Mié 03.09.2008
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CINE › MATILDE MICHANIE HABLA DE SU DOCUMENTAL LICENCIA NúMERO UNO

A los golpes por la vida

Después de varios documentales realizados en Cuba y Alemania, la directora argentina volvió al país para trazar un retrato de Marcela “La Tigresa” Acuña, pionera del boxeo femenino en la región y, según Michanie, “una transgresora por donde se la mire”.

› Por Ana Bianco

Matilde Michanie, directora y guionista del documental Licencia número uno, no oculta las expectativas por el estreno (mañana, en los cines Espacio Incaa Km.0–Gaumont y Plaza Liniers) y elige cuidadosamente las palabras para referirse a la protagonista del film, la boxeadora Marcela “La Tigresa” Acuña, a quien define como “una transgresora exitosa, que se pasa haciendo cosas que no se deben hacer y que, por su propio origen, se ven peores”. Según Michanie, “Acuña transgrede al irse con un hombre que la dobla en edad en un pueblo chico, donde todos la conocen. Queda embarazada a los 16 años y se junta con él. Empieza a practicar full contact, un deporte violentísimo, se le ocurre ser boxeadora, ser la primera en lo suyo y, al mismo tiempo, mantener su costado femenino y su rol de madre. Y le va bien con todo eso. Es una heroína”.

–¿Cómo surgió la película?

–Yo vivía en Alemania y una amiga me envió una nota de PáginaI12 sobre Marcela Acuña: ahí contaba su vida y cómo había boxeado profesionalmente por primera vez. Era la típica historia de un boxeador, pero que también podía funcionar como una reivindicación de género. Me interesa la temática femenina. Mis documentales anteriores son sobre mujeres cubanas (Lo que Linda y Eumelia contaban) y sobre inmigrantes latinoamericanas ilegales en Alemania (Demasiado tarde para llorar). Ideé entonces un proyecto y lo presenté a Sur Films, una productora de cine independiente alemana, que lo aprobó. Unos meses después pasé por la Argentina y conocí personalmente a Marcela, y me cautivó. Al año siguiente, en el 2003, me radiqué en Argentina y empecé a tener contacto fluido con ella, mientras paralelamente seguíamos en la búsqueda de financiamiento.

–¿Por qué la película empieza con el backstage de la pelea del 6 de diciembre del 2003 ante la panameña Damaris Pinnock Ortega, por la corona vacante de los supergallos?

–Ella va en viaje hacia esa pelea. Anteriormente había sufrido dos derrotas y quiere obtener el título mundial y consagrarse. En ese momento, Marcela no tenía la dimensión pública que llegó a tener después. La estructura de la película la da ese viaje hacia el Luna Park, mientras va hacia la infancia de Marcela y vuelve con las imágenes del comienzo. Los silencios de Marcela dentro del auto muestran un rostro concentrado y en tensión interna. En el vestuario, la cámara registra los preparativos y la muestra en la intimidad, con sus miedos y sus dudas. Marcela sabía que si perdía le iba a resultar difícil remontar. La pelea despertaba expectativas y ella todavía estaba “virgen” en lo mediático, de ahí la naturalidad de las escenas. La música de Fernando Manuel Diéguez apunta a crear climas de suspenso y sintetiza una historia de amor y de boxeo. El formoseño Sebastián “Cachito” Morales le dedicó un cuartetazo, “Garras de Tigresa”, que resuena con fuerza en la película.

–¿Las boxeadoras europeas entrevistadas agregan su visión del deporte?

–La boxeadora inglesa Bárbara Buttrick es la presidenta de la WIBF, la Federación Internacional de Boxeo Femenino. Ella empezó a boxear en 1940, era muy chica y me imaginaba los problemas que debe haber tenido. El material que encontré de ella en la BBC, en blanco y negro, la muestra boxeando y como pionera. No fue fácil dar con Regina Halmich, campeona mundial de peso mosca, icono de las boxeadoras alemanas y europeas: sus peleas convocaban a millones de espectadores por tevé. Está retirada, escribe libros y promociona una línea de ropa interior femenina. También está Heidi Hartman, otra boxeadora alemana, pero que todavía está construyendo su carrera y practicó kickboxing full contact antes de llegar al boxeo. Tiene un discurso más político y feminista. Regina defiende la exposición, y si le piden que sea un objeto sexual, responde a ese juego. En cambio, Heidi dice “yo quiero ser una deportista” y lucha contra los prejuicios en todas partes del mundo de que si una mujer boxea es porque tiene algún problema.

–¿Por qué eligió entrevistar también a otras boxeadoras profesionales, como Carmen “La Guapa” Montiel y Paola Casalinuovo?

–Quería tener un registro lo más amplio posible. Marcela es la triunfadora y “La Guapa” queda en el papel de la perdedora. La derrota en público es desoladora y muy pesada. Elegí a “La Guapa” por su personalidad, me gusta el estilo directo que tiene cuando dice “me hubiera gustado ser campeona de algo una sola vez y decir: bueno, llegué...” Por su parte, Casalinuovo había obtenido una medalla en el 2002, en la categoría amateur. Pero después se desencantó del boxeo y creo que no está peleando. En la película ella enfatiza la falta de protección, la diferencia de cachet para las boxeadoras y dice: “A mí no me gusta que me peguen, me gusta pegar”.

–El discurso de los hombres entrevistados es machista a ultranza.

–Me causa gracia la reflexión del periodista Carlos Irusta: “Ahora pelean mejor, piensan más”. Gustavo Negrelli, de la FAB (Federación Argentina de Box), que me ayudó mucho en el documental, dice que “en realidad las mujeres no tienen fuerza”. El periodista Horacio Pagani es el opositor más directo. Dice que una mujer nunca podrá “representar fortaleza” y que “imponer condiciones físicas entre mujeres es una cosa fea, triste, no me gusta”.

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