respuesta es un poco antipática. Creo que en el diccionario un crítico no se luce porque el formato de la reseña bibliográfica dificulta que aparezca la opinión, pero en una historia crítica de la literatura sí. En una historia de la literatura uno puede desplegarse más, en cambio en un diccionario entregás todo lo que podés en cada una de las reseñas, pero sabiendo que la correctora de estilo decide qué es lo que quedará. Trabajo mucho con el tema de los archivos y pasa lo mismo. Hay resistencia porque nadie quiere ser el bibliotecario, cuando debe ser la tarea más importante en la cultura. Ahora el diccionario lo quiere tener todo el mundo, me lo piden en las facultades, pero antes no lo quería hacer nadie.

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