CINE › MAñANA, CON PáGINA/12, LA ARMADA BRANCALEONE EN DVD
El clásico de la commedia all’italiana, dirigido por Mario Monicelli en 1966, no pierde vigencia. Su parodia del Medioevo, magistralmente actuada por Vittorio Gassman y Gian Maria Volontè, es un hito del género.
› Por Oscar Ranzani
El legendario realizador toscano Mario Monicelli, nacido en Viareggio en 1915, es uno de los máximos referentes vivos del cine italiano, posterior a la época de la posguerra cuando se había asentado la corriente cinematográfica del neorrealismo. Grandes actores de su país trabajaron bajo sus órdenes como Ana Magnani, Giancarlo Giannini, Vittorio De Sica (también magistral director de la etapa neorrealista), Sophia Loren, Enrico Montesano, Gian Maria Volontè, Nino Manfredi, Marcello Mastroianni y Alberto Sordi, por sólo mencionar algunos de los artistas que formaron parte de la historia del cine, no sólo italiano sino mundial. El mítico director tiene, en la actualidad, 93 años y 65 de ellos los dedicó al cine, contando también su labor como guionista.
La marca distintiva de Monicelli –y por la que ya ha pasado a la historia– es que es considerado uno de los padres de la corriente surgida a mediados del siglo XX, conocida como la commedia all’italiana, Y La Armada Brancaleone, que mañana ofrecerá en DVD Página/12, como compra opcional, es una muestra inmejorable de esa estética que el propio Monicelli caracterizó como la “posibilidad de hacer reír a partir de argumentos que no son divertidos sino trágicos como, por ejemplo, la guerra, el hambre o la muerte”. Y este género tomó del neorrealismo la utilización de actores profesionales que interpretaban sus roles junto a gente de la calle. Claro que la commedia all’italiana no nació de un repollo sino que sus orígenes hay que rastrearlos en la commedia dell’arte, surgida en la Italia del siglo XVI. Las obras de la commedia dell’arte provocaban risa a partir de temáticas que no eran cómicas como, por ejemplo, la enfermedad, la vejez, la miseria y el hambre. Es decir, que la commedia all’italiana comparte con su antecesora estas características que se iban a plasmar mucho tiempo después en la generación de Monicelli.
Fue este cineasta, también, quien vio en el académico y notable actor italiano Vittorio Gassman su potencialidad como artista cómico. Esa bisagra en la carrera de Gassman se produjo con su interpretación en Los desconocidos de siempre, película en la que debutó desplegando una faceta hasta entonces desconocida ya que siempre lo habían convocado como actor serio y dramático. Producto de la amistad que tenían, Monicelli conocía lo suficiente a Gassman como para darse cuenta de la veta que no había explotado hasta entonces: el humor y la parodia. Cuando le propuso interpretar un personaje cómico para Los desconocidos de siempre, el actor finalmente aceptó. Se iniciaría entonces una sociedad de alta calidad artística, de la que también fueron miembros los guionistas Age y Scarpelli, históricos colaboradores del realizador italiano, para el que escribieron nada menos que 21 guiones. Luego llegarían otros clásicos con Gassman como La gran guerra hasta La Armada Brancaleone, donde Gassman compone a Brancaleone de Norcia, un caballero medieval al estilo quijotesco –sobre todo por lo delirante– pero, claro, italiano. El film está narrado en clave de parodia al mundo antiguo, casi como burlándose de los estereotipos del Medioevo, con una intención desmitificadora de ese mundo.
La Armada Brancaleone es una de esas películas que no se resienten con el paso del tiempo y que merecen formar parte de un lugar en la videoteca. Filmada en 1966, e interpretada por un elenco magistral que incluía, además de a Gassman, a Gian Maria Volontè, esta obra maestra de la comedia comienza con un grupo de malhechores atacando un poblado y dejando un tendal de muertos. Una vez cometido el atraco, los delincuentes pretenden huir pero son sorprendidos por el caballero Arnolfo “Mano de Hierro” que logra vencerlos. Sorpresivamente, un reducido grupo de sobrevivientes del pueblo asaltan a su vez a este caballero, le roban las cosas que llevaba encima y lo tiran a un río. Entre las pertenencias de Arnolfo “Mano de Hierro” encuentran un pergamino que asegura, al que lo presente ante sus pobladores, las tierras de Aurocastro. Entonces, el grupo junto a un viejo judío (Carlo Pisacane), quien indica el sentido de ese manuscrito, decide ir en búsqueda de un caballero para que lo presente ante los pobladores de Aurocastro y comparta con ellos la posesión de las tierras.
El anciano brinda el dato de un caballero que podría participar del plan: ni más ni menos que Brancaleone de Norcia. Reacio en principio, ya que tiene pendiente una batalla por la mano de una princesa, recién al perder acepta la propuesta de ir a Aurocastro. Comienza, entonces, un largo periplo en el que pasará de todo. En el camino, se topan con el caballero bizantino Teofilatto de Leonzi (Volontè) que pelea con Brancaleone pero que al ser vencido por éste ofrece que lo lleven como cautivo hasta la comarca de su padre, con la intención de cobrar un rescate para ser compartido entre todos. Pero Brancaleone decide seguir rumbo a Aurocastro y suspender para más adelante la “propuesta” de Teofilatto de Leonzi que termina uniéndose al grupo. Luego, se cruzan con un monje que lidera un grupo de fieles y, ante el temor de contagiarse la peste por haber pisado un lugar infectado, la “Armada Brancaleone” decide aceptar la propuesta del monje de unirse para ir a Tierra Santa a conseguir la salvación. Pero cuando el monje se cae de un puente, dan marcha atrás y emprenden nuevamente el camino hacia Aurocastro. Luego entrará en escena una princesa que buscará seducir a Brancaleone y habrá una serie de inconvenientes. Y la llegada a Aurocastro, con el consiguiente reclamo de las tierras, no será más que el comienzo de nuevas desventuras.
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