Mar 26.02.2008
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LITERATURA › EL ALFAGUARA DE NOVELA FUE PARA EL CUBANO ANTONIO ORLANDO RODRIGUEZ

Protagonista chica, premio enorme

Chiquita retrata la vida de Espiridiona Cenda, bailarina y cantante de variedades de principios del siglo XX que medía 66 centímetros. “Una novela elegante y llena de vida, con una notable gracia narrativa y una imaginación sin descanso”, señaló el jurado.

› Por Silvina Friera

“La muñeca viviente”, una bellísima liliputiense cubana de apenas 26 pulgadas de estatura (66,5 centímetros), que trabajó en circos, espectáculos de vaudeville y teatros y llegó a ser una celebridad en los Estados Unidos y en Europa –hasta el presidente norteamericano William Mackinley, que gobernó entre 1897 y 1901, la recibió y ¡¡le regaló un coche con ponies a su medida!!– y supo codearse con Sarah Bernhardt, pretende que el periodista a quien le narra sus peripecias la retrate como una gran estrella, siempre brillante. Pero pronto las sombras de la decadencia, sus desengaños amorosos y la lenta relegación a las ferias de freaks –aunque no quiera resignarse a ser exhibida como un mero fenómeno de circo–, se desplegarán en una novela ambiciosa, “que reconstruye la época de máximo esplendor de los teatros de variedades de principios del siglo XX”. Con esta historia, Chiquita, el escritor cubano Antonio Orlando Rodríguez, residente en Miami, ganó el premio Alfaguara de Novela, dotado con 175.000 dólares. El ganador confesó que se presentó “casi” contra su voluntad. “No me gustan los concursos, pero fue mi agente literario quien insistió para que me presentara, cosa que le agradezco extraordinariamente. Estoy encantado en ser el segundo autor cubano (después de Eliseo Alberto) que gana este importantísimo galardón”, dijo Rodríguez, que se definió como “un hijo espiritual” de Virgilio Piñera.

El jurado, presidido por Sergio Ramírez e integrado por el mexicano Jorge Volpi, el argentino Guillermo Martínez, los españoles Ray Loriga, Angeles González–Sinde y Juan González, señaló que la obra ganadora, elegida entre un total de 511 originales inéditos, “es una novela elegante y llena de vida, con una notable gracia narrativa y una imaginación sin descanso, que despliega, como una inmensa partitura de ejecución precisa, la época y la vida de un personaje extraordinario, la liliputiense cubana Espiridiona Cenda, bailarina y cantante de los teatros de variedades de principios del siglo XX, llamada en su vida artística ‘la muñeca viviente’”. Concebida como una autobiografía, la novela de Rodríguez “avanza desde la infancia de Chiquita en la Cuba del esclavismo y la colonia a su salto, en la primera juventud, a los escenarios más importantes de Estados Unidos y Europa, con el trasfondo a la distancia de la guerra de los mambises por la independencia y las intrigas diplomáticas que envuelven a la protagonista”.

“Me siento sumamente honrado y muy contento”, aseguró el ganador desde Miami, en la videoconferencia que se realizó con periodistas de España, México, Colombia, Chile y Argentina. “A uno de los jurados que me llamó en la mañana le decía que me parecía un sueño y que tenía miedo de que me despertara y no fuera realidad. Pero afortunadamente me desperté y seguía siendo realidad.” Rodríguez, que nació en Ciego de Avila (Cuba) en 1956 y empezó a publicar a los 19 años, es autor de ficciones para adultos, la novela Aprendices de brujo (2002), los cuentos Strip-tease (1985) y Querido Drácula (1989); para niños y jóvenes, El rock de la momia, Mi bicicleta es un hada y otros secretos por el estilo, La isla viajera y ¡Qué extraños son los terrícolas!, entre otras, y de los ensayos Literatura infantil en América Latina (1998) y Puertas a la lectura (1993). Rodríguez subrayó que de Dostoievski hasta Paul Auster, son muchos los autores que lo apasionan. “Pero mi gran inspiración, mi guía espiritual, sobre todo en los inicios de mi carrera, es Virgilio Piñera. Me atrajo fundamentalmente su manejo de lo grotesco, lo absurdo, la fantasía, la farsa; la sabiduría con la que él empleaba todos estos géneros, estas ópticas, como lupas para ver e interpretar mejor la realidad. En ese sentido, quisiera ser considerado un hijo espiritual de la literatura de Piñera.”

“Cuba está presente en mi corazón”, admitió el escritor, que no se considera un disidente o un perseguido político. “Aunque vivo hace diecisiete años en el extranjero, sigo escribiendo sobre temas y personajes cubanos porque no sabría escribir sobre otra cosa.” Respecto del panorama político cubano tras la renuncia de Fidel Castro, el autor de Chiquita, que se fue de la isla en 1991, “para buscar nuevas perspectivas y horizontes”, que vivió en Costa Rica y Colombia hasta que se instaló hace ocho años en los Estados Unidos, exigió una transformación. “Estoy muy esperanzado con que algún día en mi país se produzcan cambios, pero me decepcionarían mucho si esas transformaciones fueran solamente de índole económica. Creo que los cambios que estamos esperando todos los cubanos se relacionan con los derechos humanos, con el derecho a pensar libremente, el derecho a decidir sobre nuestras vidas, a entrar y salir libremente de nuestro país.”

El escritor cubano reconoció que la literatura infantil le aportó la fruición y el gusto por la fantasía. “Mi objetivo principal es seducir al lector, arrastrarlo a la historia que estoy contando, lograr eso que Todorov llamaba ‘la suspensión temporal de la credibilidad’ y hacerlo partícipe de mi mundo, convencerlo de que esos personajes existen, que son reales, incluso aunque eso entrañe un distanciamiento porque los acontecimientos que se narren sean totalmente inverosímiles, como puede suceder en un mundo paralelo. Toda mi experiencia como autor de libros para niños está en ese intento de seducir al lector. Me gustaría ser una especie de flautista de Hamelin.” Rodríguez comentó que estaba por escribir una novela cuando una amiga le envió por correo electrónico una fotografía de Espiridiona Cenda, la liliputiense que nació en la provincia de Matanzas (Cuba) en 1869 y murió en 1939. El flechazo fue tan pasional e irracional que abandonó la novela que estaba por empezar. “Me fasciné con el personaje a tal punto que decidí empezar a investigar sobre Chiquita. Me tomó cinco años de trabajo, entre investigación y escritura, y hubo momentos en que me costó mucho encontrar la perspectiva de una mujer de 26 pulgadas de estatura. Tuve que hacer una raya en mi escritorio para tener una noción exacta de lo que eran 26 pulgadas y cómo se podía ver el mundo desde ese tamaño.”

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