LITERATURA
La Feria Internacional del Libro de Francfort se convirtió, como cada año, en caja de resonancia del Premio Nobel de Literatura, que el jueves recayó en la bisabuela de las letras británicas, Doris Lessing. Entre los entusiastas estaban las editoras españolas de Le-ssing, como Silvia Querini, que adquirió hace poco para Lumen su última novela y varios títulos para lanzar una biblioteca de la autora. El peruano Mario Vargas Llosa comentó que las feministas habían adoptado El cuaderno dorado como manual cuando es, en realidad, una novela “sobre las ilusiones perdidas de una clase intelectual”. Más duro fue Marcel Reich-Rannicki, considerado el Papa de la crítica literaria alemana: “Es una decisión decepcionante. La lengua inglesa tiene escritores más importantes y más significativos, como John Updike o Philip Roth”. Pero la verdadera excitación por el Nobel se concentró en una pequeñísima mesa: la L.2. La misteriosa codificación responde a la ubicación, en el área de los agentes literarios, de Daniela Petracco, de la agencia londinense Andrew Nurnberg, que gestiona los derechos de Lessing. Apenas una hora después de hacerse público, tres editores españoles hacían cola para intentar recuperar viejos derechos sobre obras de la autora publicadas hace ya unos años. “Su obra está muy dispersa en castellano”, constató.
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