Jue 27.09.2007
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LITERATURA › ENTREVISTA A ALEJANDRO APO

“Me gusta eso de contagiar lectura”

El comentarista y conductor habla de Y el fútbol contó un cuento, una antología que reúne varios clásicos del género.

› Por Angel Berlanga

“El fútbol no es sólo fútbol, ahí también hay un vehículo de ideas y de sentimientos.” Aunque Alejandro Apo tiene pinta de oso grande, nació en 1952 y acaba de decir eso con una voz grave, algo en él, se confirma, remite a un niño. Es que esa sensación en persona, cara a cara, no desafina con el tono de lo que destila desde hace veinticinco años a través de la radio con su oficio de periodista y comentarista deportivo; tal vez tenga que ver con que diga “mi papá” y que refiera a él como “el verdadero Apo” (también fue periodista deportivo), o con que diga “mi mamá”, a la hora de señalarla como oyente de uno de sus programas y voz autorizada en materia literaria. En un bar de Belgrano y Chacabuco este comentarista y conductor radial habla de Y el fútbol contó un cuento, un libro para el que seleccionó dieciséis relatos con este juego-deporte que resulta igualmente universal como tema: Alejandro Dolina, Juan Sasturain, Roberto Fontanarrosa, Mempo Giardinelli, Isidoro Blaisten y Antonio Dal Masetto están entre los autores de esta antología, también prologada por Apo, que dice: “Al menos desde mi programa y desde los ámbitos en los que participo queda claro que, como futbolero, además de hablar de la pelota y del juego, también me involucro en la cultura popular”.

El libro es un nuevo eslabón del trabajo de Apo con este tipo de relatos. En 1996 comenzó, por Radio Continental, un programa semanal, Todo con afecto, en el que leía textos literarios con el tema; el ciclo duró hasta 2006, porque este año comenzó a hacer, de lunes a viernes a la medianoche, Donde quiera que estés. En esa misma emisora comenta partidos junto a Víctor Hugo Morales, ese fabuloso relator-narrador, cronista instantáneo del fútbol. En 1999 Apo llevó a la práctica una idea que le dio un amigo, el actor Darío Grandinetti: hizo un espectáculo, La pelota, un cuento y un abrazo, en el que, acompañado por el músico Marcelo Sanjurjo, narra historias, lee relatos, cuenta épicas y anécdotas. Arrancó en el verano de ese año en Mar del Plata y luego siguió, los fines de semana, presentándose en clubes, salas, teatros y diversos espacios por diversas ciudades del país: tiene agenda completa hasta mediados de 2008. Cada tanto renueva el espectáculo, sus textos y el nombre: la última versión lleva el mismo que la antología que acaba de publicar.

“Lo que hice fue rescatar algunos cuentos que estaban un poco olvidados”, dice Apo, y destaca como ejemplo que “No te enloquesá, Lalita”, de Fontanarrosa, no figura en el libro futbolero del rosarino. “Tengo una carencia que considero definitiva: no escribo, nunca trabajé en la redacción de un diario, y para mí el periodismo escrito es esencial”, dice. “Yo soy de los medios orales y, así, a las palabras se las lleva el viento. La gente de Alfaguara me hizo saber algo que no había detectado: hay cuentos que tienen un efecto muy particular en voz alta, llegados desde la radio, pero leídos en el papel, en silencio, cambian.” Más allá de la unificación temática que supone, el libro es, lógicamente, desparejo: “Puntero izquierdo”, de Mario Benedetti, fue escrito en 1954, y “La mejor de las historias”, de Pablo Ramos, es del año pasado (en rigor, el relato es un tramo de la novela que acaba de publicar, La ley de la ferocidad). En el seleccionado están incluidos cuentos de Jorge Valdano (“Creo, vieja, que tu hijo la cagó”, o la corta distancia que hay, para un arquero, entre el heroísmo y el escarnio), del periodista Walter Vargas y del chileno Hernán Rivera Letelier, autor de la novela El fantasista, en la que el fútbol también es asunto central. Algunas de las piezas de la antología resultan un tanto ingenuas y/o ultrasentimentales; en el otro extremo, la figura de la cancha, Alejandro Dolina, con “Los relatores”, la historia del relator deportivo de Flores Héctor Bandarelli, un hombre que convirtió su oficio en arte y que, no del todo conforme con lo que pasaba en las canchas, comenzó a inventar para mejorar sus transmisiones, al punto de narrar un campeonato paralelo.

“Siempre hubo prejuicios con la literatura futbolera”, dice Apo. “¿Dónde lo ponen a Fontanarrosa? Lo ubican como un escritor menor porque es dibujante o hace humor, o le gusta el fútbol. La respuesta del mundo es contundente; la de algunos intelectuales de acá es chiquita. Yo creo que cuesta incluir a tipos como Dolina o Fontanarrosa, con tanto arraigo popular, que entienden tanto el sentir de la gente. Cuesta porque es como el éxito de un amigo: muchas veces lo acompañás y otras deschava nuestro fracaso. Dalmiro Sáenz, que tiene cosas que no me gustan y otras que me parecen brillantes, me dijo una vez: ‘La gente cree que los amigos se ven en las malas, y no es así: con una palmada en el hombro, un café, ya estás acompañando. Es fácil. Lo difícil es estar en las buenas: ¿qué le das? Hay que dedicarse más’. Acá sigue habiendo desprecio y discriminación por el fútbol, que a los intelectuales siempre les generó un poquito de asco.”

No detecta, dice Apo, muchas autoras que hayan escrito cuentos futboleros. “Mabel Pagano escribió ‘El que no salta es un holandés’ y Liliana Heker, ‘La música de los domingos’: los dos son muy buenos”, cita. Tampoco hay muchos casos como el de Valdano, dice, de futbolistas profesionales que hayan escrito relatos. ¿Leen literatura los jugadores de fútbol? Apo responde que muchos son oyentes de su programa. Que Guillermo Barros Schelotto postergó el ingreso al casamiento de Carucha Lagorio para terminar de escuchar su lectura de “La observación de los pájaros”, de Fontanarrosa. “Se tiró al piso de la camioneta, para esperar el final del cuento”, dice. “Hay muchas historias así.” ¿Pero leen? “No mucho, creo. Carlos Bianchi dice que prefiere escucharme, que no lee. Me encanta que diga eso, es un elogio a mi forma de leer, pero me gusta más la idea de que contagiemos la lectura. Maestras y profesoras de todo el país nos piden bibliografía de cuentos de fútbol porque los pibes, los adolescentes, se acercan a la literatura de ese modo. Si con el espectáculo o el programa generamos eso, ya estamos hechos.”

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