CINE › HOY SE CONOCEN LOS PREMIOS DE LAS COMPETENCIAS NACIONAL E INTERNACIONAL
La coreana Treeless Mountain apareció ayer, a último momento, como una de las mejores películas de la Selección Oficial Internacional. La guatemalteca Gasolina, en cambio, traiciona su planteo inicial con un golpe de efecto ajeno a la lógica de sus personajes.
› Por Horacio Bernades
Comienzo del fin para la undécima edición del Bafici. Ayer se presentaron las últimas películas de la Selección Oficial Internacional, hoy se anuncia el Palmarés del festival y hasta mañana hay funciones. Incluyendo la de la película de cierre, la alemana Jerichow, que se proyectará mañana domingo a las 19, en dos salas del Hoyts. La competencia internacional se cerró con una película magnífica, la coreana Treeless Mountain, y una muy discutible, la guatemalteca Gasolina. En líneas generales, la sección de cabecera del Bafici ofreció una media aceptable, con una película de esas que aparecen muy cada tanto (la portuguesa Aquele querido mes de agosto, del inspiradísimo Miguel Gomes), media docena de muy buenas películas y algunas que, por venir ya cargadas de premios y consagración, desentonan en una sección que, se supone, debería apuntar más al descubrimiento que a lo probado. Estos últimos fueron los casos de la británica Hunger y la alemana Everyone Else, ya premiadas en Cannes y Berlín.
Segunda película de So Yong Kim –cuya ópera prima, In Between Days, se había consagrado mejor película en la edición 2006 de este festival–, Treeless Mountain confirma que la anterior no fue un mero logro pasajero. Aquélla acompañaba, con una persistencia no desprovista de pudor, las dificultades de adaptación de una chica coreana en Estados Unidos. De modo semejante, casi no hay plano en el que Treeless Mountain aparte la mirada de sus protagonistas, Jin y Bin, dos nenas a las que su madre deja al cuidado de otros –primero una tía rezongona, después los añosos abuelos–-, mientras va en busca del padre ausente. A eso se reduce, en esencia, toda la película: a seguir a Jin y Bin, que tendrán unos cuatro y seis años. A eso y a la expectativa de cuándo volverá la mamá, si es que vuelve. Las decisiones de puesta en escena son tan sencillas como el planteo dramático y narrativo: la cámara se planta a la altura de las niñas y las sigue a sol y a sombra, casi siempre en primer plano. No es que las sigue sólo en lo que hacen, sino en cada una de sus reacciones. Las reacciones más banales y las más hondas.
Apoyada sobre la fluidez de esa relación cámara-personajes y sobre una prodigiosa dirección de actores (si los chicos pudieran ganar esta clase de premios, la nena que hace de Jin debería llevarse el de mejor actriz del festival), Treeless Mountain tiene mucho que enseñarles, no sólo a buena parte del cine contemporáneo, sino a varias de sus competidoras de la Selección Internacional del Bafici. A la rumana Pescuit Sportiv, que al obligarse a sí misma al uso inflexible de la cámara en mano termina generando innecesarios mareos, So Yong Kim le enseña que es mejor no atarse a ningún dogmatismo, moviendo la cámara sólo cuando el seguimiento del personaje lo requiere. A la argentina La risa, que secciona a sus personajes en pedazos, sin motivo que lo justifique (nadie vio así jamás a ningún compañero de vehículo), le enseña la diferencia entre estética y esteticismo. Y a Gasolina le enseña algo de ética narrativa. Pero para eso hay que hablar de Gasolina, ópera prima de Julio Hernández Cordón.
Premiada en la última edición de San Sebastián y con tres chicos de clase media por protagonistas, durante la mayor parte de su transcurso Gasolina parece una versión guatemalteca de la uruguaya 25 watts. Es de noche y hay poco para hacer allí donde los chicos viven, por lo cual dan vueltas en círculo, roban nafta, le toman el pelo a algún guardia medio lelo, le mojan la oreja a algún adulto y se pelean un poco entre sí, tratándose de vos y pronunciando cada dos palabras la palabra “cerote” (o “serote”), por lo visto el equivalente local de boludo. Hasta allí Gasolina funciona, con tiempos bien trabajados, planos generales que logran acentuar el vacío que rodea a los protagonistas y un excelente trabajo de iluminación, en el límite justo de lo visible. Eso, durante el 99 por ciento de metraje.
En ese momento, a Hernández Cordón se le antoja que, en una sola escena, sus protagonistas dejen de ser slackers latinos y se conviertan en guatemaltecan psychos, nada más que para demostrar una tesis personal y aunque eso no corresponda en lo más mínimo a la lógica de los personajes. La clase de decisiones que toman aquéllos para quienes nada es más importante que el “mensaje”. La clase de decisiones que directores como So Yong Kim (o como Miguel Gomes, Maren Ade, Noh Young-Seok, Matías Piñeiro y el mexicano Enrique Rivero, para nombrar otros talentos de la Selección Internacional) jamás tomarán.
* Treeless Mountain, hoy a las 16.45 en Hoyts 10 y mañana a las 17.45 en Atlas Santa Fe 2.
* Gasolina, hoy a las 14.30 en Hoyts 10 y mañana a las 15.30 en Atlas Santa Fe 1.
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