CINE › LA CáMARA OSCURA, DE MARíA VICTORIA MENIS
› Por Horacio Bernades
Teniendo en cuenta que la fealdad o la belleza están en el ojo del que mira, y que en el cine la subjetividad sólo puede transmitirse de modo indirecto, no era escaso el riesgo asumido por María Victoria Menis al decidir llevar a la pantalla el cuento La cámara oscura, de Angélica Gorodischer. El cuento (incluido en el libro de relatos Mala noche y parir hembra) expone el carácter prejuicioso del asunto, al poner el relato en boca de un personaje al que esa condición tiñe por completo. Pero ¿cómo hacer algo parecido en cine, donde es imposible no objetivar lo que se narra?
Menis y su coguionista Alejandro Fernández Murray optaron por eliminar la figura del narrador-intermediario del que Gorodischer había echado mano, desplazando la estigmatización de la protagonista a la figura de su madre. La historia se abre a fines de siglo XIX, cuando un barco, cargado de inmigrantes centroeuropeos, arriba a puerto. Tras romper bolsa en el momento de desembarcar, una mujer se lleva la peor de las desilusiones al enterarse de que no tuvo un varón, sino una nena. Esa frustración inicial tal vez sea el motivo de que, de allí en más, la idische mame (Silvina Bosco) no deje de hostigar a su hija Gertrudis, endilgándole para siempre el papel de bizca y fea.
Tras un par de abruptos saltos temporales, Gertrudis, ya adulta (Mirta Bogdasarian) lleva veinte años de casada con un próspero granjero de la zona (todo el film tiene lugar en una colonia de “gauchos judíos”) y le ha dado el batallón de hijos que buscaba. Se comporta como una paria en relación con su propia familia, manteniendo un obstinado silencio y apartándose, por propia voluntad, de los más básicos rituales cotidianos. No es difícil suponer en esa conducta una intención de “invisibilizarse”, en respuesta a la mirada de los otros. El problema es que a esa altura su conducta parece en tal caso anacrónica, ya que ni su marido (que no responde al tipo del patriarca omnímodo que era corriente en ese medio y esa época) ni sus hijos dan la impresión de comportarse con Gertrudis en base a ese prejuicio.
Ese desfase puede llegar a tornar injustificado el remate mismo de la fábula, cuando un fotógrafo-príncipe azul (francés, por cuestiones de coproducción) ejerce su libertad de mirada y libera a la heroína de la imagen a la que durante toda su vida estuvo atada. Más allá de una esforzada reconstrucción de época y de una adecuada música klezmer (a cargo de Marcelo Moguilevsky), es en los bordes, en ciertas secuencias colaterales, donde La cámara oscura levanta vuelo. La primera de esas secuencias es una ensoñación de Gertrudis-niña, narrada como dibujo animado e ilustrada por Rocambole (legendario dibujante de los Redonditos de Ricota). La segunda, una ensoñación del fotógrafo, le da alas al director de fotografía, Marcelo Iaccarino, para desplegar una imaginería lírica y surrealista en blanco y negro, muy en la línea de las vanguardias de los años ’20.
6-LA CAMARA OSCURA
(Argentina/Francia, 2008.)
Dirección: María Victoria Menis.
Guión: M. V. Menis y Alejandro Fernández Murray, sobre cuento homónimo de Angélica Gorodischer.
Fotografía: Marcelo Iaccarino.
Intérpretes: Mirta Bogdasarian, Patrick Dell’Isola, Fernando Armani, Silvina Bosco y Carlos Defeo.
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