LITERATURA › RICARDO PIGLIA INAUGURO LA 34ª EDICION DE LA FERIA DEL LIBRO
El escritor, a cargo del discurso de apertura, resaltó la figura de Juan Gelman, reciente ganador del Premio Cervantes, y destacó el valor de la poesía por ser “uno de los pocos espacios donde se puede establecer una temporalidad propia”.
› Por Silvina Friera
¡Qué calorcito!, se quejaban algunos editores y libreros en la sala José Hernández, durante el extenso preludio a la inauguración de la 34ª edición de la Feria Internacional del Libro que, siempre fiel a sí misma, cumple a rajatabla con la larga tradición de impuntualidad. En el predio de la Rural, la vidriera cultural por excelencia del mundo editorial, podrán cambiar los actores –especialmente las autoridades políticas–, pero las escenas se parecen. Aunque siempre generan expectativas los discursos de los escritores, en esta ocasión, quizá como nunca antes, se esperaba con ansiedad las palabras de Ricardo Piglia. El autor de Respiración artificial defendió la poesía al afirmar que frente a los tiempos acelerados que vive hoy la sociedad, “es uno de los pocos espacios donde se puede establecer una temporalidad propia”. Y recordó que para Adorno después de Auschwitz es imposible escribir poseía, “pero no es ése el caso de la experiencia rusa y la argentina, que, a pesar de haber vivido sus pequeños Auschwitz, continuaron escribiendo poesía”.
Piglia resaltó la figura de Juan Gelman, reciente ganador del Premio Cervantes. “Debemos ver el galardón como un reconocimiento a la literatura argentina. El, junto a Leónidas Lamborghini, han sabido expresar algunas de las tragedias y alegrías de este país como nadie. Ese tipo de emoción, ese pequeño movimiento del lenguaje, es lo que la poesía nos ha enseñado. El poeta no habla de su propia pena, y si lo hace es para hablar del penar, como decía Gelman”, ponderó el escritor. Nadie como Piglia defendió tanto a la poesía en un discurso de apertura de la Feria. Lo escuchaban, en primera fila, el secretario de Cultura de la Nación, José Nun; el jefe de Gobierno de la ciudad, Mauricio Macri, y el presidente de la Fundación El Libro, Horacio García, y entre el público estaban algunos de los poetas que él defendió, como Arturo Carrera, que al final del discurso se acercó, entusiasta, a saludar al autor de El último lector.
“Solamente la poesía ha logrado establecer ritmos lentísimos y también rápidos, tiene una relación con la velocidad que es única: la poesía está en el límite”, subrayó el escritor. “Los poetas son los únicos que consiguen hacernos tener una experiencia con el lenguaje de cambio de ritmo. Los narradores miramos a los poetas con respeto porque trabajan el lenguaje en su punto más perfecto. La lectura de la poesía es una experiencia que debemos recomendar. Los poetas tienen una indiferencia absoluta por la relación entre verdad y mayoría; los poetas construyen comunidades que parecen ser microscópicas, pero alteran las relaciones básicas con el lenguaje. Los poetas tienen una ética, el lenguaje es el objeto de su experimentación.” Piglia recordó también a editores como Daniel Divinsky, José Luis Mangieri, Manuel Pampín, Francisco Garamona (Mansalva) y Washington Cucurto (Eloísa Cartonera), pequeños editores que mantienen “viva la tradición de la literatura argentina, más allá de los avatares y la modas”.
Sobre el espacio del lector, dijo que todos somos ahora un poco el lector salteado del que hablaba Macedonio Fernández en los años ’20. “Estamos leyendo y tenemos la televisión prendida sin sonido, escuchamos la radio, hablamos por teléfono o contestamos mail. La lectura no tiene nada de rito sagrado, podemos leer, moviéndonos, entrando y saliendo de los libros”, aseguró el escritor. “Frente a la proliferación y a la velocidad de acceso, el tiempo de lectura se ha mantenido igual. Digo un poco en broma que leemos a la misma velocidad que en la época de Aristóteles. Han cambiado los formatos, pero la lectura está conectada con los tiempos y posiciones del cuerpo. Por suerte no han podido inventar un chip que acelere la lectura”, bromeó Piglia. “La lectura no se puede acelerar, no hay manera de acelerar la lectura, porque la lectura está ligada al lenguaje y el lenguaje nos da la temporalidad.”
“La permanencia de la feria es fruto de la persistencia y el cambio”, dijo Horacio García, presidente de la Fundación El Libro. Sobre el lema de este año, subrayó la singularidad de la experiencia de la lectura, “una práctica que tiene que ver con la libertad, con la apropiación, la interpretación y la modificación del sentido”. Para García, el espacio del lector “es público y privado a la vez”; en esta feria “creemos que todos encontrarán su espacio”. El presidente de la Fundación El Libro enumeró algunos de los problemas que preocupan al sector editorial, como el incremento del principal insumo, el papel, “que ha aumentado un 430 por ciento desde el año 2002 en pesos y un 50 por ciento en dólares”. Para graficar el cuadro de situación, García agregó que en ese mismo período “nuestros precios han aumentado un 120 por ciento, es decir que estamos absorbiendo este mayor costo para seguir compitiendo en los mercados internacionales”. Como es impensable un editor sin libreros, García también mencionó el aumento del precio de los alquileres que afrontan las librerías y que “está obligando al cierre o al cambio a lugares secundarios de nuestra cadena librera, que es sin duda la más importante de Latinoamérica”. Estas declaraciones de García remiten al impacto que generó en la Cámara Argentina del Libro una nota sobre la situación de las librerías independientes publicada en enero pasado en Página/12, donde se planteaba “el problema inmobiliario” –como lo definió Fernando Pérez Morales, de la Boutique del Libro–, a raíz del cierre del local de Capítulo Dos en Alto Palermo y de la política de reducción del espacio destinado a las librerías en los shoppings. Macri y la cultura caminan por veredas opuestas. Si en febrero, cuando estuvo de visita el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el jefe de Gobierno porteño apeló a una broma futbolística para zafar de su incompetencia como orador en ámbitos culturales, ahora en el predio de la Rural no quedaron dudas de su pobreza discursiva o, como señaló magistralmente el poeta Alberto Szpunberg, “está parado sobre baldosas flojas”.
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