Jueves, 14 de agosto de 2008 | Hoy
CINE › ELECTION 2, FORMIDABLE CIERRE DEL DíPTICO SOBRE LAS TRíADAS DE JOHNNIE TO
El hongkonés supera la primera parte: aquí retrata la masacre que desata el cambio de autoridades en la mafia china, pero en vez de regodearse en la mera violencia consigue una obra de rara sutileza, de notable manejo de cámaras y musicalización.
Por Horacio Bernades
Con el estreno de Election 2 se completa el lanzamiento porteño de la saga en la que muchos ven un equivalente asiático de El padrino, iniciada un mes atrás con la proyección –en el sistema de DVD ampliado, al igual que ésta– de Election. Si el caldo de internas mafiosas, la pausada y matemática construcción, el balanceo entre intrigas de recámara y arrebatos sangrientos, la brillantez e inventiva de la puesta en escena y hasta la audaz asociación entre crimen y política oficial abonan la idea, el hecho de que en su conjunto esta segunda parte sea aún más lograda que la primera no hace más que rematarla. La otra opinión, tan generalizada como bien fundada, es que con este díptico su realizador, el hongkonés Johnnie To (n. 1955) alcanzaba, entre 2005 y 2006, uno de los puntos más altos de una trayectoria que orilla ya el medio centenar de películas de género, escandidas durante un par de décadas.
En la primera parte, el atildado Lok (Simon Yam, uno de los favoritos de To) ascendía a lo más alto del sistema de tríadas, dejando atrás a su desaforado contrincante, Big D (Tony Leung Ka Fai). Allí en lo alto se sostenía, secundado por un compacto grupo de lugartenientes. Ahora pasaron dos años y las reglas no escritas de la Sociedad determinan que hay que llamar a elecciones (uno de los grandes hallazgos documentales del díptico, que la mafia hongkonesa se rija por el más democrático de los sistemas). De los mayores para abajo, cada uno mueve sus fichas. Lok debería resignar su postulación, ya que la reelección no está bien vista. Pero hay que ver si está dispuesto a ceder el poder. Un par de sus hombres quiere ir contra él, mientras un tercero, Jimmy (Louis Koo), lo único que pretende es dejar la Sociedad para dedicarse de lleno a los negocios, ya que se ha convertido en poderoso empresario. Es allí donde interviene el representante de la Agencia de Seguridad de China continental, que tal vez termine manejando la interna de las tríadas, desde las alturas de la política.
Pero si hay aquí un titiritero en jefe, no es el representante del gobierno chino sino el mismo realizador, que construye el relato con rotunda maestría. Véase por ejemplo la subtrama del hijo de Lok, que aparentemente no viene a cuento y sin embargo terminará reapareciendo, como de la nada, para servir de remate a un momento culminante. Baile de máscaras como corresponde a toda saga mafiosa, To usa algunas de ellas con pasmosa habilidad. La gentileza y sonrisa beatífica de Lok no le impiden tirar a uno de los más venerados ancianos por las escaleras, del mismo modo en que llegado el caso a Jimmy –hombre de negocios de gustos refinados– no le tiembla el brazo a la hora de sacarse el saco de Armani, arremangarse y trozar, pedazo a pedazo, a un pobre soldado de la contra, enchastrándose de arriba abajo la impecable camisa de lujo y revolviéndoles el estómago a los curtidos matarifes que lo rodean.
Si los conciliábulos entre dirigentes tienen siempre lugar entre sombras, los brotes sanguíneos son bellos, coreográficos, de inusitada crueldad. Un soldado es acuchillado entre convulsiones, como el cubano Rebenga al comienzo de Scarface, y un grupo entero es amedrentado con mazas, cuchillas y hasta picadoras de carne. En ese pico ultraviolento To se muestra más sutil y delicado que nunca, recurriendo al fuera de campo con total sabiduría y eliminando el sonido, para que no se oigan los gritos de las víctimas. Procede así como Hitchcock, cuando decidió filmar Psicosis en blanco y negro, para que la sangre no pareciera sangre y el espanto no fuera tanto.
Con fotografía tan lustrosa como al realizador de Fulltime Killer le gusta, ubicando la cámara siempre en el lugar más impensado y con saltos de plano que sin embargo fluyen con asombrosa armonía, la utilización de la música es tal vez el más concluyente rasgo de genio apreciable en Election 2. A cargo del occidental Robert Ellis-Geiger, nada de chanchanes y otros efectos de intensidad, a la manera de un thriller común. Lo que se oye aquí, de punta a punta, es una sinfonía contemporánea, más cerca del argentino Juan Carlos Paz que del agobiante Philip Glass. Una sinfonía: eso es Election 2, confirmando en su plano final el carácter de tragedia ineluctable, connatural a toda historia de mafiosos. Como hace treinta y pico de años enseñó cierta saga, llamada El padrino.
8-ELECTION 2
(Hak se wui yi wo wai kwai, Hong Kong, 2006)
Dirección: Johnnie To.
Guión: Yau Nai-hoi y Yip Tin-shing.
Intérpretes: Louis Koo, Simon Yam, Nick Cheung y Lam Suet.
Estreno en proyección DVD, en los cines Arteplex Centro y Arteplex Belgrano.
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