Sáb 26.04.2008
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LITERATURA › EL TRADUCTOR INGLéS NICK CAISTOR, INVITADO A LA SEMANA DE EDITORES

“En Londres la literatura interesa poco”

Encargado de la traducción del Nunca más y textos de Soriano, Fogwill, Conti, Cozarinsky y Walsh, el periodista vino al encuentro realizado en los días previos a la Feria. Y pinta un panorama sombrío del mercado editorial de su país.

› Por Silvina Friera

Nick Caistor es de esas personas con las que da tanto gusto hablar que el tiempo parece detenerse en la casa de Victoria Ocampo, sede del Fondo Nacional de las Artes, donde está por comenzar un cóctel para agasajar a los editores extranjeros. Invitado por la fundación Typa y el British Council a la quinta edición de la Semana de Editores en Buenos Aires, el traductor y periodista inglés, apasionado de la literatura argentina, cuenta que en 1975, cuando se casó con una argentina, vino a vivir al país. De clase media muy culta, gracias a la familia de su esposa, Caistor tuvo acceso a “esos buenos escritores que nunca se olvidan” como Borges y Arlt. Pero los tiempos violentos lo desalentaron y regresó a Europa en 1977. “Las primeras traducciones que hice en Londres fueron sobre derechos humanos”, recuerda el traductor del informe de la Conadep Nunca más. Caistor tradujo cuentos de Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Daniel Moyano, novelas de Osvaldo Soriano (Cuarteles de invierno y No habrá más penas ni olvido), de Edgardo Cozarinsky, La novia de Odessa y El rufián Moldavo; Los pichiciegos, de Fogwill, y El pasado, de Alan Pauls, una de las tres finalistas al Premio Independent a la mejor novela extranjera del año publicada en el Reino Unido, que será entregado el próximo 8 de mayo.

Sus ojos celestes se achican cuando se enoja. Levanta el tono de voz sin perder la compostura y la gracia de su acento extranjero. “El problema es que siempre se insiste con la generación de Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, pero ¿qué viene después? Las editoriales inglesas quieren repetir el éxito del año pasado, buscan al próximo García Márquez en vez de probar algo distinto”, dice. “Si recomiendo un libro para traducir, las editoriales ‘serias’ siempre tienen dos personas más que lo leen y opinan, pero puede pasar que algo que me gusta mucho a mí no les guste a los otros. Soy realista, ¿cuántas novelas argentinas se pueden publicar en un año en Gran Bretaña? ¿Una? ¿Dos? Entonces para qué recomendar veinte títulos si no se van a publicar.” Caistor señala que entre los ’50 y ’60 en Inglaterra se traducía mucho más literatura argentina que española, pero de un tiempo a esta parte esa relación se invirtió. “Desde los ’90 se traducen más españoles que latinoamericanos. Para un traductor es muy difícil tener acceso de primera mano a los libros latinoamericanos porque se traducen primero en EE.UU. y Londres compra esa traducción sin importar las diferencias que hay entre el inglés norteamericano y el británico”, se queja el traductor.

Caistor se sorprende por la indiferencia inglesa hacia Los pichiciegos. “Me avergonzó que no pasara nada. El año pasado se cumplieron 25 años de Malvinas. En lo que se informó en los noticieros, en lo que se escribió en los periódicos y en lo poco que se publicó en ficción y no ficción siempre apareció la versión inglesa, y la traducción de una novela de un autor argentino no tuvo ninguna reseña. No pienso que haya sido por razones políticas, sino por falta de imaginación”, cuestiona a sus compatriotas. “La literatura le interesa a muy poca gente en Londres. El espacio dedicado a los libros se redujo un 75 por ciento en los suplementos culturales. En la universidad, los académicos no recomiendan nada, enseñan los clásicos, pero no estudian a los contemporáneos”, informa. “Los estudiantes que cursan especialidades en estudios hispánicos ¡pueden pasar toda la carrera sin leer un libro en español! Estaba enseñando traducción en una carrera de español y ninguno había leído Don Quijote. La gente piensa que la literatura es una carrera de elites. En la universidad falta convicción para enseñar literatura, y, además, desapareció buena parte de esa clase media culta que compraba libros. Antes se podía hablar de diez mil personas que compraban una novela, ahora apenas llegan a mil. Pocas veces se vende más de dos mil ejemplares en el mercado inglés.”

Simpático hasta cuando se atraganta con el panorama editorial, Caistor menciona los dos libros traducidos al inglés que superaron los 800 mil ejemplares: La sombra del viento, del español Carlos Ruiz Zafón, y Suite francesa, de la francesa Irene Nemirovsky. “Ambos se vendieron por razones extraliterarias: Nemirovsky por un interés casi romántico hacia una escritora que murió en Auschwitz y Ruiz Zafón, por el poder de la TV inglesa que recomendó el libro.” Otro de los problemas en Inglaterra es la falta de librerías independientes. “Son todas grandes cadenas. Antes un librero podía elegir qué poner en su vitrina, ahora recibe órdenes sobre lo que debe exhibir y hasta se paga por la exhibición”, compara.

La sonrisa reaparece cuando se refiere a su oficio. “La dificultad de traducir es el aliento del autor; hay que entender cómo respira y cómo escribe su frase. El secreto está en vivir en la piel del autor. Cuando traduzco una novela estoy reescribiendo esa novela en inglés, pero tengo un personaje más que es el autor, y yo escribo la historia del autor, reescribiendo su libro”, plantea. “En Inglaterra todavía hay recelo hacia los traductores, y me pongo furioso cuando dicen no sé cómo hubiera sido ese libro en el idioma original porque sólo tengo la traducción. Por supuesto que tienes la traducción, si no sabes leer otro idioma la traducción es importante... También se dice que una persona no puede ser al mismo tiempo buen traductor y buen escritor, y eso es falso.”

Entre los escritores argentinos que leyó recientemente y que más le interesan menciona a Juan Forn, Martín Kohan y Marcelo Cohen. Caistor pondera las ventajas que tiene la Semana de Editores para vincularse con autores argentinos. “Los editores ingleses se están dando cuenta de que la literatura argentina está muy viva”, opina. “Durante años los ingleses compraban literatura latinoamericana por el realismo mágico. Cambiar la etiqueta es difícil, porque los lectores siguen pidiendo personajes que vuelan y ese tipo de cosas.”

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