LITERATURA › “MUJERES IMAGINADAS”
Antonia Robirosa y María Martha Estrada quisieron plasmar a mujeres literarias.
› Por Facundo García
Para tener la certeza de que Buenos Aires es una gran ciudad basta con salir a la calle y comprobar cuántas porteñas merecerían, en este mismo momento, una metáfora o un retrato. Así lo han entendido muchos de los que mejor le escribieron a este manojo de barrios que cuelga del mapamundi. Y es ese placer que todavía encuentran los últimos caminantes solitarios el que da impulso para meterse en Mujeres imaginadas en Buenos Aires (Ed. Papers), un cruce entre literatura y fotografía a través de obras de dieciséis grandes narradores argentinos. La autora de las fotos es Antonia Robirosa y María Martha Estrada se encargó de seleccionar los textos; aunque a esta altura ambas reconocen haber sido cómplices en todos los detalles de la edición. El resultado es un libro que debe mantenerse lejos de los amigos, para evitarles el papelón de querer ocultar detrás de un pedido de préstamo el deseo de no devolverlo nunca.
“Todos los buenos escritores miran atrás de las paredes –físicas o no– con las que está armada una ciudad. A nosotras nos interesó asomarnos detrás de esas paredes”, estima Estrada, apasionada de la literatura y ex fabricante de pantuflas. Basándose en personajes femeninos ideados por autores como Rodolfo Walsh, José Bianco, Bioy Casares y Borges, la cámara de Robirosa se paseó entre personas conocidas y extraños que transitaban la vereda: “No usamos modelos profesionales ni actrices, era más atractivo experimentar”, describe la fotógrafa. De esta forma se fue configurando un largo catálogo de belleza anónima que no les tiene miedo a cierto erotismo, pero tampoco a las arrugas ni las imperfecciones.
Robirosa hace hincapié en los cuidados que fueron necesarios para mantener una mirada femenina a lo largo de todo el trabajo. “En el momento de elegir algunas fotos –recuerda–, nos dimos cuenta de que de manera inconsciente habíamos hecho muchas con cierta perspectiva masculina. Fuimos muy puntillosas en nuestra intención de no caer en esos lugares comunes y no dejamos que ninguna decisión estética estuviera orientada contra nuestra condición.” Fuera de la genitalidad que parece estar sepultando la riqueza simbólica del cuerpo femenino bajo una montaña de revistas soft porno, las imágenes de Mujeres... exploran otros recovecos, que fueron apareciendo a fuerza de constancia. Como sucedía con Friné –aquella ateniense que vivía envuelta en velos y se desnudaba dos veces por año en la playa, provocando un verdadero furor entre los griegos–, Buenos Aires y sus personajes femeninos se fueron develando en dosis pequeñas, a lo largo de cuatro años de investigación. Así aparecieron las infinitudes que imagina Abelardo Castillo en sus contemplaciones nocturnas, las musas carnívoras de Arlt, las artistas rivales que pensó Borges en “El duelo” y hasta las OSNI (Objetos Sexuales no Identificados) de Dalmiro Sáenz.
La otra historia es la de las personas reales que posaron desde el anonimato y que contribuyen, con su existencia dudosa, a que estos pagos sigan siendo un maravilloso sitio para hacer literatura. La experiencia reveló que a muchas mujeres no les gustaba sentirse retratadas. “Pero es impresionante cómo cambiaba su actitud cuando les decíamos que tenían que ‘actuar’ como algún personaje literario”, destaca Robirosa. De la misma forma, las creadoras del proyecto se sintieron más a gusto cuando decidieron encarar el trabajo como si ellas mismas estuvieran en un laberinto de ficciones. “Salíamos a cada lugar metidas en una fantasía. Por eso todo lo que encontrábamos en esos itinerarios pertenece también a mundos fantásticos”, definen.
Estrada y Robirosa viajaron a Nueva York para rastrear publicaciones que elaboraran el tándem literatura-fotografía. “Nos dimos cuenta de la cantidad de equilibrios que un trabajo así requería. No solamente en la Argentina es difícil encontrar autores editados de esta forma. En Estados Unidos, consagrados como Jack Kerouac lo intentaron en su momento, pero tuvieron que enfrentarse con miles de trabas editoriales. Abordar las dos artes es diferente a encararlas por separado, y por eso las editoriales le tienen un poco de miedo al asunto. Nosotros lo resolvimos contactándonos con una editorial independiente”, comenta Estrada.
A medida que la idea progresaba, también se iban revelando diversas formas de percibir la ciudad. “Cada escritor nos fue llevando a diferentes barrios, en los que urbe y personaje femenino funcionaban como un dúo que se reflejaba mutuamente. Si íbamos a Villa Crespo, era porque estábamos leyendo a Marechal. La Costanera era Mallea. Flores era Arlt. Parque Lezama, Sabato, y así”, remarca Estrada. El mapa que quedó trazado es impreciso y emocional, con paraísos e infiernos que quedan separados por una esquina o un par de cuadras. Y, por supuesto, están Ellas. Acostumbradas a descansar en ejemplares separados, estas inolvidables mujeres imaginadas comparten, quizá por primera vez, un espacio de poco más de doscientas páginas.
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