Vie 16.01.2009
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CINE › EL REGRESO DE CLINT EASTWOOD, POR PARTIDA DOBLE

“Si hay algo que me gusta es estar detrás de cámara”

El próximo jueves se estrenará aquí su film El sustituto. En marzo se conocerá Gran Torino, donde Eastwood será además el protagonista. El ex cowboy habla sobre ambas películas, sobre sus promesas de dejar la actuación y sobre lo poco que le preocupan los premios.

› Por Jeff Goldsmith

A los 78 años, Clint Eastwood parece más activo que nunca. Un par de temporadas atrás, este monumento viviente del cine estadounidense afrontó la Guerra del Pacífico por partida doble, con La conquista del honor y Cartas desde Iwo Jima. Ahora vuelve al ruedo con otras dos películas. Esta vez no se trata de dos visiones distintas sobre el mismo tema, sino de un combo cuya única relación es la de haber sido filmadas en rápida sucesión. Por orden de aparición la primera de ellas es El sustituto, basada en un caso real y con Angelina Jolie y John Malkovich en los papeles principales. En Argentina se estrenará el jueves de la semana próxima. A comienzos de marzo se conocerá Gran Torino, donde Eastwood vuelve a hacerse cargo del protagónico, contrariando sus declaraciones de la época de Million Dollar Baby, cuando anunció su retiro de la actuación.

El sustituto recupera un extraño episodio, acontecido en la ciudad de Los Angeles en 1928. Tiempo después de la desaparición de un niño, su madre (Angelina Jolie) recibe la visita de otro chico, que dice ser su hijo. Sosteniendo que la mujer está loca, tanto la policía como las autoridades se la sacan de encima, internándola en un manicomio. John Malkovich encarna a un predicador, en apariencia el único hombre en toda la ciudad dispuesto a creerle. En Gran Torino, a su turno, un Eastwood cada vez más nudoso hace de veterano de la guerra de Corea. Todo un white trash, el tipo; ex operario de la industria automotriz, es un racista, reaccionario y mal hablado, pero el encuentro con un pequeño inmigrante coreano lo conducirá a una violenta reconsideración de su posición.

El mismo día en que El sustituto se estrene en la Argentina se anunciarán las nominaciones al Oscar 2009. Se trata de algo más que de una coincidencia, ya que son muy fuertes los rumores que suman a ambas películas entre las más firmes candidatas de esta temporada. Y en varios rubros. Se habla de Eastwood recibiendo su quinta candidatura como mejor director, por cualquiera de ambas. De hecho, muchos consideran que hubiera sido preferible haber dejado una para este año, para no competir contra sí mismo. También se menciona al realizador de Mystic River como candidato a mejor actor protagónico por Gran Torino, papel en el que de algún modo se parafrasea a sí mismo. O, al menos, a lo que podría denominarse “arquetipo Eastwood”. En caso de que reciba una doble nominación por esa película (como director y actor), sería la tercera vez que esto le sucede, después de Los imperdonables (1993) y Million Dollar Baby (2004).

Pero eso no es todo. Como se sabe, el segundo amor del ex gobernador de la ciudad de Carmel es el jazz, y él mismo toca el piano, canta y compone. En todos esos roles puede escuchárselo en ambas películas, y no se descarta alguna posible nominación también por ese lado. Pero el hombre no descansa: ya está abocado a la preproducción de The Human Factor, su film sobre Nelson Mandela, protagonizado por su amigo Morgan Freeman y con estreno previsto para diciembre de este año. Como sucedió con Gran Torino, llegaría justo a tiempo para competir por los Oscars 2010. En la entrevista que sigue, el ex cowboy habla sobre ambas películas, sobre su fama de director de “películas de hombres”, sobre su trabajo de uno y otro lado de la cámara, sus promesas de dejar la actuación, lo poco que lo desvelan los premios y su asumida condición de tipo políticamente incorrecto.

–En términos de género sexual, las dos películas no podrían ser más opuestas. El personaje de Gran Torino parece un eco o excrecencia del “héroe eastwoodiano”, mientras que El sustituto presenta a una heroína femenina. Esto último no es nuevo en su obra (recordar Million Dollar Baby), pero sí infrecuente. ¿Qué puede decir sobre esto?

–Y, tal vez me estoy poniendo femenino... No, hablando en serio, es verdad que empecé como héroe de acción y se me podría identificar como director de películas “de hombres”. Por lo menos, hasta cierta altura de mi carrera. Pero siempre me interesaron las historias de mujeres. Los puentes de Madison es una. Million Dollar Baby, otra. Sucede que como éste es un mundo de hombres, las mujeres siempre llevaron la peor parte. Lo cual vuelve más dramática toda historia protagonizada por una mujer. Es el caso de El sustituto.

–El sustituto se basa en un hecho real, sucedido en Los Angeles en los años ’20. ¿Cómo se enteró de él, y qué fue lo que le interesó?

–En verdad nunca supe nada sobre ese hecho. Lo cual es sorprendente, porque se trata de una historia muy infrecuente, y es raro que no haya llegado a oídos de uno. Y eso que la ciudad de Los Angeles abunda, a lo largo de su historia, en los incidentes más locos que puedan imaginarse. Pero de éste no había sabido nada, hasta que me llegó el guión, escrito por J. Michael Straczynski. Lo que me interesó fue que, en lugar del episodio criminal, Straczynski puso el acento en la historia de la protagonista, en su drama personal.

–Aunque se trate de una historia de época, temáticamente la película hace eco con cuestiones muy actuales. Como la cuestión de la corrupción y la forma en que desde el poder se apaña su existencia.

–Definitivamente. Quien pueda hacer esa conexión, bienvenido sea. En esta historia aparece una especie de “ego policial”, que lleva a la institución entera a negar la realidad y trastrocarla, nada más que para no reconocer su error. Pero también creo que la historia se sostiene sola, de tal manera que no hace falta establecer esa vinculación para hallarle un sentido.

–Una coincidencia entre ambas películas es el modo en que capturan el lenguaje del lugar y la época, en el caso de El sustituto, y de ciertos personajes, como en el de Gran Torino. ¿Cómo trabajó la cuestión del habla?

–En el caso de El sustituto, tenga en cuenta que yo tengo los suficientes años como para acordarme de cómo se hablaba en esa época. Nací en 1930, dos años después de los hechos que narra la película. Así que tengo en mi cabeza giros y expresiones típicos de aquel entonces. Sólo tuve que volcarlos a los diálogos de la película. En cuanto a Gran Torino, el personaje me daba la oportunidad de ir en contra de la utilización de eufemismos, un vicio característico de esta época. Creo que hablar sin pelos en la lengua es mucho más rico, colorido y verdadero, tanto en términos de actuación como dramáticamente, y este personaje me brindaba esa posibilidad.

–En términos de reconstrucción de época, El sustituto es una película muy detallista, que recuerda algunas otras suyas, como Bird o Honkytonk Man.

–Los Angeles es una ciudad que cambió muchísimo a lo largo de su historia, así que tuvimos que investigar muy a fondo ese aspecto de la película. Consultamos archivos, crónicas, fotos de época, y luego pusimos todo en manos de la dirección de arte, que hizo un bonito trabajo.

–¿Filmaron en exteriores de Los Angeles?

–Sí, filmamos todo ahí. Encontramos algunos barrios que se mantenían bastante parecidos a lo que eran en ese entonces, y a otros los “vestimos” de época. En algunos barrios bastante venidos abajo levantamos casas de los años ’20.

–La historia que narra El sustituto parece servida para toda clase de excesos melodramáticos, pero usted los evita sistemáticamente.

–Curiosamente, lo que la policía hace con la protagonista se parece mucho a lo que el marido intenta hacer con la esposa en un melodrama clásico de Hollywood, Luz de gas. Intentan volverla loca, hacerle perder la razón, como Charles Boyer con Ingrid Bergman en esa película. La derivan a un servicio de psicopatología nada más que para sacársela de encima. Llegan a mostrarle fotos de ella misma con el chico que se supone que es su hijo (pero ella está segura de que no), para convencerla de aquello que le quieren hacer creer.

–Tiempo atrás usted aseguró que no volvería a actuar. Sin embargo, en Gran Torino vuelve a hacerlo.

–Es verdad. Y le aseguro que esa promesa había sido sincera, ya no pensaba volver a hacerlo después de Million Dollar Baby. Pero el personaje de Walt Kowalski, protagonista de Gran Torino, parecía escrito para mí. No sólo porque tiene más o menos mi edad: además es un tipo duro, ex veterano de guerra, la clase de personajes que hice más de una vez en mi carrera. Así que aquí estoy otra vez...

–¿Por última vez?

–Yo diría que sí, y no con tristeza: si hay algo que me gusta es estar detrás de cámara. Empecé a dirigir hace casi cuarenta años. Lo hice para poder participar de mis proyectos de modo más integral, no sólo actuando. Me interesaba ver el cuadro entero, no sólo una parte. Y es algo que sigo disfrutando hoy en día. Cuando deje de disfrutarlo, puede estar seguro de que ya no me verá más el pelo.

–Suena lógico que la película se llame Gran Torino. Viudo y peleado con sus hijos, si hay alguien a quien Kowalski ama realmente es su Ford Gran Torino de 1972...

–Su Gran Torino es su gran orgullo y su única fuente de felicidad. El auto es como él: no hace nada, está parado en el garaje. Cada tanto lo saca, para darle una buena limpieza. Los momentos en los que lo observa, mientras toma un vaso de cerveza, tal vez sean los únicos ratos de plenitud que le quedan.

–El tipo no es sólo un viejo amargado sino, sobre todo, un racista y un reaccionario. ¿No le dio algún cosquilleo abordar un personaje así?

–Para nada. Por un lado, porque es auténtico. Pero además tenga en cuenta que el tipo hace un recorrido íntimo a lo largo de la película, que lo lleva a reconsiderar sus prejuicios, confrontándolos con la realidad. Y le digo otra cosa, con respecto a la cuestión de la incorrección política. Yo mismo soy políticamente incorrecto, así que el personaje de Walt me resultó fascinante cuando leí el guión. Si algo me revienta de la corrección política es que se tome todo tan en serio. Si sólo se relajaran un poco, si se tomaran a sí mismos y a los demás con un poco menos de seriedad, la vida se les haría más divertida. Creo que la corrección política es una de las cosas más dañinas de esta generación.

–Usted se define como políticamente incorrecto, pero Gran Torino trata sobre la superación de los prejuicios. Los raciales, específicamente. La integración racial ya era un tema en sus viejos westerns y reaparecía en el thriller Cuestión de sangre. Además, su película anterior, Cartas desde Iwo Jima, narraba la Segunda Guerra desde el punto de vista japonés.

–Bueno, más allá de la guerra contra el indio, la intolerancia racial y todo lo que usted quiera, lo cierto es que los Estados Unidos son una nación de inmigrantes, que no habría salido adelante de no ser por la tolerancia. Yo creo en eso.

–Las dos películas se dan como favoritas al Oscar, en varios rubros. ¿Con qué clase de expectativas aguarda estas nominaciones?

–Oh, no pienso en eso. Yo me dedico a hacer las películas; después, que pase lo que tenga que pasar. Si gustan, es algo agradable. Si no gustan, mala suerte. Finalmente, lo que importa es qué le pasa a uno con lo que uno hace. Francamente, hago las películas para expresarme, o porque se trata de historias que me interesa tratar. No pienso demasiado en cómo las recibirán los demás. Una vez que la película está terminada, ahí sí, uno se dice a sí mismo: “Oh, Dios, ahora hay que ver si alguien querrá ir a verla”.

Traducción, adaptación e introducción: Horacio Bernades.

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