Jueves, 3 de julio de 2008 | Hoy
CINE › UNA PELíCULA DE GUSTAVO LASKIER
Por Ana Bianco
La rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001 que volteó a Fernando de la Rúa hizo estallar la crisis de representación política. El movimiento asambleístico no fue espontáneo: venía precedido de protestas piqueteras y cortes de ruta. Organizados con horizontalidad y regidos por lazos de solidaridad, gente de clase media y alta se unió a sectores marginales para dar respuestas concretas ante la crisis. El documental Colegiales Asamblea popular, de Gustavo Laskier, comienza con De la Rúa diciendo a cámara: “El 2001 será un gran año para todos. ¡Qué lindo será dar buenas noticias!” y continúa en un vertiginoso mix de escenas de represión, movilización, cacerolazos, fuego, personas que revuelven la basura, confiscación de depósitos. El film combina archivos televisivos con filmaciones producidas durante tres años, que relatan las discusiones de la asamblea desde 2001 y los virajes hasta llegar a su disolución. Colegiales... se estrena hoy a las 19 en el C. C. de la Cooperación (Corrientes 1543) y podrá verse todos los jueves de julio. Laskier comparte experiencias sobre su ópera prima.
–¿Por qué eligió retratar esta asamblea en particular?
–Colegiales era mi barrio y yo salí con mi cámara y me encontré con mucha gente en Lacroze y Zapiola y decidí sumarme a la asamblea. Al filmar fueron surgiendo los protagonistas de un grupo tan heterogéneo. Aníbal, un mecánico de autos, subocupado y mal visto por los vecinos de un barrio de clase media y media alta, se diferencia de otros integrantes de la asamblea, a los que define como muy intelectuales, pero que no ponen el cuerpo. Yo no estoy de acuerdo, porque varios de ellos lo bancaron hasta último momento. Ricardo, herrero, era de los más combativos por su militancia de 30 años en partidos de izquierda y estaba harto del centralismo democrático y de los “dirigentes de escritorio que viven de una renta”. Si bien el grupo trabajaba junto a cartoneros, ellos dos eran los que mayor relación tenían con Lidia, delegada de los cartoneros. Ella tiene una presencia importante, pero la cámara siempre toma esa relación desde la mirada de la asamblea. Aníbal y Ricardo también representan los ideales de la generación del ’70, diezmada por la dictadura: vieron en la participación directa una nueva esperanza. A pesar de pertenecer a otra generación, Sebastián, economista y académico, también descree de la política partidaria. La otra mujer aguerrida es una cantante, Virginia, que lucha por la feria de alimentos y artesanía.
–La película se vio en el IX Bafici y en la Biblioteca Nacional. ¿Cómo fue la recepción?
–A la luz de los resultados del movimiento de las asambleas, casi en extinción, mi película es realista. La historia que cuenta es extensiva a grandes rasgos a la de otras asambleas y de ahí que la recepción del público y los asambleístas haya sido buena. Es un recorte de horas de discusión y de acciones políticas, y lo entienden todos aunque no se vean totalmente reflejados en la película.
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