Desde Alicante

Cada hombre cuenta con aquellas sombras de las que no puede desprenderse. En el caso de Francis Ford Coppola, esa sombra es El Padrino. Aquella película fue su éxito y su condena. “El Padrino interrumpió mi vida”, dijo ante la prensa española. Esa llamada de los grandes estudios –la Paramount– cuando tenía 31 años fue lo que le permitió seguir haciendo el cine que quería y por el que pasará a la historia, con permiso de otras obras también magistrales como Apocalypse now. Aunque –según promociona ahora el propio Coppola– quizás sea también por Tetro, la película que filmó en su mayor parte en Argentina y actualmente termina en la Ciudad de la Luz de Alicante y que, según él mismo admite, “es mi obra más personal”.

Poco más tiene que decir Co-ppola de Tetro, en la que participan Maribel Verdú y Carmen Maura –“Espero que queden bien y contentas con la película”, aseguró Coppola, todo un caballero– junto a Vincent Gallo, Klaus Maria Brandauer y los argentinos Leticia Brédice y Rodrigo de la Serna. De hecho, su encuentro de ayer con la prensa en Alicante fue toda una excepción. Rara vez había accedido a atender a los medios en sus rodajes. Hablar, sí quería. Pero hacerlo sobre la película en que está metido es otro cantar. Hasta en eso, Co-ppola se sale de la norma: “No quiero comentar algo que ustedes verán dentro de seis u ocho meses. Todavía ni he empezado a montarlo. No me gustaría que nada de esto me influya en el resultado”, asegura el director estadounidense, que prefirió guardar silencio sobre su precipitada partida de Argentina, donde terminó abruptamente el rodaje de Tetro por conflictos varios con la Asociación Argentina de Actores y el Sindicato de Técnicos (SICA), a los que su productora no quiso aportar los cánones que exige la ley.

De Tetro poca cosa, entonces: “Es una película muy especial, muy misteriosa, muy emotiva. Una película sobre la música –comentó–, con baile, tiene algo de ballet...”. Pero, de lo demás, lo que haga falta. A Coppola no hay que sacarle las palabras con torniquete. Dice sentirse feliz en esta etapa de su vida: “Como un niño con seis años. Abierto y curioso, dispuesto a aprender nuevas cosas”. Un niño que ahora, con 69 años, reanuda todo aquello que se vio interrumpido por ese tren que lo metió en la leyenda junto a Marlon Brando y Al Pacino. El tren sangriento y épico de los Corleone. “Ahora estoy haciendo lo que quise hacer entonces. Películas pequeñas con guiones originales míos que me puedo pagar gracias al vino que produzco”, aseguró. ¿No tiene miedo a la crisis? Nada, le resbala. “Afectará desde luego, no sabemos en qué medida, a Hollywood, pero a mí, no. Cuanto peor van las cosas, más vino bebe la gente, así que yo podré seguir haciendo lo que quiera”, aseguró.

Ni la crisis ni el fracaso lo asustan: “He caído tantas veces, que ya no me da miedo”, dice. En cambio, su pasión por la buena vida quedó patente: “Me gusta beber, comer, pero lo que más me gusta de todo es hacer cine. Eso sigue siendo mágico para mí”, confesó. Con respecto a El Padrino, Coppola tiene dudas sobre si hoy podría hacerse como se hizo. Respetando su voluntad, para pesadilla de los peces gordos de los estudios. “Hice la película que yo quería. No sé si hoy un director con la edad que yo tenía entonces sería capaz de imponerse. Creo que lo hice entonces porque era joven y audaz”, comenta, y añade: “Hoy sería más difícil. Ves los títulos de crédito y todo son nombres de productores. No creo que se pueda escapar a una presión tan agobiante”.

* De El País de Madrid. Especial para PáginaI12.