CINE › PEDRO ALMODóVAR FILMA UNA PELíCULA DENTRO DE OTRA
Así es Chicas y maletas, la comedia dentro del drama Los abrazos rotos, la nueva película del director español. En ella, el célebre Pedro vuelve al mundo de Mujeres al borde de un ataque de nervios, que supuso su definitivo salto internacional dos décadas atrás.
› Por Elsa Fernández-Santos
Desde Madrid *
Como hace veinte años, hay chicas abandonadas, maletas llenas con la ropa del hombre que se va y un gazpacho. Pina y su amiga Chon, cansadas e histéricas, sólo piensan en una cosa: la dichosa maleta. Para relajarse: ansiolíticos y tomates.
A Pedro Almodóvar y al equipo de Los abrazos rotos apenas les quedan unos días para terminar el rodaje más largo (14 semanas) de su filmografía: pasaron gran parte del verano encerrados en los estudios Barajas de Madrid, los mismos donde hace dos décadas Almodóvar rodó Mujeres al borde de un ataque de nervios. Aquella película, la que supuso su definitivo salto internacional, le sirve ahora de esqueleto argumental e iconográfico para rodar Chicas y maletas, esa comedia que él llama “ejercicio de estilo pop” y que es la película dentro de la película, vodevil disparatado que ruedan los atormentados protagonistas de Los abrazos rotos.
El personaje interpretado por Lluis Homar es el director y amante de la actriz a la que da vida Penélope Cruz. Pasan por un calvario personal mientras se ven obligados a rodar una película fresca y luminosa. “Chicas y maletas me parece muy buen título para una comedia de mujeres abandonadas”, dice Almodóvar. “Pina, el personaje que interpreta Penélope, no se parece a Carmen Maura; es más un cruce entre la María Barranco de Mujeres y la Audrey Hepburn de Sabrina. Se trata de una adaptación muy libre de Mujeres... y sí, repito el gazpacho, pero lo resuelvo de otra manera.”
Almodóvar explica entonces el lugar dramático que ocupa Chicas y maletas dentro de Los abrazos rotos: “Hay un director y una actriz, una actriz que por fin cumple su sueño, pero que le llega en un momento en el que los problemas que atraviesa le crean enormes dificultades para actuar y para ser graciosa. Está delgada, demacrada, pero tiene que ser chispeante. El reto para ella es terrible; en el peor momento posible tiene que resultar una gran actriz cómica. Yo necesitaba una comedia ligera y divertida para ponerla al servicio del drama y pensé que lo más cómodo era utilizar una de mis películas y hacer una versión libre”, continúa el director, que (casi sin voz) termina otra larga jornada de trabajo.
“No se trata de hacer una remake; lo que he tratado de hacer es una estilización de Mujeres y del pop, del primer pop. Yo he nacido y me he curtido en esa cultura, en lo artístico y en lo estético, y de alguna manera es un mundo que añoro. Todas mis primeras películas están llenas de pop, el pop duro de la Velvet Underground algunas o el pop más blando de Londres y Richard Lester, otras. Pero siempre hubo mucho pop en ellas.” Almodóvar explica que su formación y su gusto nace en los sesenta y que de él se ha alimentado gran parte de su cine y de su vida. “En los últimos años mi cine ha girado en torno del mundo de los sentimientos, se ha ido oscureciendo, y por eso pensé en Chicas y maletas como en un regalo, un capricho, una posibilidad de volver atrás y, como no creo que vuelva a hacer una película pop entera, echar una cana al aire.”
El decorado de Chicas y maletas está lleno de esos códigos estéticos y referencias visuales que, en el breve espacio de un decorado, le permiten al cineasta viajar sin prejuicios de una década a otra. Penélope Cruz, con un vestido de la última colección de Pierre Cardin, pero que podría parecer rescatado del Londres de los swinging sixties. Varios vestidos de Chanel y Dior de principios de los noventa y una batería de muebles llegados a los estudios de Barajas desde la nueva casa madrileña del cineasta. “La mitad del atrezzo es mío; yo quería vivir en una casa discreta, pero está claro que no puede ser.” Almodóvar cita entonces algunas de las referencias visuales que se mezclan entre vajillas y tejidos estampados. Es el pop rojo y blanco del célebre restaurante Flash-flash de Barcelona, con las fotografías de Leopoldo Pomés de una paparazza llamada Teresa Gimpera en sus paredes o la película de William Klein ¿Quién eres Polly Magoo?
“El director de Chicas y maletas quiere hacer una comedia muy estilizada, un pop mondrianesco, destilado, desde la mirada de los años noventa”, continúa Almodóvar, que asegura que le divierte –“es un respiro”– hacer un juego de estilo en un film que básicamente es intenso y dramático.
“Es curioso, no sólo hemos rodado en el mismo estudio en el que rodamos Mujeres, sino también en el mismo decorado de entonces. Ocupamos el mismo espacio. El rodaje de Mujeres fue difícil, y éste tampoco ha sido fácil. Todo es un poco de locos: convertir la comedia en drama, conseguir una interpretación que resulte patética en escenas propias de un vodevil, hacer una película en la que parece que nada funciona, hacerlo mal a propósito, pero sin caer en la parodia... Penélope y Carmen Machi (Pina y Chon) han superado el reto, y al final todos nos reímos mucho. Ha sido una experiencia muy interesante para ellas y para mí mismo, y la verdad es que pese a todo nos hemos divertido. Tanto que hay más Chicas y maletas de lo previsto y hasta creo que haré algunas modificaciones en el guión para incluir alguna secuencia más. El cine forma parte de mi experiencia, de toda mi experiencia, y por eso se habla mucho de películas en mis películas. Mis personajes, igual que se puede hablar de comida, novios o la madre naturaleza, se comunican a través de referencias a otras películas. No pretenden ser homenajes ni tributos, sino parte activa del guión.”
* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.
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